Captar esencias secretas de la puesta en escena

Esta exigencia merece ser meditada por creadores y públicos interesados en audiovisuales verosímiles, creativos, portadores de pensamientos que nutren el ser y el acontecer de nuestras vidas   


“Necesito información, entretenimiento, veracidad, disfrute, pasarla bien, sin ningún estrés”. Al medio televisual se le habla como si fuera un espejo mágico o un miembro más de la familia, sí, con todas las implicaciones que esto conlleva. Los públicos diversos, participativos, piensan, discriminan y, finalmente, eligen determinado programa de acuerdo con sus expectativas.

De ningún modo puede ser de otra manera; en el convulso siglo XXI los imaginarios colectivos son el resultado de la recreación mediática desde diferentes puntos de vista. Aunque, sin duda, el antropológico presenta fuerzas inusitadas.

Según parece, todo interesa. La motivación aumenta al contar sobre Amores difíciles (Cubavisión, domingo, 9:45 p.m.). El programa cinematográfico propone conflictos de profunda repercusión humana. El guionista y director Rolando Rodríguez, junto a la asesora Mayra Lilia Rodríguez, seleccionan filmes clásicos y contemporáneos enfocados en mundos interiores, a veces saturados de angustias, dolores, presentimientos.

La reciente proyección del filme español Amantes removió inquietantes intimidades. Su guionista y director, Vicente Aranda, llamó la atención sobre dos grandes temas: la vida y la muerte. Cada uno, por separado, incita disímiles reflexiones. Él supo cuidar con esmero las calidades de la escritura, las actuaciones y el meollo de una historia escalofriante.

Buceó en la vida para llevar al subconsciente cierta interrogante poderosa: ¿en el arte la muerte es solo una necesidad dramática o constituye un valor de índole moral que destruye toda convención posible?

Aranda despejó la pregunta junto a su actriz fetiche Victoria Abril al revelar el éxtasis de la crueldad de manera natural. El discurso del relato estuvo permeado de lo trágico en lo trivial. Nada podía impedir el triunfo de un amor extraordinario, rico en erotismo, coraje y señales de violencia en quietudes aparentes.

Foto. / elmundo.es

Ningún plano fue inocente en el filme. El juego de las expectativas condujo los actos de descifrar miradas, azares, silencios. El hálito carnal revitalizó la intencionalidad de un director que supo lo que hacía y cómo lo hacía. Lo transmitió a sus actores mediante la inmanencia del alma. Ningún gesto o palabra podía sustituir las manos ensangrentadas de Paco (Jorge Sanz), el asesinato de Trini (Maribel Verdú) y el reencuentro definitivo con Luisa (Victoria Abril).

La puesta en escena de Vicente Aranda patentiza un rotundo compromiso con la artisticidad. Su sintáctica –cómo lo hizo–, constituye una clase magistral dirigida a creadores y públicos, incluso, activa conflictos pendientes de soluciones: algunas producciones audiovisuales cubanas fenecen porque no llevan a la pantalla el sentido de un pensamiento maestro en el lenguaje que utilizan.

La percepción artística no es solo un acto de reproducción, sino de co-creación. Existen creadores de talento y también espectadores de talento.

Conquistar el conocimiento exige estar en contacto con los nuevos territorios dominados por las zonas del saber donde agudos pensadores esgrimen teorías de notable importancia para nutrir el discernimiento en todas las etapas de la existencia.

Estudiar la imagen, todo lo que la connota y lo que de ella resulta en el mundo de hoy y el de mañana es una necesidad.

Estos tiempos de dinámicas mediáticas hacen recordar una máxima del sabio Aristóteles: “La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no copiar su apariencia”.

Lo sabemos, el consumo cultural es apropiación, recepción y uso. Los espacios de televisión tienen valores agregados. Cada producto demanda distinción simbólica, una manera propia de decir.

Siempre esperamos que nos ayuden a comprender las esencias de las cosas, y cuando se amplía la cosmovisión de cada ser humano, existe la posibilidad inmediata de estimular en el otro la capacidad de analizar.

A todos los expertos involucrados en el audiovisual les debe guiar un fin premeditado: convencer mediante la calidad artística. Hay que estudiar, estudiar y estudiar lo establecido para transgredirlo de manera verosímil, sin abandonar la púdica energía humanista.

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