Foto. / Yasset Llerena
Foto. / Yasset Llerena

Calibrando el rumbo

El actual éxodo de ciudadanos cubanos atenta contra una estructura poblacional del país, ya adolecida por el creciente envejecimiento poblacional. Pero la migración es consecuencia, no causa. Entonces, ¿qué motivaciones impulsan a las personas –jóvenes, en su mayoría–, a buscar su futuro en otro país?

Amaya Rubio | Talía Suárez | Laura Serguera | Dariel Pradas


El embarcadero de Santa Cruz del Norte, comunidad ubicada en la provincia de Mayabeque, despierta atiborrado de pescadores desde los albores del día. Ellos parten a la mar dejando atrás una rutina pueblerina marcada por las colas, la burocracia y la supervivencia diaria. En ocasiones, algún barco no regresa.

Lázaro nació junto a esas costas santacruceñas y el vaivén de las mareas. Una historia salobre, la suya. Hace unos meses, miraba a la mar y a veces se imaginaba abrazando a su hija y su esposa, a quienes no veía desde cinco años atrás. Ellas habían emigrado legalmente debido a la reclamación de un familiar. Se intentó el mismo proceso con él, sin semejante suerte. El exaspero de aquel pescador puso a prueba sus habilidades de navegante en una travesía de 90 millas.

“Llevaba años esperando una reclamación que nunca llegaba”, dijo vía WhatsApp, desde Miami. “Cuando vi la posibilidad de irme, aunque fuese por mar, no lo pensé dos veces”.

A las 11 de la noche del 23 de abril de 2022, soltó las amarras de su embarcación. Dos horas estuvo navegando por los alrededores de Boca de Jaruco hasta llegar a un cayo lejano. Sobre las cuatro de la madrugada, enfiló la proa en dirección al norte. Un fulgor repentino lo cegó por unos segundos y, cuando comprendió qué sucedía, ya estaba rodeado por los guardacostas estadounidenses.

Lo subieron a la cubierta de un buque y lo dejaron allí, cerca de un radar que giraba lentamente, con una parsimonia que no acompasaba con su estado de rabia. Impotente, apretó sus puños y se golpeó la cabeza. Lloró. En la mañana, estaría de nuevo en Cuba, sin barco ni familia.

Por suerte, en enero de 2023, Lázaro recibió su visa tardía y pudo, ya no navegar, sino volar hacia Estados Unidos.

La migración indocumentada por vía marítima ha sido un tema que siempre ha sentado a negociar, aun en medio de los conflictos, a los gobiernos de Estados Unidos y Cuba. / Anaray Lorenzo

Desde el embarcadero, se divisa el portal de Maribel, en el centro de Santa Cruz. Aquella zona se vuelve bulliciosa desde las ocho de la mañana y enmudece siempre antes de las 10 de la noche. Aunque a Maribel aquello ya no le importa: como padece de una enfermedad degenerativa, no camina, casi no puede ver, apenas vive. No obstante, su mayor dolencia recae en la ausencia de su hija Leslie, de 23 años, quien emigró a Estados Unidos en 2021.

“Fue lo mejor. Conmigo a su lado, no podría tener vida. De no haberse ido, no hubiese podido cumplir con sus aspiraciones”, justifica la señora. “Pero estoy segura de que en algún momento nos veremos de nuevo”.

Leslie abandonó la rutina de realizar los quehaceres de la casa y cuidar a su mamá enferma para comenzar su propia odisea. La primera parada: Nicaragua. Luego unos coyotes la llevaron por tierra hacia Estados Unidos, en un viaje que duró 30 días y costó una escena terrorífica en la frontera guatemalteca, donde llegó a perderse mientras unos bandidos la perseguían a caballo. En su desespero, no se le ocurrió otra cosa que quitarse los aretes de oro, cubrirlos con un condón y escondérselos en la vagina.

