¿Acaso llegó la hora?
Foto. / efe.com
¿Acaso llegó la hora?
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¿Acaso llegó la hora?

Las noticias no son nada alentadoras. Desde Washington, los sectores hegemonistas del primer país en fabricar y utilizar armas atómicas en un conflicto armado, y a partir de esas fechas los “distribuidores” por excelencia de tales artilugios bajo su control exclusivo hacia todos los rincones del planeta, persisten en cero compromisos con el precepto de no ser los iniciadores de un incendio global.

Mientras, la Unión Soviética primero y Rusia hoy, cuyos arsenales han tenido siempre el irremediable sello de la defensa, con sendos estatutos militares que persisten en la norma de nunca iniciar una guerra nuclear por su cuenta y riesgo, siguen siendo para muchos, por obra y gracia de la ignorancia y la manipulación que históricamente inoculan los poderes mediáticos, las pretendidas fuentes de una “agresión tremebunda” en materia atómica. No importa lo que digan y hagan para desmentirlo porque tergiversación, sordidez, divulgación retorcida y mentiras mayúsculas no necesitan precisamente de gigas, internet, redes digitales, phones y PC para actuar sobre la mente humana. Las falsedades son tan viejas como las ambiciones, la prepotencia y la indecencia desde las primeras desviaciones egoístas en la mente humana.

Tan falaz fue esgrimir el pretexto oficial gringo de “rendir a Japón” en 1945 (cuando ya era un hecho consumado su derrota, luego de la entrada de los soviéticos en Manchuria ) para “probar” sus bombas atómicas y aterrorizar a futuros rivales (léase Moscú), como propalar hoy que el Kremlin amenaza con armas nucleares a Ucrania y al Oeste de Europa. En tanto las solicitudes de bombardeos atómicos de “advertencia” a Rusia no cesan entre las autoridades de Kiev. Aparecen denuncias sustanciales de que Gran Bretaña se involucra en la fabricación de bombas sucias (potadoras de radiactividad), USA vacía sus arsenales, su fisco y los de sus escuderos en “socorrer” al “pueblo agredido por Putin”, mientras despliega unidades militares especiales junto a las fronteras rusas del Este. La OTAN se entrega, en los mismos predios, a ejercicios para un posible enfrentamiento nuclear con “los rusos”.

Eso, sin contar que desde Washington nadie abre la boca para ratificar, como lo ha hecho Rusia más de una vez, que el arma atómica no saldrá a la trinchera a menos de que se trate de responder un primer golpe contrario. Clara negativa persistencia, la de Gringolandia, en su ensueño endémico de poder golpear antes, utilizar puntos de fuego en la geografía inmediata del “abatido” y que los muertos los pongan otros, que ya en su momento hurgará el gran y omnipotente “aliado” entre los despojos ajenos en busca de lo que quede.

¿Acaso llegó la hora?
EE.UU. llena de armas y finanzas a su filo contra Rusia sin medir consecuencias en su sórdido empeño. / rt.com

Un viejo nudo al cuello

Dicen los sociólogos que cada 15 años puede hablarse de una “nueva generación” en el devenir más o menos estable de un conglomerado humano. Se podría afirmar que desde agosto a 1945 a la fecha, es decir, a 77 años de los primeros estallidos nucleares norteamericanos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, con las decenas de miles de víctimas simultáneas que provocaron, poco más de cinco generaciones humanas han debido vivir bajo el insistente riesgo de sucumbir también en semejante hoguera de fuego y polvo radiactivos.

Valen las preguntas: ¿Quién se apoderó de los secretos nazis sobre el “arma total” de Hitler y se llevó consigo a no pocos entendidos y jefes nazis involucrados en aquellos bárbaros empeños? ¿Quién lanzó innecesariamente las bombas sobre dos ciudades indefensas? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué perseguía con crear la trama de la Guerra Fría culpando a otros de su acérrima hostilidad y prepotencia, y rodeando a la URSS y al campo socialista europeo de misiles atómicos y engendros como la bomba de neutrones, concebida para matar a los humanos sin mayores daños a inmuebles, industrias, fuentes de recursos básicos y medios de transporte? ¿Quién sembró la mala semilla de la titulada crisis de los misiles de 1962, en Cuba?

Washington es, sin duda, el gran pecador, y lo peor…lo sigue siendo. Derruida la URSS, convertido el “telón de hierro comunista” en virutas, nunca fue decoroso con los pretendidos vencidos. Era tanto el odio y el interés de enterrar por siempre hasta la sombra de un gigante en baja momentánea, que desestimó el espíritu ruso y los valores nacionales y patrióticos que la larga y heroica historia de ese conjunto de pueblos sembró en su gente.

La OTAN, comprometida por su gran dueño ante Mijail Gorbachov a no dar un solo paso hacia el Oriente, no solo desmembró a Yugoslavia mediante la guerra, sino que franqueó sus puertas para “nutrirse” de los detritus políticos que asomaron cabeza en el Este continental. De todo, hasta transformar a Ucrania en la punta de la daga con la que hoy se intenta debilitar a Moscú con la irresponsable y activa capacidad de un liderazgo eurooccidental servil y nada identificado con los verdaderos intereses vitales de aquellos que dice representar y que serán, por lógica geográfica, de los primeros en arder en la pira atómica que nadie parece inclinado a frenar entre los históricos gestores de los mayores entuertos.

¿Acaso llegó la hora?
¿Acaso la idea es volver a repetir estas escenas? / efe.com

Sí hay remedios

El asunto no solo es de pactos. Al fin y al cabo Washington ha demostrado que los hace papel mojado cuando se le antoja. Es, eso sí, de hacer valer la decencia y la objetividad, la razón y la cordura. Esos rubros éticos y morales que las sociedades capitalistas altamente desarrolladas nunca han logrado producir en serie y ni en las dosis necesarias para repartir entre sus “democráticos” líderes. Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, dio en pleno siglo XIX la fórmula clave para superar todo dislate destructivo, eso sí, necesitada para su materialización de honestidad y honor: “El respeto al derecho ajeno es la paz.” Fidel Castro, al intervenir en Naciones Unidas en 1979 como presidente temporal del Movimiento de Países No Alineados, casi siglo y medio después, advertía que solo con el fin de la filosofía del despojo cesaría la filosofía de la guerra y calificaba de ilusoria la intención “de que los problemas del mundo se puedan resolver con armas nucleares”, inútiles frente al hambre, la miseria, la insalubridad, la incultura y el derecho de los oprimidos a luchar por sus prerrogativas elementales. “[…] y en el holocausto –subrayó para los oídos prepotentes– morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en este mundo”. ¿La solución?: “Digamos adiós a las armas y consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia humana.”

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Un comentario

  1. Mientras más armadas estén las grandes potencias, más garantía de paz hay en el mundo, ya que todos se temen. Asi parece demostrar la experiencia empírica sobre el asunto del armamentismo. Lo que tenemos hoy en día son conflictos o guerras convencionales, no nucleares. Serán las generaciones venideras las llamadas a solucionar este dilema, si es que lo hay. Digo esto último porque, parece ser que, en definitiva el EGOÍSMO HUMANO, parece ser el motor de la historia. Lo cierto que porfiadamente lo llevamos en nuestras células, todos los habitantes del planeta, sin excepción, cual más, cual menos lo llevamos en nuestros genes, en nuestro ADN, en nuestro genoma humano. Es extremadamente difícil, sino imposible revertir, nuestra estructura molecular.

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