El año del fénix
Foto. / entrejugadas.com
El año del fénix
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El año del fénix

Cierra 2022, que puso a prueba la inteligencia de tecnólogos y científicos ante un jaque desmedido. Ellos, al tiempo que disfrutaron sus grandes éxitos, ganaron nuevas experiencias que deben tener utilidad en el futuro de Cuba.


Tengo una ficha en la mano con la que puedo ganar. Puedo “pegarme” y también “trancar” el juego.

Aunque me fascina, no suelo jugar al dominó. Es quizás, y en eso se parece a la vida, el único juego de azar en el que se alcanza modificar el destino con la racionalidad del pensamiento.

Casi nunca tengo tiempo para dejarme seducir por ese ocio. Esta vez acepté la invitación de los socios del barrio gracias a un inesperado apagón y la imposibilidad de utilizar la computadora para escribir justamente este trabajo que usted ahora lee: en principio, unos apuntes sobre lo más relevante acontecido en Cuba en materia de innovación científica y tecnológica.

Con una neurona dedicada al placer y el resto intentando ordenar las ideas del texto, no iba saliendo bien ni una cosa ni la otra. Lo cierto es que después de estar perdiendo varias veces, mi pareja de juego y yo logramos ganar un par de “datas” y llegamos a este momento decisivo en que, empatados los dos equipos con 99 tantos, amenazo con una ficha en el aire: Depende ahora de mí reír la victoria… o llorar la derrota. El silencio es espeso, sideral, apenas roto por el taconeo de las hormigas.

Intento calmar el suspense con un sorbo de alcohol, todo un lujo hoy para un marrullero torneo vespertino bajo la sombra de un flamboyán. Caramba, en mi memoria no encuentro una crisis económica vivida en la que el camarada ron no hubiera acompañado al cubano promedio. Este año no ha sido así con frecuencia, por lo que se me antoja ese detalle como un indicador de cuán duro ha sido este período.

Despedimos 2022 y, vaya casualidad, mi “salida” (¿no debería llamarse “entrada” esa jugada?) fue precisamente con el doble dos, una serie numeral que no estaba cogiendo en las últimas partidas y con esta en contra me hicieron tocar la tabla vergonzosamente más de una vez. Es que para que todos puedan jugar con más oportunidades, las apiladas fichas en la mesa, como mismo la sociedad, deben recibir buena “agua”. Cansado de perder, eso hice.

“¡Candela!”, gritó un mirón cuando vio que mi doble lograba “pasar” a dos jugadores desde el mismo comienzo.

También gran cantidad de agua debió emplearse en la candela del accidente más grande de la historia tecnológica del país, un incendio de grandes proporciones en la Base de Supertanqueros de Matanzas que mantuvo en vilo, durante varios días de agosto, a todos los cubanos.

Quizás muchos pensaron que sería fácil controlar el fuego en aquel gigantesco depósito junto al mar con solo las artes y el coraje de los bomberos. Sin embargo necesitaron otros recursos intelectuales emanados de múltiples disciplinas científicas para intentar evitar lo que finalmente ocurrió, que se expandiera hacia otros tanques similares al primero, elegido este por el latigazo de una descarga eléctrica natural para incendiarlo y dar origen al drama nacional.

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El incendio de la Base de Supertanqueros de Matanzas se inscribe como la mayor tragedia ocurrida en una obra ingeniera cubana. / Jorge Luis Sánchez Rivera.

Todo el talento ingenieril previamente puesto en el diseño y construcción de la base, no fue suficiente para evitar la combustión de los cuatro inmensos cilindros contenedores de diversos combustibles, si bien se pudo frenar la expansión del siniestro hacia otras zonas de almacenamiento con depósitos menores. Estamos hablando del más importante almacén de hidrocarburos de la nación.

Mientras, especialistas cubanos y solidarios colegas de otros países intentaban domesticar el origen del fuego causante de una impresionante trenza de humo. Empero los efectos negativos empezaban a amenazar más allá del sitio de origen, donde también sufrían los barrios colindantes y se culminaba en tiempo récord la evacuación de la población.

La oscura humareda era fácilmente visible en varias provincias del occidente del país y sus efectos sobre la salud y el medioambiente de la región se hacían más preocupantes. Si se respira humo de incendio con petróleo, las complicaciones pueden provocar, digamos, derrame pleural (líquido alrededor de los pulmones), neumotórax (pulmón colapsado por la inhalación), infecciones bacterianas secundarias y otras nocividades.