Al final, llegó a salvo a su destino, solo que ahora vive como una cenicienta en casa de su tía, con la que tiene una deuda de 7 000 dólares por la travesía. Allí realiza las labores hogareñas mientras estudia y, cuando se supere con estudios –dice su pariente–, podrá pagarle el dinero. Mientras, no puede tener la distracción de una pareja ni amigos.

“Pese a todo, era mi única salida”, asegura la joven. “Tengo que reclamar a mi mamá cuanto antes. No me arrepiento, porque debo enfrentar con fortaleza mi decisión, pero de algo sí estoy segura: jamás le aconsejaría a nadie que hiciera lo mismo”.

Santa Cruz del Norte tiene una tradición pesquera que data desde su fundación en 1714. / Anaray Lorenzo

Estas fueron apenas dos historias dentro de una miríada de experiencias similares. Según estadísticas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), en el año fiscal 2022 (desde octubre de 2021 hasta el 30 de septiembre de 2022) entraron de manera ilegal más de 224 607 cubanos a territorio estadounidense. Esa cifra, más varios millares con destino a otros países, constituye la oleada migratoria más grande de la historia de Cuba.

A raíz de esta creciente escalada y la crisis inmigratoria que provoca en sus fronteras, el gobierno estadounidense estableció, el 9 de enero de 2023, un nuevo parole que permite la entrada mensual, por vía aérea y organizada, de hasta 30 000 ciudadanos de Haití, Venezuela, Nicaragua y Cuba, y expulsará a aquellos migrantes que intenten ingresar de forma ilegal. A partir de esta medida, se prevé que disminuya el flujo irregular y cambie de nuevo, como ha ocurrido antes por decisiones políticas similares, el actual patrón migratorio.

Un juego de niños

“Nací en el 61. Mis primeros recuerdos son de casas llenas que fueron vaciándose. Poco a poco, íbamos quedando menos”, cuenta Alejandro Solernou, vástago de una familia numerosa que emigró, en su mayoría, durante los primeros años del gobierno revolucionario.

Como era apenas un bebé no tenía consciencia del éxodo de un primer grupo de parientes a principios de la década de 1960. En cambio, no olvida cuando, con ocho o nueve años, despidió en el aeropuerto a su primito, a quien prometió cuidarle sus juguetes. Desde aquel momento se fue acostumbrando a las cartas esporádicas y fotos de lugares foráneos, a llamadas telefónicas en el día de las madres u otras fechas festivas.

“Aprendí a vivir con afectos a distancia”, dice.

A diferencia de la población que normalmente migra en el mundo –clase media o trabajadora–, explica Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem), en Cuba, en 1959, lo hicieron aquellos “desplazados del poder político y económico por la Revolución”. En esa circunstancia histórica, muchos apostaron por revertir el nuevo orden desde Estados Unidos, con el apoyo del país norteño. Al fin y al cabo eran clases “vivas”, motores de una economía que podría paralizarse sin la presencia de estos grupos sociales. “Como, de alguna manera, ocurrió”, acota Aja, quien agrega que esa migración, además, estuvo marcada por un carácter de supuesta temporalidad, pues esperaban regresar en cuanto fracasara la Revolución.

La primera gran oleada migratoria tras el cambio gubernamental se extendió desde 1960 hasta 1962, año en que cesaron los vuelos comerciales entre Cuba y Estados Unidos. No había cómo salir si no era a través de países puentes –como Canadá, España y México–, o de manera indocumentada por vía marítima. En 1965, la crisis de “balseros” fue tan notoria que se habilitó el puerto de Camarioca, en el norte de Matanzas, para que cualquier embarcación estadounidense, con previo aviso, recogiera a todo el que quisiera irse. Casi 3 000 personas emigraron por allí.

