Del puente a la borrasca
Foto. / rt.com
Del puente a la borrasca
Foto. / rt.com

Del puente a la borrasca

Hace semanas la excanciller germana Angela Merkel fue premonitoria al recomendar a Europa Occidental tomar en serio las palabras del presidente de Rusia, Vladímir Putin. Hacerlo, advirtió, “no es un signo de debilidad o apaciguamiento, sino una señal de sabiduría política.”

Y lo dijo con total conocimiento de causa una estadista responsable y respetada que conoce de primera mano al jefe de Estado ruso, con el que ha tenido infinidad de encuentros de tú a tú y a lo cortico, en virtud de una nada oculta identificación personal.

Es necesario, aconsejó la Merkel,  «trabajar en una arquitectura de seguridad paneuropea con la participación de Rusia y, aun cuando enfatizó que personalmente no apoya  la operación militar especial en Ucrania y la adhesión de Crimea en 2014, destacó el innegable papel del país euroasiático en los procesos globales de esta época.

Merkel, desde luego, habla por los alemanes sensatos y por todos los europeos del Oeste expuestos a los riesgos de una generalización de la guerra en Ucrania que tendría consecuencias horrorosas para esa parte del planeta y para el resto de la humanidad. Debería, por tanto, y en honor a su trayectoria, ser escuchada y tomada en cuenta por sus colegas.

Lo real

No obstante, es evidente que en el desastre desatado contra Rusia por Washington y la OTAN a través de Ucrania está siguiendo un curso equivocado para quienes lo atizan o se dejan envolver en él.

En lo más alto de las gradas, los Estados Unidos y la claque  hegemonista y bipartidista que signa hoy su política externa no mueven un dedo en favor de soluciones positivas y rápidas. La tónica es el enfrentamiento y la destrucción del gigante euroasiático (junto con China) a cuenta del desguace de ucranianos, rusos y, sin remordimiento, de toda Europa si es necesario.

Solo eso explica la conversión de Kiev en una daga antimoscovita mediante un golpe fascista, la entronización de nazis en los departamentos públicos, militares y de seguridad ucranianos, la agresión armada por ocho largos años contra las repúblicas rebeldes del Este, hoy sumadas oficialmente a Rusia, y los reiterativos e histéricos llamados de las “pretendidas víctimas del Oso Misha” a que se multipliquen sus arsenales, sus finanzas y se realicen incluso “golpes nucleares preventivos” contra el vecino oriental, que más de una vez ha asegurado –como nunca lo ha hecho Washington– que solo utilizará su poderío atómico en acciones defensivas.

El Kremlin, por demás, ha sido claro y diáfano. No va a ceder un ápice en la defensa nacional y ello incluye desde hace varios años a la recobrada península de Crimea, y de ahora en lo adelante también a las repúblicas y provincias del Donbás que aprobaron en reciente referendo su integración territorial con Rusia.

Del puente a la borrasca
El terrorismo contra Rusia tendrá el castigo correspondiente. En la foto, el puente de Crimea saboteado por Kiev. / rt.com

Mientras, del otro lado, la manipulación mediática hace que un senil Joe Biden anuncie el posible “Armagedón atómico” a manos de Moscú y que pocas horas después de semejante dislate el Departamento de Defensa aclare públicamente que “el presidente no cuenta con datos probados como para hacer esa afirmación ni existen evidencias de su posible concreción”, al tiempo que el mandatario francés,  Emmanuel Macron, declaro que “no es responsable” semejante aseveración de su colega gringo.

 “Debemos hablar con prudencia al comentar sobre estos asuntos”, dijo el líder galo, y agregó que siempre es recomendable no involucrarse “en la ficción política y, especialmente, cuando se habla de armas atómicas”.

Una guerra inútil

Dicen los entendidos en materia militar, y hasta la misma lógica, que bien poco valen los golpes tácticos si carecen de repercusiones estratégicas.

Y la conducta de la Casa Blanca con sus permanentes ventas de armas a crédito y con intereses a Ucrania, y el incentivo para que Europa del Oeste se embarque en similares trámites con el cuento de “preservar su seguridad amenazada desde el Oriente” no equivalen a otra cosa que alargar una historia de pérdidas y sufrimientos para los involucrados directamente en un cruce de fuego que tiene un final sabido.

Por eso suenan tan huecos los aires de victoria de días pasados porque algún que otro contingente militar ucraniano ocupó un espacio dejado por las tropas rusas a favor de un reagrupamiento estratégico indispensable.

O las olas de infundios triunfalistas cuando el terrorismo entra en funciones, como en el caso de la reciente voladura de tramos, entre Rusia y Alemania, de los oleoductos Nord Stream 1 y 2 o de una mínima porción del puente que une a Crimea con Rusia.

Y es que, para los observadores realmente objetivos, lo sucedido después, cuando los misiles hipersónicos rusos estallaron a metros de entidades gubernamentales y sobre cuarteles militares y de seguridad,  e infraestructuras bélicas y de apoyo en Kiev y otras localidades ucranianas  como respuesta a tales aventuras extremistas, son prueba fehaciente de lo que Moscú puede realmente hacer y no ha hecho porque no es de su interés hundir a una nación hermana convertida en rehén de intereses externos y de grupos locales de ultra derecha.

Horas antes del ataque, Vladímir Putin advirtió, como lo viene haciendo desde hace años ante la escalada de la OTAN hacia el Este y el golpe de Estado derechista en Ucrania en 2014, que “habrá repuestas contundentes” contra quienes amenacen la seguridad y la estabilidad de Rusia», incluido  el “régimen de Kiev, que se ha puesto al nivel de los más abominables grupos terroristas internacionales. Nadie debe dudarlo”, subrayó.

De manera que los “indignados” pronunciamientos occidentales que ahora reclaman por una presunta “escalada militar” del Kremlin están de más. Hablar de reacción desmedida cuando se milita entre los que ponen las armas para aniquilar al que se defiende suena demasiado hipócrita como para prestarles atención y darles crédito. Tiempo ha habido suficiente para recapacitar y de seguro aún en las actuales circunstancias ningún gesto racional sería rechazado. Pero cuando una ralea de prepotentes y afines solo admiten quemarte la casa por los cuatro costados con la familia dentro, no hay consideraciones que valgan. 

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos