Carta a un Obrero de Tampa
Desapolillando vetustos ejemplares de BOHEMIA, la vista se detuvo en una página de la edición del 7 de enero de 1934. Solo texto. Es una carta de Juan Marinello a un amigo emigrado, en la que el prestigioso intelectual revolucionario logra resumir con su habitual maestría la compleja y frustrante situación que vivía el país en aquellos momentos. Un documento que, sin duda, vale la pena compartir con los lectores de este espacio.
Carta a un Obrero de Tampa
por
Juan Marinello
Mi querido Esteban Cortés:
Nuestra viejísima amistad, nacida en días de niñez, debía hacer de esta carta una evocación sentimental, Los tiempos, tú lo sabes mejor que yo no están para, esas cosas, El mundo–y Cuba, aunque quiera olvidarse, es parte del mundo—, vive un instante de encendida tragedia, de braceo enfebrecido por encontrar los caminos anchos. Distraer esta hermosa actitud batalladora con remembranzas románticas es traición. Discurramos, haciendo honor al instante actual, sobre el asunto interesantísimo que en tu reciente carta me planteas: ¿Es el gobierno de Grau San Martín nuestro Gobierno?
Para quien conozca tu postura y la mía no precisa larga exégesis la interrogación: quiere ella aclarar, decidir, simplemente si el gobierno que Cuba tiene es el llamado satisfacer las necesidades de las masas laboriosas de Cuba, Me doy cuenta exacta de lo que te ocurre. Hace muchos años que te viste forzado a la emigración. La larga ausencia de tu tierra te ha hecho perder el conocimiento de personas y organizaciones. Ahora llegan a tu mesa de tabaquero vagos rumores de izquierdizaciones y radicalismo gubernamentales… Y quieres enterarte por mí de la verdad de lo que en Cuba está ocurriendo. Veamos si en el marco brevísimo de esta carta puede quedar definida Ia fisonomía del gobierno actual y advertidas sus posibles actuaciones inmediatas. Como entiendo que éstas son cosas que interesan a muchos, se hace pública esta carta.
No, querido Esteban no es éste nuestro gobierno. Dilo en seguida a tus compañeros de labor. No puede serlo porque no es un gobierno revolucionario, aunque sus componentes se llenan la boca hablando de “revolución auténtica” y de “redención del pueblo”. Esto también lo hace el A. B. C. y ya ves el carácter fieramente reaccionario de esta divertida organización. El actual es, simplemente, un gobierno de gente lista que sabe bien lo que no pudieron sospechar en su ilimitada torpeza ni Menocal, ni Miguel Mariano ni el coronel Mendieta: que el sentido de lo Revolución verdadera ha calado en el tuétano de los trabajadores cubanos. Por saberlo, se han adelantado a medidas que en definitiva no son más que dos cosas: o disposiciones reformistas, que nunca se aplican o decretos fascistizantes con que detener y dividir el movimiento proletario.
Pero ya es hora, Esteban, que digamos cómo las cosas no se producen milagrosamente y como este gobierno de Batista y Grau obedece a un estado de pensamiento criollo. A un estado de pensamiento inconsistente, pero real sin mayor trascendencia, pero con indudable vigencia. Lo mejor que tiene este estado de pensamiento para nosotros es que no posee fuerza eficaz, es sólo cesa efímera. No le asiste una base social con definición económica específica como al A. B. C. y al Menocalato, que ya son hoy, no sé si lo sabes, une cosa misma. Hagamos un poco de historia, que no será por suerte, historia remota.
Tú sabes que hubo un instante de interés excepcional en la lucha contra el Machadato: el día 30 de septiembre de 1930. Aquel instante le dio a la lucha subsiguiente especial color, color estudiantil, o mejor, color universitario. Aquel día se organizó con sentido concreto la rebeldía escolar contra Machado, que había tenido en los muchachos, —no en los profesores_, el antecedente magnífico de 1927. Los estudiantes fueron desde aquel día al presidio y a la muerte con asombrosa serenidad. Yo, que estuve muy cerca de ellos, puedo afirmarlo como nadie. Y ocurrió lo que tenía que ocurrir: que la protesta estudiantil fué ciñéndose de un tono específico, el que correspondía a la extracción social del alumnado. Un grupo pequeño entonces, cuantioso hoy, dijo cómo sin un replanteamiento de nuestro caso nacional y sin la acción de Ias masas oprimidas, nuestra desdicha pública nacida de nuestra coloneidad, no cesaría. Este grupo no significó, no pudo significar, la rebeldía estudiantil oficial contra la Tiranía. Su voz quedó vencida por el ruido de las bombas y las Thompsons, La lucha—limpia, heroica, hay que decirlo—, del muchacho universitario contra el Sátrapa se produjo dentro de cauces perfectamente históricos: se quería sustituir a Machado por un gobierno que nos diera una democracia honesta y eficaz.
Junto al estudiante “ortodoxo”, al que no tenía por qué temer la burguesía criolla, ni el indigente de cuello de pajarita que aspira a burgués, se organizó un grupo formado de intelectuales y profesores. Yo mismo, hasta tanto la honrada consideración de ciertos hechos no me hizo doblar a la izquierda, fuí componente de ese grupo y hasta dicen por ahí que lucí entorchados de jefecillo. Quizás. Pero lo que importa dejar sentado es que un grupo de hombres avisados y sabedores de cosas que los politices no saben, unieron su esfuerzo al de los muchachos en la consecución del ideal democrático. Eran, —son— hombres que saben dónde está la única verdad política de nuestro tiempo, pero no tienen en si reservas de abnegación y de desinterés para declarar, en su perjuicio, esa verdad. Esos hombres, Esteban, son los que ahora están gobernando a Cuba. Esos hombres son los que declaran que velan por las masas populares cubanas y cuando éstas se incorporan para realizar su papel las ametrallan fríamente. Esos hombres son los que gritan su sentido humano de lo social y echan a pelear al extranjero contra el nacional y al blanco centra el negro. Esos hombres son los que enarbolan un imperialismo lírico y retórico y guiñan el ojo al aventurero Caffery para acordar el mejor modo de comenzar la zafra “sin problemas obreros”.
Como tú comprendes bien, Esteban, estos gobernantes, estos intelectuales, no pueden proceder de otra manera. No significar por si mismos, ni aún unidos a los estudiantes, una clase, una entidad político-económica. No tienen intereses privativos que defender. A qué intereses servirán. Servir los intereses de la masa laboriosa y desvalida es lo mismo q enrolarse en la Revolución grande, en ese torbellino omnipotente que arrebata In biblioteca, la consideración social y el baño tibio por las mañanas. Es, nada menos, que pelearse ron el mundo que manda. Grave cosa a la que no irán estos intelectuales. Por otra parte, quedaran junto a les fuerzas de extreme reacción como el Menocalato y eI Abecedato no es elegante. Ni conveniente, porque “eso de comunismo” puede llegar. Un sólo camino posible queda a esas gentes: hay que dar la impresión, por elegancia v conveniencia de que se esta con el oprimido cuando en realidad, por imperativo parasitario, se está con el opresor. Porque no ponerse al lado de quien, con fuerza para ello da la gran batalla al crimen en capitalista es situarse al lado del crimen.
Pero preguntaras en seguida, y si el actual gobierno de Cuba carece de base social, que lo mantenga, cómo va viviendo, como va resistiendo los embates de las derechas e izquierdas genuinas. Esta pregunta no es difícil de contestar. Ocurre que el Ejército es el sustentador de este gobierno vacilante y sin su apoyo hubiera, hace ya muchos días, dado el traspiés final. Pero, ahora tú nutrida curiosidad insistirá: el Ejército no se levantó con un impulso realmente revolucionario frente a los oficiales machadistas. Tú sabes que el Ejército no es más que el órgano defensivo, el aparato de represión de un régimen económico determinado. Al no ser revolucionario el régimen que impera en Cuba y al estar éste sostenido por el Ejército, queda dicho que estamos ante el caso corriente y moliente en que la fuerza armada mantiene y alarga el reinado de la monstruosidad económica capitalista. Ni más, ni menos. Ya está dicho que el movimiento producido en los organismos armados el 4 de septiembre, fué, objetivamente, de gran significación revolucionaria Pero como no se unió el soldado a sus hermanos de clase, a los obreros, a los campesinos, tuvo este movimiento que quedar en simple cambio epidérmico, en cuartelazo hispano-americano, con jefes dóciles a los intereses dominantes. Ya se sabe que Batista, jefe de aquel movimiento, es el mejor amigo de los terratenientes criollos y de los embajadores yanquis en Cuba. El ejército actual no se distingue, pues, de otro ejército cualquiera de América. A su tiempo dirá si merece la distinción
No, no es este, Esteban, nuestro gobierno, ni ha sido producto de una rebeldía clasista. Ni los hombres que lo componen pueden ser otra cosa que hombres de gabinete empavorecidos con la llamada de un gobierno nuestro. Si actúan con criterios defensivos ¿cómo pueden ser revolucionarios?
Te abraza fuertemente tu amigo
JUAN MARINELLO