En poco más de seis meses, aproximadamente 130 000 cubanos emigraron por el puerto de Mariel. / nytimes.com

Ante un incipiente conflicto migratorio, los gobiernos de ambos países se sentaron en una mesa de diálogo y acordaron el restablecimiento de los viajes en avión, una medida a la que en Estados Unidos llamaron “vuelos de la libertad” y en Cuba, “puente aéreo”. En ese flujo de dos y tres vuelos diarios, de acuerdo con Aja, salió “el resto de las clases altas de Cuba, la pequeña burguesía, sectores profesionales, intelectuales…”. La ruta cerró en 1973, cuando el potencial migratorio de Cuba se había acabado casi en su totalidad y Estados Unidos cambió su política ante una gran afluencia de haitianos y vietnamitas. Además, ya habían transcurrido casi tres lustros y la estrategia estadounidense de “sacar” a la oposición de Cuba se mostraba contraproducente para revertir el sistema.

En 1978 se produjo otro diálogo, a partir del cual Cuba autorizó, por primera vez, la visita –selectiva y breve– de personas de origen cubano a su tierra natal. “Hasta esa fecha había aplicado una política migratoria de cierre de fronteras, de seguridad nacional estricta”, afirma el director del Cedem. “Ni siquiera de visita se podía regresar. La primera ley migratoria de 1960 marca ese proceso: las salidas son definitivas”. Para entonces, añade, en Estados Unidos había generaciones de jóvenes con referentes políticos distintos a los de las primeras oleadas, con interés en buscar sus raíces culturales.

La familia estaba dividida –arguye Aja– y “había una lectura en Cuba de que la persona que se quedó abrazaba el camino del socialismo y, por tanto, tenía que rechazar el del capitalismo. Quien estaba aquí, y tenía un compromiso revolucionario, no llamaba al que estaba allá. Y al revés, la misma intransigencia”.

Esas visitas que duraron hasta 1980 tuvieron críticas e, incluso, consecuencias. “Después de casi 20 años, tras la ruptura, llegó aquel exilio y el tratar de subsanar heridas que no cierran en un día”, explica Aja, sociólogo de formación profesional.

“La familia, independientemente de que piense distinto a ti, sigue siendo tu sangre, y eso no lo puedes dejar”, dice Solernou. “El concepto de familia en ese tiempo se dañó bastante porque estuvo marcado por las diferencias políticas”.

En 1980 se produjo otro gran éxodo masivo. En poco más de seis meses partieron hacia Estados Unidos aproximadamente 130 000 personas. Luego del detonante de los sucesos de la embajada de Perú y los posteriores encontronazos políticos y diplomáticos, el gobierno cubano repitió la fórmula de Camarioca y abrió, esta vez, el puerto de Mariel.

Para Aja, las visitas que habían comenzado dos años antes “tuvieron un peso en el barrio, cuando llegaban personas con un nivel de vida distinto”, aunque, en la práctica, quienes venían no eran ni siquiera de clase media y la situación económica en Cuba era estable en aquel momento. Eso no era todo, “la estructura de clases en el 80 estaba dividida entre una parte que apoyaba el socialismo y otra que no.

“A su vez, la decisión política de Cuba fue llamarlos ‘escoria’. Además, empieza un proceso de confrontación a partir de actos de repudio”, narra el doctor en Ciencias Filosóficas. “En la investigación Retratos del Mariel se prueba que más del 60 por ciento de los que salieron por el Mariel no eran escoria. Eran trabajadores, jóvenes, profesionales, a los que se añaden personas con antecedentes penales que se les permitió salir de las cárceles; e incluso, personas con enfermedades mentales”. El patrón migratorio había cambiado, sin duda alguna, con relación a 1960.

Ante la emergencia de una potencial crisis migratoria en Cayo Hueso, el entonces presidente estadounidense James Carter solicitó el cierre del puerto de Mariel. Como consecuencia, en 1984, comenzó otra ronda de conversaciones diplomáticas: “El tema migratorio entre Cuba y Estados Unidos ha sido siempre el que, aun en medio de los conflictos, ha sentado a las dos partes a negociar”, expresa Aja.

