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Celia, auténtica flor guerrillera

En la gesta de la Sierra Maestra liderada por Fidel Castro Ruz, las mujeres también alistaron su corazón. Un ejemplo palpable es el de la manzanillera Celia Sánchez Manduley, quien con su mochila al hombro llenó de huellas el lomerío.

Se convirtió en la primera mujer que empuñó un fusil, cuando con un M-1 batió al enemigo junto al Comandante en Jefe, en el combate de Uvero, el 28 de mayo de 1957. Al decir de Pedro Álvarez Tabío “fue para los combatientes la compañera, la amiga, la hermana, la madre en muchos casos. Desde esos primeros días se ganó el respeto y el cariño que hasta su muerte, sin excepción alguna, le profesaron todos los rebeldes”.

A los 12 años. Manzanillo, 1932. / fidelcastro.cu

La insigne guerrera nació el 9 de mayo de 1920 en el poblado de Media Luna, actual provincia Granma. Desde temprana edad se abrazó a las ideas políticas de su padre, el doctor Manuel Sánchez Silveira, miembro del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos). En el centenario del natalicio de José Martí participó junto a él en el emplazamiento en la cima del Pico Turquino, Sierra Maestra, de un busto del Apóstol.

Ese caudal de compromiso con la patria la animó a apoyar desde un principio al Movimiento 26 de Julio y creó un sólido aparato de colaboradores clandestinos en Pilón y zonas aledañas para apoyar el desembarco del yate Granma. Así, hasta los últimos instantes de su consagrada vida fue sin condiciones, fiel a la causa de Fidel.

Este 11 de enero de 2023 se cumplen 43 años de la partida física de la más hermosa y auténtica flor de la Revolución, según Armando Hart Dávalos. Llegue un merecido homenaje a través de los testimonios de un grupo de compañeras que la recuerdan con admiración:

Con su padre, en algún rincón de la cayería de la ensenada de Mora, cerca de Pilón, 1954. / fidelcastro.cu

La hoy general de brigada Teté Puebla, quien fungió como la segunda jefa del pelotón de las Marianas, y que antes se desempeñó como una eficaz colaboradora de Celia, testimonió:

“Se encargaba de organizar en la Sierra el funcionamiento no solo de los hospitales y las escuelas, sino también de la Comandancia General. Estaba al tanto de la situación de cada una de nosotras. Se ocupaba de la armería, el traslado de mercancías, los talleres de costura, los mensajeros, la labor de los arrieros. También las campesinas en aquellos parajes olvidados la veían como un pilar seguro. Si una mujer estaba pariendo en la Sierra, si un campesino estaba enfermo y había que llevarle un medicamento, se encargaba de eso. También al bautizar a sus hijos. Para los campesinos de la Sierra siempre fue como un familiar muy querido”.

Después del triunfo de la Revolución, su incansable labor llegó a todos los confines del país. Su impronta está latente en muchas obras donde siempre tuvo en cuenta un papel protagónico para las mujeres.

Lucy Villegas Oria tiene 89 años y con mucha emoción recuerda momentos inolvidables que marcaron su vida; bajo la atención directa de Celia dirigió distintos planes en la naciente Revolución:

Junto a Juan Almeida durante el segundo combate de Pino del Agua, 16 de febrero de 1958. / ENRIQUE MENESES.

“Nuestra mayor relación de trabajo fue al dirigir un plan especial que se llamó Campesinas No.2. Fue una idea del Comandante, consideraba que la mayoría de los campesinos que ayudaron a los bandidos del Escambray fue por temores y presiones. Decidió traer para La Habana a muchas de aquellas mujeres con sus hijos, que tenían presos a sus maridos por aquellos actos criminales. El objetivo era reeducarlas en el aspecto político y cultural y después irlas ubicando en distintos pueblos. Vivían en casas de Miramar con todas las atenciones sociales que necesitaban para que se fueran adaptando a la vida normal que iban a tener. Le pregunté que con quién iba a acometer la tarea porque para ello había que tener disciplina y me dijo: ‘Te voy a asignar a las Marianas que acaban de llegar de la Sierra y tienen la formación que se necesita’. Siempre con una visión acertada, estuvo muy atenta de la evolución de aquella tarea que me encomendó Fidel. También conduje un plan ganadero hasta que me designó para dirigir el parque Lenin.

“Era una persona de muchos detalles. Al contraer matrimonio, ella y el comandante Juan Almeida fueron los padrinos de la boda. Llegó al lugar, se dio cuenta que no había un fotógrafo y salió en persona a buscar uno. Gracias a ella tengo imágenes del momento. Era un ser brillante, tenía siempre una solución para cualquier problema. Fue una de las personas con quien más aprendí durante mi vida revolucionaria”.

Con las integrantes del pelotón de las Marianas en una visita al periódico Granma, 23 de agosto de 1967. / granma.cu

En el poblado granmense de Bartolomé Masó reside Laudelina Núñez Rodríguez. Guarda como una reliquia un grato recuerdo de Celia y de Fidel. Tenía 14 años al participar junto a sus padres en la primera reunión de campesinos que Fidel convocó en territorio rebelde, el 25 de mayo de 1958, allá en Vegas de Jibacoa:

“En un momento se escucharon los aviones enemigos y Fidel dijo más o menos así: ‘Cuando triunfemos, estos aviones que hoy están bombardeando y matando niños y personas indefensas, van a ser sus amigos, con ellos mismos vamos a producir un bombardeo, pero un bombardeo de juguetes y otros regalos para los campesinos de la Sierra’.

Como parte del pueblo, integrada a la zafra azucarera de 1966. / fidelcastro.cu

“Una mañana de sol radiante en enero del año 1959 sentimos sobre la Sierra Maestra el ruido de los aviones. Todos nos asustamos y mi mamá le decía a mi papá: ‘¡Ay Yoyo los aviones van a bombardear otra vez!’. Salimos a mirar y vi caer unas enormes cajas y le dije a mi papá: ‘¡Ay papá son los juguetes que Fidel nos manda, son los aviones que están tirando los juguetes!’. Salí corriendo y me apoderé de una caja. Al abrirla, lo primero que apareció fue una muñeca y escuché decir a mi papá: ‘¡Es tu muñeca, la muñeca que te mandan Fidel y Celia! ¡Ya no tienes que jugar más con muñecas de trapo!’ Todavía la conservo. Supe que ella ayudó a organizar aquel lindo gesto”.

En 1976 Celia matriculó la licenciatura en Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Partido Ñico López. Allí se encontró con viejos compañeros de la lucha insurreccional y formó un equipo de seis condiscípulos para estudiar juntos y preparar los trabajos de clase. Las reuniones de estudio se efectuaban en su casa. La combatiente Lilia Rielo recuerda:

“Si yo no podía asistir a las clases porque una niña se enfermaba, me las copiaba y me entregaba las anotaciones con la letrica de molde que tenía. Todavía guardo aquellos apuntes. Eran momentos que demostraban que nunca perdió el trato afable con sus compañeros de ideales”.

Terminó la guerra y a las mujeres que apoyaron en los campamentos rebeldes o combatieron, se les asignaron tareas diferentes en distintos lugares de la Isla, pero nunca se olvidó de ellas, con la preocupación de dónde están, qué hacen, cómo vive cada una. Edemis Tamayo, la Gallega, regresó a vivir a Oriente. Así narra algunos recuerdos:

“Apenas se enteraba que yo tenía una situación me mandaba a buscar y me sentaba en su casa: ‘A ver, dime cómo es esto, por qué estás así…’, como si verdaderamente uno fuera su hija. Ella se preocupó hasta de mis hijos: cómo los estaba criando, si iban a la escuela, si tenían cama, colchón. Que si no habían ido nunca a La Habana, al zoológico…

Celia, la mujer sencilla y consagrada. / fidelcastro.cu

“El papá de mis hijos no quería que yo trabajara. Vivíamos en el campo y muy mal, no sé con quién se enteró y me mandó a buscar. Saludó y me miró un poquito, pero era muy discreta, parece que me vio en una situación que ni me parecía a mí. Llamó a un compañero, me llevaron a una casa, me cambiaron el vestuario, me arreglaron. Luego me dijo: ‘¿Ya te viste?’. Le dije: ‘Ah sí, sí, ni yo me conozco’. Entonces me expresó: ‘Fíjate, no te dije nada al llegar, pero al marcharse de aquí, usted empieza a trabajar, y Gallega, yo no deseo verte jamás en la vida, en las condiciones en que te observé: No quiero saber que estás sin una ocupación laboral…

“Rehíce mi vida, comencé a trabajar inmediatamente al regresar a Oriente y volví a ser otra persona. Desde ese momento, mi existencia comenzó de nuevo. Eso partió de un consejo, de un llamado que me hizo.

“Celia era el alma y la esperanza de la Sierra. La esperanza de la gente era verla y hablarle porque solamente con su presencia ya uno se sentía bien aunque no todo se pudiera resolver”.

Para las mujeres que estuvieron junto a la primera guerrillera en momentos difíciles mientras afrontaban las balas enemigos en el lomerío, y para las que la conocieron en Revolución, la insigne guerrera es un paradigma. Fueron las manos jóvenes que tejieron un presente digno y siguen enarbolando bien alto la bandera de la Revolución Cubana.

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Fuentes consultadas

Celia, ensayo para una biografía, de Pedro Álvarez Tabío y entrevistas del autor.

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