Afortunadamente, los efectos no tuvieron serias consecuencias en las personas, según reportes del Ministerio de Salud Pública. Por su parte, las entidades del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente encargadas de las mediciones atmosféricas, no detectaron alarmantes variaciones en los indicadores.

Un gran dolor, eso sí, dejó el trágico suceso por los destrozos ocasionados, y más por los damnificados y heridos y, en particular, por la muerte de varias personas durante el cumplimiento de acciones para controlar el fuego.

Solo reconforta saber que la planta, después de saneada gracias al complejo proceso de retiro de los residuos de combustible y los escombros, ha iniciado su reconstrucción. Mas, esta vez se regirá por nuevas recomendaciones tecnológicas: desde diversos sistemas de nivelación del terreno con vistas a reaccionar eficazmente ante nuevas eventualidades, hasta una mayor distancia entre los nuevos tanques para evitar que un posible fuego en uno alcance al siguiente en un macabro efecto dominó.

A prueba la innovación

Las metodologías y los procedimientos, se sabe, son parte de la ciencia. Cuando no se cumplen al dedillo suelen convertirse en voluntarias o inconscientes indisciplinas tecnológicas, y a veces las consecuencias son fatales.

Sin embargo, no siempre es trágico el resultado, mas, en algunos casos puede eso esconder la ineficacia de un sistema industrial que se ha hecho obsoleto ante nuestras córneas y le hemos pospuesto su modernización.

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Los sucesos del hotel Saratoga han hecho repensar las metodologías tecnológicas de muchos sectores, a fin de dotar de mayor seguridad a las personas y las instalaciones. / Leyva Benítez.

Sé de lo que hablo: antes estábamos perdiendo el tope de dominó; hemos corregido el pensamiento y ahora estamos a punto de ganar.

Y lo sé, sobre todo, porque de no haberse modificado el sistema –o algunos subsistemas– de enfrentamiento a la covid-19, probablemente no fuera suficiente el puñado de vacunas conseguidas por los científicos cubanos.

Aunque nunca se ha afirmado oficialmente, por cautela, la expansión de la pandemia se ha logrado vencer casi totalmente. O eso parece. No obstante, se aprecia que la percepción de riesgo ha bajado y más dentro del escaso e ineficiente transporte público. A la vez, algunas de las enseñanzas recibidas gracias al peligro sanitario y los aciertos experimentados parecen haber quedado engavetados.

Es decir, aquello que parecía una evolución humana como anticuerpo social para enfrentar a los gérmenes y que se reflejó en el incremento del teletrabajo o del comercio electrónico, por solo citar dos ejemplos, poco se ha sostenido o perfeccionado.

Aun así, este año nos regocijamos con el éxito de nuestras vacunas no solo en la inmunología personal de cada cubano, sino al aprobarse esos fármacos en varios países para su aplicación masiva e, incluso, al recibir reconocimientos comerciales internacionales que demostraron el propósito de segregación existente contra toda ciencia hecha fuera de los laboratorios monopólicos.

Justo cuando el país escalonaba su sistema de vacunación y los ciudadanos comenzaban a disfrutar con confianza sus primeras salidas del protector Arca de Noé en que se convirtieron sus hogares en cuarentena, el 6 de mayo ocurrió una ruidosa explosión por gas en un céntrico y elegante hotel habanero.

Como en el de Matanzas, que aconteció precisamente tres meses después, el accidente del hotel Saratoga sumió en el sufrimiento a todos los cubanos –incontrolable si además mueren niños– y puso a prueba la capacidad creativa de las ciencias médicas, los procedimientos rescatistas, las tecnologías constructivas y hasta la modernización al galope de las comunicaciones sociales.

¿Qué probabilidades pueden existir para que dos grandes accidentes de origen industrial sucedan en tan corto tiempo? Aunque no se han dado a conocer públicamente los detalles técnicos de lo ocurrido en el Saratoga, sin duda entre estos se esconde algún exceso de confianza en la tecnología.

En un año de desgracias como este, no podía faltarnos un gran ciclón, un suceso cuyos efectos están cada vez más condicionados con la eficiente observación meteorológica, el estado técnico de los recursos, la eficacia de las metodologías de contingencia y las capacidades de resiliencia creadas.