A partir de aquel momento Estados Unidos acordó conceder hasta 20 000 visas anuales, así cada año se acercaban menos a esa cifra. Debido al caldeo entre ambos países, el acuerdo se interrumpió en 1986 y se retomó dos años después; mientras, rebrotaron los balseros. En el imaginario popular persistía esa vía como una salida a una cotidianidad marcada por una economía que, en los inicios del resquebrajamiento del campo socialista, no funcionaba eficientemente.

Muchas embarcaciones se lanzan a cruzar el Estrecho de la Florida sin las condiciones suficientes para sortear los rigores del clima. / bbc.com

“La migración es consecuencia, no causa”, sentencia el especialista. “La causa está en los problemas estructurales de cualquier país, en la economía, la política, la sociedad y la cultura, que encuentran salida, muchas veces, en una expectativa de vida fuera del lugar donde se vive.

“La migración es propia de la vida. Luego tomó el matiz político que se le dio, sucede que la vida es una sola y, si alguien se va a esforzar, lo hará en un lugar donde pueda obtener resultados rápidos, porque la vida no te perdona”: Desde que Solernou recuerda no pasó un curso escolar sin que un compañero de clases se fuera del país. Muchos de sus amigos en la adultez también salieron en balsa o por el Mariel. Incluso una tía suya había intentado emigrar en la década de 1950 por razones económicas; nada novedosas, pues Cuba tiene un saldo migratorio negativo desde 1930.

En cualquier caso, el nuevo éxodo del Período Especial se disparó en agosto de 1994, cuando el gobierno cubano decidió eliminar las restricciones para las salidas por vía marítima. Se lanzaron a la travesía más de 30 000 balseros. Nuevamente, se negociaron acuerdos migratorios y Estados Unidos se comprometió a conceder –esta vez como mínimo– 20 000 visas anuales; además, todo cubano que fuera capturado por el servicio de guardacostas estadounidense sería devuelto a la Isla. Sin embargo, Estados Unidos implementó, en 1996, la llamada política de “pies secos, pies mojados”, como complemento de la Ley de Ajuste Cubano, vigente desde 1966. Con esta, se daba “refugio” a los balseros cubanos que lograran pisar costa estadounidense.

“La migración es consecuencia, no causa”, dice Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana. / Martha Vecino

Para esa época Cuba había flexibilizado su política migratoria. “Había una crisis de valores y a Cuba no le quedó otro remedio que dolarizar la economía, reconocer las remesas y darle un peso diferente a la emigración… eso fue reconformando la relación familiar que se deterioró en los 60 y la visita de cubanos aumentó”, dice Aja. “Cambió la relación familiar y se impuso la consanguineidad por encima de la política y la ideología”.

En la década de 1990, los padres de Solernou visitaron Miami. Allí se reencontraron con familiares que no veían desde hacía más de 20 años. Luego regresaron a Cuba, donde pasaron sus últimos días. Antes de montar en el avión, dejaron en manos de un adulto, a petición de su hijo casi treintañero, un avión, un carrito y otras miniaturas: aquellos juguetes guardados por una promesa de niños.

La crisis es la misma para whatever people

–¿Que cuándo empezó la furia de irse? –se pregunta Amaury Hernández, distendido sobre un sillón del portal de su casa–. No sabría decir. Cuando me gradué en 2019, la gente aún pensaba en prepararse, terminar su servicio social.

–Creo que comenzó a partir el detrimento de la época de Obama –comenta Mariangel Pérez.

–No, con la “coyuntura” a finales de 2019 –dice Javier Cuadra, el mayor de todos, con 31 años–. Ya no había pollo, la cerveza empezó a subir de precio, colas por la gasolina…

–¡Las huelgas de boteros! –interrumpió Amaury, acordándose.

