Cita de ángeles

Las cosas que un Código no recoge, pero que sí articula el amor dentro de una familia cuando la semilla es bien plantada 


Ha transcurrido más de un año, mas es tan relativo y engañoso el tiempo que a muchos nos parece que fue ayer o que nunca sucedió.

Acerca de ello no hay quien le haga un cuento a Isabel Triana Ruiz, una adolescente que recién coronadas sus primeras 15 vueltas completas alrededor del sol sigue conversando diariamente con su padre: ese hombre maravilloso que, según consta en alguna certificación, dejó de existir físicamente por culpa del maldito virus del SARS-Cov-2.

Sabe muy bien Isabel que su caso no es único en el país, como también está convencida de que los seres queridos jamás fallecen; en todo caso los dejamos morir nosotros, si los olvidamos, y eso nunca va a ocurrir con su padre.

Por ello, diariamente, cuando se acomoda para hacer la tarea escolar en un extremo de la misma mesa donde suele sentarse a comer, levanta la mirada hasta la foto colgada en la pared, permanecen unos minutos mirándose con cierta picardía a los ojos (ambos), hasta que por fin ella rompe el silencio.

  • No me estés mirando así, con esa carita, porque ahora mismo vamos a hacer juntos mi tarea, ¿ok?.

Entonces siente que Rigoberto Triana desciende de la pared, la carga en peso y se la acomoda encima de las piernas, como hacía durante aquellos días cuando le contaba fantásticas historias, a pesar de ser un hombre más bien de poco hablar.

Lo cierto es que a cuatro manos, dos cerebros y un mismo latido empiezan a resolver el problema matemático, la revisión ortográfica de lo redactado por ella, el suceso histórico que la maestra recomendó profundizar…

  • Eso es, ya terminamos, pero quédate ahí, cuidadito con moverte, eh. Oyeeee, no cambias, siempre con el mismo apuro, trabajo, trabajo, trabajo… Los niños necesitamos tiempo y tú nunca me lo negaste, ni a mí ni a Riguito. Vamos, dame acá otro beso.

Y desde algún lugar, que es allí mismo, él se torna más adolescente que ella, a bordo de una sonrisa que su imagen reflejará nítida en el cuadro colgado en lo alto.

Y desde la sala del apartamento, en silencio, la mamá de Isabel no sabrá si reír con las ocurrencias de esa niña con estatura de mujer ya o si caminar hasta donde nadie respire siquiera la más leve brisa de un dolor que nada incinera, que nada sepulta.

Y desde mi interior pienso que estos apuntes, aparente o realmente tristes, son, sin embargo, hermosos, optimistas, reconfortantes… porque, como Isabel, no significan exclusividad.

Sucede igual en cientos o en miles de hogares cubanos, donde la muerte pudo haberle dado baja a un nombre y constar en alguna certificación, pero continúa de alta, todo el tiempo, el cariño que somos capaces de sembrar en nuestros retoños, ese cariño que nada mata, que jamás expira en el bombeo que minuto a minuto marca el paso de la vida en Cuba.

Comparte en redes sociales:

3 comentarios

  1. Sé que es triste, Regla, pero es así como lo lees. Y de esas cosas también debemos hablar o escribir de vez en vez. Gracias por tu comentario y por la sensibilidad que llevas dentro. Un abrazo para ti de todo el colectivo de Bohemia en esta Jornada por el Día de la Prensa Cubana y de todos nuestros lectores.

  2. Interesante trabajo de Pastor Batista, dedicado a un periodista avileño que lamentamos mucho su pérdida por la rabia de la pandemia. Gracias Bohemia por este recuerdo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos