A Cuba, lo que le pertenece

Por: Ernesto V. Fernández Domínguez

Una vista desolada se despliega por uno de los caminos que llevan a la Base Naval de Guantánamo. Detrás de una reja castigada por los elementos climáticos, se encuentra un tosco cementerio con lápidas indicativas de sus moradores.

Allí reposan los restos de unos 330 infortunados marinos estadounidenses, griegos, británicos y brasileños fallecidos como consecuencia de varias enfermedades de principios de siglo, como la influenza. El cadáver más longevo, por paradoja del destino, pertenece a un japonés: Kumaji Makamota, quien murió accidentalmente en 1902 a bordo de un buque militar cuando este navegaba cerca de la bahía.

Sin embargo, no solo se hallan en ese camposanto restos de hombres de mar: Cerca de dos docenas de tumbas hablan sobre la crisis migratoria de mediados de los noventa del siglo pasado, cuando barcos estadounidenses impidieron que decenas de miles de haitianos y cubanos llegaran a los Estados Unidos; los hacinaron y luego fallecieron en ese enclave, el cual formalmente es territorio de ese país. ¿Qué hace una base naval extranjera, por demás obsoleta, en un territorio cuyos habitantes, sus verdaderos dueños, se muestran renuentes?

Territorio arrebatado

Un año antes de ser proclamada la República de Cuba, el Congreso estadounidense  –marzo de 1901– aprobó la Ley de Gastos del Ejército, a la que se le añadió una modificación para que fuera anexada a la futura Constitución de la Mayor de las Antillas: la Enmienda Platt.

En su artículo VII, la “percha” –como se le nombra popularmente– disponía “Que para poner en condiciones a los EE.UU. de mantener la independencia de Cuba…el gobierno de Cuba venderá o arrendará las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los EE.UU”.

Este engendro anticubano se transformaría más tarde –22 de mayo de 1903– en el Tratado Permanente entre nuestro país y el naciente imperio: las ocho cláusulas de la Enmienda Platt fueron tomadas textualmente para ese convenio. Lo interesante resulta que dos meses antes de concretarse el Tratado, se había firmado el de Arrendamiento de Bases Navales y Militares, la semilla del futuro enclave de Caimanera, posiblemente el instrumento fundamental de la política de sometimiento de Cuba a Washington.

El origen del mal

Desde el comienzo de los noventa del siglo XIX, luego de haber arrebatado a México décadas atrás dos millones trescientos mil kilómetros cuadrados de su territorio, conquistado el oeste del país aplastando las rebeliones indígenas, y tras haberlo surcado desde el este por líneas ferrocarrileras, surgieron los “profetas” de la expansión comercial y geopolítica de EE.UU. El más influyente fue el contraalmirante Alfred T. Mahan, autor del libro The Influence of the Sea Power Upon the History 1660-1783.

El también director del Colegio Naval de los Estados Unidos señalaba la necesidad de fomentar una gran flota mercante que llevara los productos excedentes del ingente desarrollo industrial de esa nación hacia ultramar, así como traer de otras latitudes las materias primas imprescindibles para ese impulso. Para lograr este objetivo, señalaba Mahan, es obligatorio que una escuadra naval de guerra escolte a los buques comerciales. Tanto este tipo de embarcaciones, como las bélicas, se movían a vapor, con el carbón como fuente única. La demanda de este combustible para el trasiego mercantil implicaba tener bases carboneras de reabastecimiento en diferentes puntos del orbe.

De otra parte, las redes ferrocarrileras que cruzaban el país y fomentaban un intercambio comercial muy productivo ya no le eran suficientes al capitalismo monopolista estadounidense. Ansiaban expandirse a otras regiones del planeta. En América Central resultaba conveniente la apertura de un canal que conectase el Océano Pacífico con el Caribe, el Golfo de México y el Atlántico.

En “coincidencia” con la firma del Tratado Permanente entre Cuba y los Estados Unidos y el de Arrendamiento de Bases Navales, Panamá y Washington rubricaron también en 1903 un convenio mediante el cual la nación norteña pudo emprender la construcción de un canal interoceánico a través del Istmo.

En la bahía de Guantánamo confluyeron entonces las perspectivas imperiales de contar con una base de reabastecimiento de carbón, una instalación cercana al proyecto de canal interoceánico en Panamá y un puerto de refugio para una flota bélica.