–Y en ese momento, todavía estábamos bien –retoma Javier–. Después sí vino la debacle de verdad. Pensé que era algo pasajero y gasté mis ahorros. Cuando aquello, aún no había renunciado a la leche, al puré de tomate, a la aceituna de vez en cuando… no había renunciado a mi estilo de vida.

Este grupo de amigos se sentó a conversar desenfadadamente de la situación migratoria cubana. Son colegas, también: arquitectos y diseñadores talentosos que han visto la decadencia de su poder adquisitivo –en otra época, por encima del promedio en Cuba– durante el último lustro. Recientemente, obtuvieron una mención honorífica en la quinta edición del prestigioso Concurso Internacional de Arquitectura MICROHOME, con un proyecto de módulos de viviendas autónomas para estudiantes.

–Es que fue un desespero –interviene Anabel Morales–. Mucha gente que vivía relativamente bien aquí, se asfixió y se fue.

–Gente con sus emprendimientos aquí, marquitas de diseño, estudios de arquitectura… de repente, mandaron todo eso a la mierda –rememora Javier.

–Algunas amistades emigraron, aun graduados, sin recoger el título –dice Anabel, quien se licenció después de Amaury.

–El proceso “asfixie” es toda una etapa del proceso de emigración –filosofa Amaury.

–Pero que tu preocupación principal sea cómo conseguir comida… eso, para mí, te destruye –dice Anabel–. Tú misma te preguntas a qué punto has llegado.

–La desmotivación subjetiva está más presente ahora. Ahora mismo hay trabajo de sobra, por la cantidad de colegas que se han ido. No está bien pagado, ni tampoco es el que sueñas hacer. Llega un punto en que te funde. Diseño una reja redonda, sin embargo solo hay barras cuadradas. Te cansas de pasarte la vida haciendo habitaciones de plywood. No hay perspectiva… Aun así, creo que sí hay oportunidades para crecer profesionalmente aquí. Puedes hacer carrera: una maestría en la universidad, llenar plazas vacías… –medita Javier.

–No es tan así –rebate su interlocutora– Porque yo quisiera montar un estudio de arquitectura aquí y no puedo por la ley.

–Sigo pensado que sí puedes crecer en tu profesión, lo que debes tener la convicción profunda, que ya casi nadie tiene, de querer quedarte aquí. Porque el tema económico es el mismo para whatever people –concluye Javier.

***

El Flaco, de 25 años, tomó la ruta de Nicaragua. Atravesó la cintura de América, algunos tramos en camión, otros caminando, siempre con la guía de un coyote que su prima cubanoamericana pagó. Se mojó los pies en un vado del río Bravo y, desde hace pocos meses, vive en Miami.

“Yo estaba agotado mentalmente en Cuba. Me levantaba todos los días sin deseo de vivir. Una vida sin emoción. Veía el reflejo de gente mayor que trabajaba conmigo, las colas, el hastío…todos los días moría algo de mí”, relató a través de un audio de WhatsApp el ingeniero hidráulico.

Francisco, con más de 40 años, también emigró por Nicaragua, no como El Flaco, que lo hizo solo, sino acompañado de su esposa y su bebé: “Mi motivación más grande a la hora de decidir irme fue la desmotivación que sentía. La covid-19 cambió el mundo y el país que entró en la pandemia no se reconocía cuando esta terminó. La crisis acabó por destruir cosas a nivel humano, terminó con lo poquito de escrúpulo que quedaba. A la gente le falta el picadillo y el perrito para comer, es verdad, también necesita otras cosas. Mi vida no iba a ningún punto: trabajar y ganar un sueldo. Entonces llegas el momento en que tu capacidad de soñar se vuelve casi nula. Me sentía así.

“Mi hija nació en medio de la pandemia y, a partir de entonces, empecé a sentir mucho más miedo del panorama cubano. Apenas me estrenaba como papá y el reordenamiento viró patas arriba nuestras vidas, la estampida de precios… estoy hablando del deterioro creciente de una sociedad que no sabes adónde va, no sabes a lo que tendrá que enfrentarse tu hija”.

