Buzos...
Buzos...

Buzos…

Es vital el uso correcto de los trajes de bucear. En este detalle les va la protección y, por consiguiente, la vida. No por reiterada, la acción admite descuidos. Foto. / Cortesía de Aguas de La Habana.

Cuando las aguas son claras, todo se ve mejor en ese ámbito, aunque no deja de ser peligroso; pero el asunto se torna muy complejo en los momentos en que todo está turbio, oscuro. Eso de bucear en espacios confinados, llenos de gases tóxicos y del poco oxígeno de que disponen los conductos por dónde van los residuos sanitarios, no es cosa de juego.

Porque allá abajo puede estar acumulada cualquier cosa: desde los residuos de un culto religioso, hasta excrementos, fango, latas, cartones y escombros de la construcción, producto de las indisciplinas sociales.

Esta vez no se trata de dar una breve mirada a la labor de los buzos dedicados a preservar la flora y la fauna –el medio ambiente, ¿por qué no?- del entorno marino, sino de otros tan importantes como aquellos,  por lo mucho que aportan al cuidado de la salud de todos.

Hay cinco hombres en Cuba –tres especialistas y dos auxiliares-, que mientras otros salen cada mañana hacia las fábricas, los centros asistenciales, el laboratorio, el puerto o el agromercado, para cumplir su jornada laboral, van a sumergirse por debajo de las calles, en busca de los desperdicios que puedan obstruir el flujo de los albañales o sencillamente de agua limpia fugada,  a través de los salideros. Se trata de Alejandro Valdés García -el más veterano en estas lides-, Karel Roca Cervelo y Julio Alberto Ramos León, como especialistas; y los asistentes Rafael Alejandro Ulloa Díaz y Yordan Pérez Bosmenier. Todos pertenecen a la Base de Obras Especiales de Aguas de La Habana, específicamente en el área de buceo.

Comienza la faena. Son pocos los hombres que realizan estas labores. Foto. / Cortesía de Aguas de La Habana.

Como profesionales de esta labor, confiesan haber optado por ella debido a su amor por el mar, la pesca submarina y la intrepidez de andar por las honduras, desafiando el peligro. Es un trabajo atípico, porque lo realizan en espacios complicados, donde prevalecen las aguas contaminadas y con poca iluminación.

 ¿Por qué, para qué y cómo?

Para cualquiera parecería fácil referirse al asunto; mas, es muy serio. Es una modalidad que surgió en la Empresa de Aguas del Oeste -cuando la empresa solo atendía a ocho municipios capitalinos-, a principios de este siglo,  momentos en que se construyeron los emisarios submarinos del reparto Flores y La Puntilla de Miramar, bajo la dirección del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos. Era necesario agilizar las labores subacuáticas, a fin de reducir los problemas de contaminación ambiental provocados por el desbordamiento de las aguas negras.

Según Alejandro Valdés, este no es un pasatiempo, sino un trabajo con alto nivel de especialización. Foto. / Cortesía de Aguas de La Habana.

Los hombres dedicados a estas labores no son buzos comunes y corrientes. Realizan inspecciones y solucionan los problemas que detectan; además de cumplir sus funciones en espacios muy reducidos y en medio de aguas altamente contaminadas, solucionan dificultades en los drenes de saneamiento, reparan emisarios y limpian los taludes de las tasas de Vento y Aguada del Cura, igual que los tanques húmedos de las estaciones de bombeo de aguas residuales.

Varios detalles es necesario tener en cuenta: lo costoso de la tarea, por el equipamiento que demanda, en virtud de garantizar la salud de los hombres; sin el permiso del Departamento de Seguridad y Salud del Trabajo nadie puede orientar la ejecución de un plan, para no hacer que peligre la vida de los buzos.

Para esta aprobación estudian minuciosamente las condiciones de riesgo y ponen todo el empeño en minimizarlos. Las inmersiones dependen de las características del programa establecido, lo mismo para  residuales que para pluviales.

Nadie puede cuestionar que son especiales

Advierte Alejandro que este no es un pasatiempo, sino un trabajo con alto nivel de especialización. El día comienza con la preparación física; luego realizan el contacto para orientar qué harán. Pueden venir con una idea y, por diversas razones, cambiar completamente, algo que admiten con naturalidad.

«Flotar en aguas claras y nadar en las infectas…”; hacia las profundidades para solucionar la avería reportada. Foto. / Cortesía de Aguas de La Habana.

Suman al hecho de disponer de un equipamiento especial su preparación, experiencia, disposición y el entendimiento de cuán necesario resulta para la salud del hombre y del medio ambiente el desarrollo de este trabajo. Y cada día  se las ingenian para sortear las carencias materiales

Han crecido mucho en cuanto a la superación para un mejor desempeño. Los que entren nuevos deberán incorporar esos conceptos porque son indispensables, no solo para, como diría Buena fé “flotar en aguas claras y nadar en las infectas” -parte de la rutina productiva-, sino para contribuir a que, por ellos, la ciudad no pierda belleza.

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2 comentarios

  1. Es una labor interesantísima, y muy útil. No sabía que existía. Me gustaría saber más de eso. Mis felicidades a lo que la realizan.

    1. Cuando tengamos posibilidad, lo haremos, Vilma. Esta es una actividad, además de interesante, muy necesaria, aunque para muchos sea desconocida

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