El bombero fotógrafo ante la inmensidad del desastre

Cada vez que una situación de emergencia demanda de sus servicios, Vladimir Zayas Varona cambia su uniforme de taxista por el de bombero. Él pone sus manos y su talento para la fotografía a disposición del Comando Nacional Especial Número 15, de Salvamento y Rescate, de La Habana.


No hacía mucho que había apagado la luz de la habitación. Necesitaba que los niños finalmente se durmieran para terminar sus tareas del día. El viernes había sido larguísimo, pero lejos estaba de imaginar lo interminable que le parecería el sábado.

Vladimir Zayas Varona, El Vladi, chofer de TaxiCuba, había salido a cumplir con varios recorridos y demoraba en regresar. A ella le quedaban algunas cosas pendientes en la cocina, pero los ojos se le cerraban. El sonido de la notificación del WhatsApp la despabiló: “Cárgame las baterías de las cámaras”, le pidió en un audio y le explicó cómo encontrarlas. ¿Y eso, qué pasa?, quiso saber la esposa de Vladi.  “Nada, que me gusta tenerlas cargadas”. A Laura le pareció un poco extraña la solicitud, aunque en el fondo imaginaba las razones.   

Vladimir participó también en las labores de salvamento y rescate llevadas a cabo luego del accidente en el Hotel Saratoga, en mayo último. / Iroel

Ernesto y Lucía dormían placenteramente cuando Laura cumplió la petición del esposo y se volvió a acostar, muy cerca de los niños. No recuerda bien la hora en que llegó; serían pasadas las once de la noche.

—¿Viste lo de Matanzas? —preguntó él, después de despertarla con un beso.

—Algo, sí –susurró ella, todavía adormilada–. Vi algo en las redes.

No hacía falta decir mucho. Hay códigos que solo ellos comprenden. Y ocho años viéndolo ajustarse el uniforme negro con franjas amarillas son suficientes para saber. Vladimir se alistó, agarró sus pertenencias, las baterías, la cámara, les dio un beso a sus hijos, abrazó a su esposa a la salida de la casa y le pidió que estuviera tranquila.

“Tuve miedo, me puse nerviosa, pero él prometió que se iba a cuidar”, dice Laura Odriozola González, quien se aferra siempre al compromiso que tiene su marido con ella de regresar, y regresar vivo.

Un rato después de las cinco de la madrugada, el timbre del teléfono móvil la hizo saltar de la cama: “Estoy bien. No te preocupes –le dijo del otro lado de la línea–. Hubo una explosión, hay bomberos desaparecidos. Estoy bien”. 

***

Vladimir Zayas Varona tiene 35 años y pertenece al Cuerpo de Bomberos de Cuba, como voluntario, desde ocho años. Cada vez que una situación de emergencia demanda de sus servicios, cambia su uniforme de taxista por el de bombero y se pone a disposición del Comando Nacional Especial Número 15, de Salvamento y Rescate, de La Habana.

En los últimos tiempos, su misión fundamental no ha sido la contención de las llamas o el rescate de víctimas, sino documentar la labor de sus compañeros a través de la fotografía. Pero no siempre ha podido mantenerse impasible detrás del lente. 

Dice Vladimir que “cuando la cosa se pone un poco fea, hay que soltar la cámara y trabajar como bombero, pues antes de ser fotógrafo ya tenía la formación y los conocimientos”, los cuales adquirió en el Comando 5, del municipio habanero de Plaza de la Revolución.

Integrantes del Comando Nacional Especial Número 15, de Salvamento y Rescate, junto a bomberos venezolanos, el martes 9 de agosto, momentos antes de entrar a la “zonaroja”. / Vladimir Zayas

En la madrugada del 6 de agosto último, durante el incendio de la terminal de supertanqueros de la zona industrial de Matanzas, no tuvo mucho tiempo para elegir.

“Segundos antes del colapso del primer tanque, percibí que las llamas estaban creciendo, había aumentado un poco la velocidad del viento y eso me llamó la atención –recuerda–. Aproveché para hacer algunas fotos porque con las llamas tan vivas salían mejores imágenes, pero de pronto vi que el tanque que estaba combustionando empezó a rajarse y a emanar el combustible de él. El nivel de las llamas aumentó terriblemente y los jefes dieron la orden de evacuación. Todo el mundo tenía que salir de aquella área”.