Más de una cuarta parte de la población cubana supera los 60 años. La migración de jóvenes solo empeora este problema de envejecimiento poblacional / Yasset Llerena

Cristina, de 34, vive ilegalmente en Madrid desde hace cuatro meses. Salió de la Isla como acompañante de su pareja, quien contaba con una visa de trabajo para otro país de la comunidad Schengen. Al culminar el contrato laboral ambos cruzaron frontera terrestre.

“Hubo un tiempo pasado en el que no me planteé migrar, porque debido a la forma en que vivía, o tal vez la edad, no era mi prioridad. Una se da cuenta de que, después de tantos años de estudio y sacrificios para alcanzar algún objetivo, sin caer en nada ilegal o en contra de los principios, no puede avanzar como profesional, porque simplemente el salario no da. Ahora mismo, con la edad que tengo, viendo que el futuro de Cuba no avanza, me replanteé la prioridad de obtener una vida futura próspera. O por lo menos, cómoda”.

La carencia de expectativas, sueños, encauza la mirada de los jóvenes hacia otras latitudes. Sobre todo, cuando no encuentran en Cuba, más allá de cualquier bonanza económica, un proyecto de vida que los comprometa, que los haga más partícipes. “Hay que sumar a la población joven, no para que le digas lo que haya que hacer, sino para que esta te diga lo que hay que hacer, mientras esas cosas no sucedan…”, reflexiona Aja, desde una perspectiva más sociológica.

***

–¿Qué si he pensado en emigrar? Mira, si yo tuviera un buen salario, ni lo pensaría –aseguró Amaury.

–Yo me quisiera ir igual –opinó Javier.

–Yo también –secundó Anabel.

–Porque creo que, aunque ganara bien en mi trabajo, esto será un proceso cíclico –argumentó Javier–. Digamos que vuelva a tener cierta estabilidad: me haré ilusiones, pero quién me asegura que, dentro de 10 años, no vendrá otra crisis. Somos hijos de crisis. La anterior grande fue en el Período Especial y, en el trayecto hacia hoy, ha habido otras más pequeñas. Yo no puedo esperar, después de construir una vida, que me vuelva a coger un bajón.

–¿Y qué futuro le estarías dando a tus hijos? Uno incierto. No te da seguridad, ¿entiendes? Al final, es tu vida, tu futuro –apunta Anabel.

–Es como una sensación de desesperanza –retoma Javier–. Luchaste, te esforzaste, y de repente, se te mueve el piso por factores ajenos a ti. ¿Y entonces qué? A remar de cero. ¿Y cuántas veces voy a repetir el mismo ciclo?

El precio de los adioses

En criterio de Antonio Aja, los perjuicios de la emigración para el país ya son perceptibles. “Las cifras lo indican: no es exactamente que ‘todo el mundo se está yendo de Cuba’ ni ‘los municipios se están quedando vacíos’; estamos teniendo un déficit importante en los recursos laborales, en la población apta para trabajar, en los profesionales. Eso tiene un costo a mediano y a largo plazos que hay que suplir con medidas inteligentes”.

El profesor Juan Carlos Albizu-Campos, por su parte, considera que será después de 2030 que este déficit comenzará a resultar preocupante. Para el investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, a pesar de que cerca del 80 por ciento de los emigrantes son personas entre 15 y 59 años, en el país permanecen abundantes recursos laborales desaprovechados, expresados en una población en edad económicamente activa que no tiene empleo ni lo busca.

Así lo refiere el académico en el artículo “La salida como voz”, en coautoría con el demógrafo Sergio Díaz-Brisquet. En el citado material los autores alertan que, a largo plazo, el costo será mayor, pues Cuba confrontará “la realidad de una población con su estructura de edades en plena vejez demográfica”.

