Educar en valores ¿a quién le corresponde?

Lo que voy a contar ocurrió hace tan solo unos días en un P-12, pero, de seguro, usted también puede contar una anécdota similar. Era aproximadamente la una de la tarde y, además de sufrir el implacable calor de mayo, los pasajeros, apretados unos con otros, tenían que soportar las malas palabras y groserías que llegaban de un grupo de muchachos, vestidos con el uniforme de la enseñanza técnico profesional. Alguien les llamó la atención y tuvo que sacar los audífonos para evitar que la arremetida de sordideces lo dejase sordo.

No es casual. Ocurre con frecuencia en la calle, en una parada, en la playa o la cola de la bodega. Descortesía, maltrato e irrespeto pululan por doquier. “Mala educación”, dicen unos; “los muchachos están perdidos”, afirman otros.  Absolutizar no es bueno; en situaciones semejantes a las narradas también he visto a personas que ya pasan los cuarenta años.

El tema de la educación -o formación- en valores ha sido recurrente en las últimas décadas, no solo en Cuba, sino en el mundo, y ha generado numerosas investigaciones sociales por parte de pedagogos, filósofos y sociólogos. En nuestro país, luego del llamado Período Especial, los debates en torno al asunto fueron más intensos, a tal punto, que esa etapa se sitúa como punto de declive de algunos valores.

Tal como refieren distintos autores la educación en valores no corresponde única y exclusivamente a un individuo, entidad u organización en específico. Debe y tiene que existir una estrecha coherencia entre todos los factores socializadores que influyen en la formación del hombre.

La familia, la escuela, las organizaciones políticas, los medios de comunicación, en sentido general, forman parte indisoluble de ese amplio diapasón que contribuye a que el hombre crezca como un roble, en cuanto a valores se refiere.

¿Qué ocurre cuándo uno de esos eslabones falla? De seguro, el reloj no funcionará como se espera. Los estudiosos coinciden en que no es posible lograr, a nivel general, una correcta formación de manera espontánea ni por iniciativas aisladas. Hay que empezar a cultivarla desde la propia cuna. Es en casa donde se deben aprender las palabras básicas que abren todas las puertas y corazones: gracias, por favor, lo siento…Eso lo dicen los padres y los abuelos. Es en el hogar donde se fomenta la honestidad, la disciplina, la laboriosidad. Por ahí se empieza.

Al decir del reconocido pedagogo Gilberto García Batista, “los valores constituyen una guía general de conducta; se derivan de la experiencia, le dan un sentido a la vida, propician su calidad y están vinculados con la realización de la persona y el fomento del bien de la comunidad y la sociedad en su conjunto”.

La escuela, por supuesto, debe siempre iluminar.  El maestro tiene que ser paradigma, capaz de transmitir a sus educandos modos de actuación; cultivar a través de sus clases el patriotismo, el internacionalismo, la laboriosidad, entre otros valores. No siempre ocurre así, aunque quedan algunos buenos ejemplos. De la ejemplaridad y maestría pedagógica de los profesores ante sus alumnos depende que la educación cumpla el rol que la sociedad demanda.

Tal como expresó el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al concluir el Seminario de Preparación del Curso Escolar 2018-2019, “debemos asumir que el presente y futuro de Cuba pasa por formar personas revolucionarias, verdaderos patriotas, personas decentes, cultas, solidarias, emprendedoras, innovadoras, capaces de enfrentar adversidades”.

Más adelante añadió: “Debemos aspirar a recuperar la cortesía, el buen gusto, la cívica moral que siempre nos ha distinguido como sociedad y combatir todo lo que sea banal, vulgar e indecente”. Ese es el anhelo y en ese empeño, todos tenemos un granito que aportar.

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2 comentarios

    1. OSCAR RAMOS GRACIAS POR REPRESENTAR IDEALES NO DOGMATICOS HAY QUE UTILIZAR EL PROGRESO A FAVOR DEL DESARROLLO DE NUESTRO PAIS SIN PERDER LOS PRINCIOPIOS NUESTRO GRACIAS OTRA VEZ

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