Crónica recelosa

Cierra la puerta del auto, se ajusta el cinturón de seguridad y agradece al conductor. Él la mira, sonríe y sigue en lo suyo: conducir. La luz verde le hace un guiño y él presiona el acelerador. Ella lo analiza de reojo, tratando de que el recelo no se le note mucho.

El conductor debe rondar los 45 años. Tiene el porte del típico hombre que acepta adelantar a las muchachas —darles botella, como se dice en buen cubano—, y que no contiene el arrebato de preguntarles cosas incómodas, de sugerirles e, incluso, de mucho más. Va vestido con tenis deportivos, short beige y un pulóver de algún color que ella no recuerda. Los estereotipos, esos monstruos que nos rondan. El hombre ni le habla.

Recorren los primeros dos kilómetros cada uno inmerso en sus pensamientos. Él cambia el tema musical que rueda en el reproductor por uno romántico y otra vez ella sospecha. “Capaz que me lance alguna indirecta”, piensa, buscando en su mente qué cosa le va a responder a algo que ni ha pasado.

Sucia mente la de las mujeres, dirán. Mal pensadas que son todas. ¡Tan creídas! Groseras experiencias que hemos malvivido muchas, diremos. Demasiadas. Y, aun así, seguimos agitando la mano al borde de la carretera porque estas prisas nuestras, tan cubanísimas, tan agobiantes a causa de una transportación pública deficiente, nos obligan. No hay de otra. 

Desliza el dedo por la pantalla del celular mirando fotos y videos en Facebook, que van pasando sin detenerse, hasta que una noticia capta su atención: el homicidio de una mujer en Guantánamo. Otro. Horror. Tiembla en el asiento delantero del auto, conducido por un extraño. Demasiadas mujeres reportadas como desaparecidas en los últimos tiempos en el país, como Yeniset, la muchacha de Ranchuelo, cuyos familiares cuentan casi 300 días desde la última vez que la vieron salir de su trabajo; demasiadas muchachas muertas a manos de agresores escudados bajo el manto machista de los celos. Crimen pasional, dicen unos. Femicidio, corrigen los expertos. A ella los términos no le importan mucho. Es una monstruosidad, un asesinato. Eso es.

Debería haber algo, una pena mayor, qué sabe ella, para quien mate a una mujer así, porque le da la gana, porque se cree con el derecho sobre su vida, sobre su cuerpo. Sacar una pistola y pum. Se acabó. ¿Qué país, qué sociedad, qué ciudadanos estamos mal-criando? Una mujer con dos balas en la cabeza.

Si una se detiene a pensarlo, ser mujer no es fácil. Caminar con temor mirando hacia atrás por si alguien te sigue, sea de día o de noche. Terminar una relación porque ya no quieres estar en ella, ponerte un vestido más o menos corto, hacer un chiste, salir de noche… ¿Qué más? ¿Cuánto más sirve para justificar que un hombre salga a cazar a una mujer, viva o muerta?

Hace apenas tres días, dos tipos surgieron de la penumbra y persiguieron a una doctora que salía de su trabajo en Las Tunas. La salvó otra mujer, como mandada por Dios, montada en su bicicleta. Suerte. No debería ser el azar quien la protegiera. No debería, pero fue. Y al azar hay que ayudarlo con calles alumbradas, con sitios a donde una pueda acudir para que le brinden protección —no solo asesoría o consejo— si es víctima de acoso o amenaza. Ella sabe que en el mundo existen casas refugio para mujeres en situaciones de violencia, y se van a vivir allí para alejarse de alguna amenaza o peligro inminente. Lo “googlea”: “En 2019, en España había más de 90 casas de acogida, un recurso gratuito y público”, lee. También existen en Colombia y Chile. ¿En Cuba hay?, se pregunta. Jamás ha escuchado sobre eso.

—Sigo por 23 —le dice él, con la misma sonrisa amable, sin detenerse en su rostro, ni en su vestido, ni en sus piernas…

—¿Cómo? —pregunta, confundida entre la mezcla de pensamientos que se le cruzan.

¿Será gay? —se dice. Otra vez los estereotipos. Si un hombre te adelanta en su carro y no se mete contigo, ¿es homosexual? ¿Por qué no pensar que es respetuoso y fiel a su pareja, si la tiene, o que sabe que no tiene derecho a meterse contigo solo por hacerte un favor? Y, si es homosexual, pues, okey.

—Sí, voy en esa dirección. Gracias, de verdad —le suelta ella con total sinceridad y sigue leyendo en un grupo del Facebook sobre un reto, una broma que algunas mujeres le hicieron a sus esposos con un tal Paco, un supuesto amante inventado, con el fin de reírse de los celos de los hombres.

Las respuestas de ellos son una retahíla de acciones diversas, desde la diversión, pasando por la amenaza, hasta la agresión física. No sabe qué pensar. No entiende.

Debe bajarse del auto. Agradece. Del lado del volante, la misma amabilidad, sin excesos. Nadie sabe qué hay detrás de una primera impresión. Nadie. Y una mujer generalmente sospecha, más como andan los tiempos. Ojalá no necesitáramos caminar por la vida cual crónicas recelosas. Ojalá.

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2 comentarios

  1. Leí y apruebo mucho del texto, aunque cuando toca el término feminicidio plantea que quienes lo llaman así son expertos. Pero he leído a otras personas expertas que refieren crimen pasional.
    Me parece que eso desbalancea un poco el equilibrio que había logrado la autora.

  2. Debía la lectura del texto. Ya lo hice excelente como todos y este tema debemos tratarlo más en los medios si queremos visibilizarlo. Todavía resta mucho camino por andar lo sé por eso agradezco que lo hayas puesto en estas paginas.

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