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El paso del huracán Ian por Pinar del Río provocó severos daños, entre ellos la desconexión total del inestable sistema eléctrico nacional. / Jorge Luis Sánchez Rivera.

Y se hizo la luz

Hago girar en la mesa, en torno a su sobresaliente clavo dorado, mi ficha de nácar. De pronto ponen la luz y alguna grabadora que quedó encendida escupe una canción sobre motomamis y mujeres empoderadas, justo en este año en que las ciencias jurídicas han desarrollado un arduo trabajo para continuar modernizando el Estado y su legislación y otorgar, así, mayores derechos a sus ciudadanos.

Pero si algún sector tecnológico ha tenido que emplearse a fondo, si alguno fue desafortunado y, por tanto, vapuleado, ese es el energético. Y aun en tales circunstancias resultó ser admirado, en primer lugar, por los nervios mostrados y la inteligencia derrochada para sortear la crisis del sistema eléctrico, sin muchas alternativas financieras.

Desde años atrás, la producción y el servicio eléctrico empezaron a mostrar un proceso regresivo, debido fundamentalmente a la imposibilidad de modernización del sistema por razones económicas y, consecuentemente, el deterioro de su estado técnico. A fin de insistir en la satisfacción de la creciente demanda, los mantenimientos industriales, sin muchas posibilidades de sustitución de piezas, poco podían aportar al sostenimiento de la calidad. Para colmo, hasta un rayo con su descomunal descarga de electricidad estática, y accidentes que saltaban como muelles, se confabularon contra la desvencijada empresa. No pocos sospecharon entonces –luego fue descartado por las investigaciones– que podía estarse moviendo una palanca enemiga infiltrada.

Esto que se cuenta de un tirón fue, en la práctica, un calvario para los trabajadores, ingenieros y directivos de esa industria, quienes con aplomo se abocaron a buscar la solución y, con esta, la reivindicación moral. También lo fue para la dirección del país y, por supuesto, para la población, que se vio obligada a recibir indeseables apagones planificados. Para cerrar el bucle, la economía se vio lastimada, retardada, al no recibir el imprescindible recurso.

Nunca fue más agónico el sufrimiento que en septiembre, tras el paso del ciclón Ian por el occidente. Todo el archipiélago, durante varios días, quedó plenamente a oscuras, algo que parecía haber permanecido olvidado probablemente desde finales del siglo XIX.

El año del fénix
Por primera vez, Cuba utiliza casi una decena de plantas generadoras flotantes, una tecnología que ha venido a complementar la producción de electricidad demandada. / Ismael Francisco / cubadebate.cu

Entonces los especialistas apostaron por algo que personalmente considero muy audaz: descentralizaron el sistema en tres regiones para poder satisfacer, con las capacidades existentes, cada tercio. Apelaban, de paso, a una filosofía que en el mundo empieza a reconsiderase para los sistemas eléctricos y otros fuertemente interconectados. Un bien que en ocasiones puede actuar en su contra.

Es decir, la centralización muchas veces solo es fuerte cuando es flexible.

Aquel momento, como mismo yo ahora con una ficha de dominó entre mis dientes, podría considerarse como el antes y el después de la crisis energética. Desde entonces se aplicaron varias medidas para estabilizar el servicio, entre ellas la conexión, al sistema nacional, de siete plantas termoeléctricas flotantes, procedentes de Turquía.

Vistas con su carnaval de luces entre pleamares y bajamares nocturnas, en la bahía habanera compiten estos peculiares navíos en belleza con los cruceros que empiezan a llegar para alentarnos el deseado optimismo económico.

Gracias a la luz de los iluminados tecnólogos, la crisis eléctrica ha empezado a ceder y los apagones son menos frecuentes, aunque suceden todavía imprevistos que solo se tendrán a raya con la total modernización y diversificación del sistema. Ha vuelto la corriente y ya es hora de trabajar mi texto comprometido. Voy a poner mi ficha en la mesa, que es el dos-tres, y con mi azar supondré si en 2023 voy a ganar o perder el juego.

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Un comentario

  1. Hermano: te la comiste; excelente trabajo. Mantiene el ritmo de principio a fin. Buena utilización del nada despreciable: el juego de dominó. Te felicito en lo personal, me gustó mucho..

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