“Es plausible asumir –continúan– que, a pesar de los nexos filiales y personales, las preferencias familiares que forman parte de la política inmigratoria estadounidense no necesariamente serán utilizadas para beneficio de individuos de la tercera edad. [] Por ende, la emigración continua seguirá agravando, en lugar de aliviar, las consecuencias del envejecimiento demográfico”. 

Mas, las secuelas no son solo económicas.

Consuelo Martín, investigadora del Cedem, alerta en su artículo “Connotaciones sociales de la emigración” que, producto de este fenómeno, se impactan y transforman la estructura y funciones familiares, resultando comunes en la realidad nacional el incremento de la participación de mujeres en las migraciones, la vulnerabilidad de la infancia y los efectos sobre los adultos mayores.

La doctora en Psicología resalta la fragilidad del anciano al quedar solo por la emigración de sus hijos, encubriéndose muchas veces su sufrimiento con los beneficios económicos. “Se fractura su red de apoyo; siente que se queda más desprotegido, aunque tenga la compensación de una remesa monetaria”, sentencia.

Otro tanto ocurre con el estado emocional de los descendientes de padres y madres emigrados. La propia Martín, Leidy León Veloz y Patricia Arés Muzio, profesoras de Psicología de las universidades de Pinar del Río y La Habana, respectivamente, desarrollaron la investigación “Emigración de padres y madres, manejo sociofamiliar e implicaciones para hijos e hijas menores”, a partir de la experiencia de varios años de consultas.

De acuerdo con las especialistas, los menores de edad manifiestan cambios conductuales y emocionales, caracterizados por su notable agresividad hacia sí mismos o hacia los demás; expresiones frecuentes de ansiedad y angustia, así como poca acometividad para realizar tareas. Y es que –aclaran– resulta común que visualicen su futuro en un contexto desconocido, generando desmotivación y pérdida del sentido de las actividades que realizan. “Los hijos de emigrantes son, desde sus discursos y el de sus familias, emigrantes por transitividad, es decir, potencialmente emigrantes”.

Como Alejandro Solernou, muchas familias aprendieron a vivir con afectos a distancia / Yasset Yerena

A pesar de lo alarmante de estos estudios, varios expertos identifican un cambio del patrón migratorio en las dos primeras décadas del siglo XXI, hacia una combinación de temporalidad y permanencia, encontrándose múltiples motivaciones para el regreso.

“Se consolida la migración temporal y aumentan paulatinamente la migración de retorno y la circularidad migratoria, fenómenos que se acentúan a partir de enero de 2013, por los cambios generados en la política y legislación migratoria cubanas. En consecuencia, las regulaciones generan nuevas alternativas y oportunidades para que se incrementen el retorno y la migración circular junto a prácticas de relaciones transnacionales, con diversas formas de manifestarse”, detallan Antonio Aja y María Ofelia Rodríguez, investigadora del Cedem, en “Apuntes para la evaluación de la migración internacional de Cuba”.

Aja y Rodríguez explican que dichas políticas devienen urgencia ante la necesidad de atenuar los efectos negativos de la pérdida de los migrantes profesionales, considerando viable la implementación de una estrategia que estimule la circularidad migratoria, a través de diferentes vías, así como el retorno (implícito) del talento.

A su vez, el artículo “Crisis y migraciones desde un enfoque psicosocial de la vida cotidiana”, de las psicólogas Jany Barcenas, Consuelo Martín y Maricela Perera, da cuenta de la diversidad de experiencias que condicionan prácticas de retorno plurales.

“En sentido general –apuntan–, aunque muchos autores asocian la idea del regreso al fracaso y al no cumplimiento de los planes y expectativas iniciales, esta concepción responde a una visión estereotipada del proceso, que no siempre se corresponde con la vivencia de los protagonistas; lo más importante desde la perspectiva subjetiva”.