Obreros cubanos entrando en la Base. / Archivo Bohemia
Obreros cubanos entrando en la Base. / Archivo Bohemia

En bandeja de plata

Así las cosas, la presión del gobierno de McKinley (1897-1901), la muerte temprana de los hombres más preclaros de la Guerra de Independencia, el entreguismo de Tomás Estrada Palma y la disolución del Ejército Libertador coadyuvaron a que el imperio estadounidense se estrenara con la ocupación militar de Cuba), acarreando la absorción económica, la imposición política mediante la Enmienda Platt y el consiguiente arrebato de una parte del territorio nacional para convertirlo en una base carbonera.

Con el desarrollo de la tecnología, las naves movidas por vapor –al estilo del Maine– quedaron obsoletas y, por ende, la base carbonera de algo más de 117 kilómetros cuadrados debió ser cerrada y devuelta a su legítimo dueño: el pueblo cubano. Sin embargo, mantuvo su estatus de punto estratégico para controlar el Caribe y su entorno geográfico. Más aún, se convirtió en gendarme de los gobiernos criollos de turno.

En 1912, cuando se produjo el alzamiento del Partido de los Independientes de Color, reprimido brutalmente por el presidente José Miguel Gómez, salieron de la Base Naval tropas norteamericanas que ocuparon diferentes poblaciones de la antigua provincia de Oriente con el pretexto de “proteger vidas y haciendas de ciudadanos estadounidenses”.

Años después, en 1917, con motivo del levantamiento conocido por La Chambelona –también en Oriente–, llevado a cabo por elementos del Partido Liberal contra el fraude electorero que derivo en la reelección del presidente Mario García Menocal, tropas procedentes del enclave militar se dirigieron a diversos puntos de aquella provincia, utilizando como justificación “la protección del suministro de agua a la Base”.

El avance de la logística naval hizo que la instalación carbonera se desmantelara poco a poco, hasta que, en la primavera de 1941, quedó formalmente bajo la estructura siguiente: estación naval, estación naval aérea y base del cuerpo de marines y de almacenes. Años después se le adicionó un Centro de Entrenamiento.

Tropas Guardafronteras cubanas marchando en los límites del enclave naval. / Archivo Bohemia
Tropas Guardafronteras cubanas marchando en los límites del enclave naval. / Archivo Bohemia

Involución nefasta

Al triunfar la Revolución, en 1959, el papel de la Base se redireccionó hacia el sabotaje y las agresiones: lanzamiento de materiales inflamables hacia territorio vecino, disparos, violación de las aguas y espacios aéreos jurisdiccionales cubanos, torturas y asesinatos de obreros que laboraban allí por el delito de declararse afines a los ideales revolucionarios.

En julio de 1964, centinelas de la Base mataron arteramente al joven guardafronteras Ramón López Peña; y dos años más tarde, en similares circunstancias, asesinaron al soldado Luis López Ramírez.

Los cómputos no mienten: entre 1962 y 1996 se registraron 8 288 infracciones graves desde la Base Naval en Guantánamo, incluidas 6 345 violaciones aéreas, 1 333 navales y 610 territoriales.

Como consecuencia de la crisis migratoria, en 1994 el presidente Clinton convirtió a la instalación en un campo de concentración migratorio para los balseros cubanos.

Como parte de la degradación presentada por el enclave desde 1959, llegó a convertirse en un centro de detención y tortura de presuntos terroristas, a partir de las invasiones a Afganistán e Irak y, sobre todo, después de los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Vigía de la Base observando a los soldados cubanos. / Archivo Bohemia
Vigía de la Base observando a los soldados cubanos. / Archivo Bohemia

La Base es completamente ilegal

Los reclamos de Cuba para que se le devuelva ese territorio demandan un análisis desde el Derecho Internacional. Nadie cuestiona la inmoralidad del enclave. No obstante, oscilan las posiciones jurídicas respecto al fundamento que pudiera alegar Cuba en un litigio internacional.

Acompáñeme en el análisis de las diferentes ópticas –sin enredarnos en tecnicismos– que se enuncian alrededor del tema.

[quote]Como pecado original, la Base Naval de Guantánamo se ampara en varios instrumentos jurídicos: el Artículo VII de la Enmienda Platt, el Tratado Permanente de 1903, el Reglamento para el Arrendamiento de las Estaciones Navales y Carboneras, así como el Tratado de Relaciones entre Cuba y Estados Unidos de 1934.

En el Convenio de 1903, el imperio reconocía “la continuación de la soberanía definitiva de la República de Cuba sobre las extensiones de tierra y agua” donde se asentaría la estación. Pero que Cuba consentiría “que durante el período en que los Estados Unidos ocupen dichas áreas a tenor de las estipulaciones de este Convenio, los Estados Unidos ejercerían jurisdicción y señorío completos”.

La mayoría de los juristas cubanos han convenido en que el Tratado de Arrendamiento de 1903 resulta nulo, debido a que, acorde al Derecho Internacional, un pacto de este tipo es inoperante cuando ha sido impuesto mediante la amenaza o el uso de la fuerza para coaccionar. Existen incuestionables evidencias de que la Enmienda Platt y el Tratado de 1903 cumplen con este enunciado.

Sin embargo, existen posiciones contrarias. Como el Tratado de Arrendamiento de 1903 es anterior a la Convención de Viena sobre Derecho de Tratados de 1969 y a la Carta de Naciones Unidas de 1945, las estipulaciones de estas últimas no pueden ser aplicadas al primero, aducen quienes pretenden defender la legalidad del enclave marítimo.

Otros autores de Derecho Internacional consideran que, con anterioridad a 1919, no se proscribía el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, y por ende no puede alegarse que el Tratado de 1903 sea nulo.

No obstante, en el espíritu de la Carta de Naciones Unidas no cabe ningún acuerdo que, por medio de la amenaza o el uso de la fuerza, haya forzado a los estados colonizados a soportar graves violaciones a su soberanía e integridad territorial.

La Convención de Viena, en su Artículo 64, establece que, si “surge una nueva norma imperativa de Derecho Internacional general, todo tratado existente en oposición con esa norma se convertirá en nulo”. Respecto al mencionado Artículo, una nueva norma ha surgido: el derecho de los pueblos a la libre determinación. Cuba podría invocarla para la finalización del Tratado de Arrendamiento de 1934.

Asimismo, la Convención ratifica la Carta de las Naciones Unidas en lo relativo a que es nulo todo tratado obtenido por la amenaza o el uso de la fuerza. También registra una violación grave del Tratado de 1903, que puede provocar su terminación: cuando se infringe una disposición esencial para la consecución de su objeto. Aclaremos: el Tratado de Arrendamiento de 1903 se promulgó para el establecimiento de estaciones carboneras o navales. Sin embargo, desde finales del pasado siglo la de Guantánamo ha servido como campo de internación de haitianos y cubanos y, luego de 2011, como ya se conoce, fue utilizada como campo de prisioneros y de torturas.

Precisamente, la prohibición de este último procedimiento es una norma imperativa del Derecho Internacional, supone violación grave de cualquier tratado y puede invocarse para su terminación.

Algunos leguleyos indican que, si bien la Enmienda Platt fue incorporada a la Constitución de 1901 mediante coacción, los Tratados de 1903 y 1934 fueron realizados por gobiernos cubanos soberanos con control de su tierra. Esto es falso, porque, como vimos con anterioridad, el Tratado Permanente de 1903 era un calco de la Enmienda Platt, impuesta por la fuerza.

El de 1934 fue firmado por un gobierno de facto –ilegal, no elegido– presidido por el coronel Carlos Mendieta, aupado por el también coronel y hombre fuerte de la política neocolonial cubana Fulgencio Batista. Este ordenó la destitución de Ramón Grau San Martín, quien había ocupado la presidencia durante el denominado Gobierno de los Cien Días, de tendencia izquierdista, y designó a Mendieta.[/quote]

Llegados a este punto, amigo lector, creo que todo está claro, y lo invito a parodiar conmigo una frase que, si repetida, no deja de ser una sentencia pertinente:

Al César lo que es del César… y a Cuba, lo que le pertenece.

El territorio de la inmoral Base Naval de Guantánamo siempre será nuestro. / Archivo Bohemia
El territorio de la inmoral Base Naval de Guantánamo siempre será nuestro. / Archivo Bohemia

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Un comentario

  1. Claro que Cuba no la única víctima del abuso militar de los EEUU.
    Mi apoyo a Cuba, aunque sea sólo un grano de arena. Convencido de que todo Imperio debido a sus actos canallas ha caído y caerán.
    !!VENCEREMOS!!

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