De esta forma, llaman a reflexionar sobre los posibles incentivos para el regreso, en sus diversas modalidades, trascendiendo el reasentamiento en los registros oficiales y expresándose en procesos que favorezcan el desarrollo personal y colectivo ante las elevadas cifras migratorias asociadas a una cotidianidad en crisis.

La Organización Internacional para las Migraciones recomienda que cuando las condiciones no son las idóneas para regresar de manera permanente, se recurra a formas innovadoras, como el retorno temporal y virtual. Para las autoras, en el caso de Cuba, esta alternativa es una propuesta importante.

“Gracias a los medios digitales, los nacionales pueden integrarse en el medio universitario y en las redes empresariales o profesionales del país de origen, aportándoles conocimientos y experiencia. En la actualidad mundial, cada vez con más posibilidades de interconexión, se hace más natural y cotidiana la movilidad de la población. Por esto, –afirman–  resulta imprescindible la incorporación de los migrantes a la vida pública de sus lugares de origen, como cooperantes en la búsqueda del mejoramiento de sus comunidades, instituciones de pertenencia y países”.

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6 comentarios

  1. Díganle a Antonio Ajá que la migración es consecuencia de la causa principal que es la insuficiencia económica de nuestro País desde hace muchos años y que ahora se ha acrecentado, bajos salarios que no cubren las necesidades elementales de un ser humano, inhumanas pensiones y jubilaciones a los viejos que dimos toda nuestra juventud para tener un futuro mejor en Cuba y no la miseria que tenemos hoy que no alcanza ni para comer, con los trabajos que se pasan para sobrevivir un día como hoy y desde hace muchos años, los jóvenes con disposición y decisión buscan otros países donde puedan realizar sus aspiraciones de vida y como dice el marxismo » las necesidades siempre crecientes de la sociedad » están privadas de cualquier satisfacción porque no hay nada con que resolverlas.
    Además, el que tiene ó puede resolver las necesidades familiares y personales, NO NECESITA EMIGRAR a ningún país donde siempre serás un extraño ó un extranjero.

  2. Excelente artículo, triste realidad de Cuba la bella, que los que nos hemos ido no hallaremos en ninguna otra parte, ni aunque la repliquemos con todo el oro del mundo, no hay como medir la ausencia de familia amigos y el terruño.

  3. Bien por bohemia al publicar estos artículos sobre la realidad nuestra, no podemos ocultar lo que afecta a nuestro pais y la prensa nuestra tiene esa responsabilidad, gústele o no a quienes tratan de estar de espaldas. No hay que renunciar a nuestro proyecto social, sino luchar por mejorarlo.

  4. My extrañado que Bohemia pueda publicar un artículo como este, siempre ha estado a espalda de la realidad de Cuba, la gente emigra porque en Cuba no hay futuro , tampoco hubo pasado , pero no hay futuro, o si hay, pero es aterrador , cada día mas en camino a la pobreza, la indigencia y la alabanza a desgobierno .

  5. BT si que es extraño que se vea publicado este articulo no hay que estudiar mucho la migrasion en Cuba para darte cuenta que es un problema economico agudizado por la gran inflacion ni con un salario de proporciones astronomicas usted suple sus necesidades basicas primero porq el producto no existe y si aparese no alcansa dinero alguno para adquirirlo a los jovenes no les queda otra alternativa que viajar a otros lugares donde seran extrangeros o migrantes menospresiados aunque su nivel cultural sea superior haciendo trabajos por debajo de su capacidad intelectual para alludar a sus viejos que quedaron aqui hay que analizar el punto de porq migramos sin mentiras ni adulaciones con la verdad de frente se han hechos cosas muy desacertadas y se siguen haciendo sin que nada importe esto no puede seguir asi hagamos un alto y tomemos entre todos una decision

  6. En el artículo el pie de la foto de Aja dice «“La migración es causa, no consecuencia” sin embargo en el texto dice «La migración es consecuencia, no causa”. Entonces uno de los dos está mal puesto, supongo que el pie de la foto.

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