El fotógrafo agarró fuerte la cámara y echó a correr. A su lado vio a otros bomberos y a integrantes de la Cruz Roja luchando por ponerse a salvo.

“La temperatura empezó a aumentar muchísimo más y se puso una claridad tal, que parecía eran las doce del día, como si hubiera habido un sol bien fuerte –relata–. Corrí hasta que logré guarecerme detrás de otro tanque de combustible, a unos doscientos metros de donde estaba antes. Ahí quedé solo y aislado, y no pude hacer mucho más.

“A partir de ese momento, solo tomé dos o tres fotos. Guardé la cámara y comencé mi labor como bombero, pues sabiendo que había víctimas en el lugar, la prioridad era salvarlas. Minutos después llegaron otros compañeros y nos organizamos para elaborar un plan de exploración, pero fue imposible acceder al sitio donde probablemente estuvieran las víctimas a causa de las altas temperatura y la radiación de las llamas”.

Este equipo, similar a un cañón, es un pitón monitor, que se utiliza para lanzar chorrosde agua con mayor volumen a una amplia distancia, para evitar que los bomberos se expongan menos durante las labores de extinción. / Vladimir Zayas

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Sus imágenes de la madrugada de aquel sábado son impactantes: El fuego dominando al hombre. La pequeñez de lo humano frente a la furia de las llamas. El costo de un desastre tecnológico visto a través de la lente. Llamas creciendo hacia lo alto y los bomberos tratando de aplacarlas. 

—¿Cómo se sentía el ambiente cuando hiciste esas primeras fotos?

Había mucho calor, y era diferente al que se siente en otro tipo de incendio. La temperatura estaba muy alta y los bomberos pasaban un poco de trabajo para cumplir con su labor. Para mí también resultaba muy complicado hacer una foto, buscar un encuadre, una composición. Las manos se me quemaban, sentía que la temperatura era muy alta.

“El ánimo de los muchachos y de los jefes era de echar pa’lante, de trabajar, de que había que apagar ese fuego de alguna manera. Hasta el momento del colapso del tanque todo fluía bien, trabajaban sin parar. Se rotaban los turnos de trabajo para pitonear, que es la acción de aguantar la manguera y echar agua, y se hidrataban tomando bastante líquido”.

—Los minutos después del colapso fueron terribles. ¿Cómo los viviste tú?

Estar en un lugar donde sabes que pudieron haber fallecido algunos de tus compañeros, y más en esas condiciones, es sumamente difícil. Aquel momento fue muy doloroso. No podíamos entrar a rescatarlos; era súper complicado para nuestro pequeño grupo que quedó medio aislado; estábamos dispuestos a evacuarlos, pero era imposible.

Durante el proceso de enfriamiento de algunas zonas, durante el martes 9 de agosto. / Vladimir Zayas

—¿Por qué escogiste hacer fotografías de bomberos y rescatistas, si puedes tomar imágenes en situaciones de menor riesgo?

Lo que me motiva a hacer este tipo de fotografía es que puedo unir dos de mis pasiones: el trabajo de los bomberos y la fotografía. Me gusta mucho el fotorreportaje, y la oportunidad de vincularlo a esta actividad me parece fantástico. Cada cosa tiene su riesgo en la vida. Creo que, mientras me cuide y cumpla con todas las normas de seguridad, esos riesgos se minimizan.

—¿Cómo lograste convertirte en fotógrafo del Comando Nacional Especial Número 15, de Salvamento y Rescate?

Estudié en la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle, donde pasé varios cursos y me especialicé en el fotorreportaje. Como ya era bombero voluntario desde antes de convertirme en fotógrafo, pedí autorización en el Cuerpo de Bomberos de Cuba para hacer este tipo de fotos, me autorizaron y desde entonces es lo que más hago con ellos.

—¿Cuán complejo es tomar buenas imágenes en medio de un incendio o de cualquier otro desastre?

Este servicio, en particular, fue muy difícil. Tenía experiencias anteriores, como tras el tornado de 2019 en La Habana y la explosión del Hotel Saratoga, pero ninguno como el incendio en Matanzas. Desde el punto de vista fotográfico, es muy complicado lograr una correcta exposición y buena composición. A veces, en las redes sociales, se ven fotografías de bomberos súper bien expuestas, pensadas, pero la mayoría son de escenarios preparados, de entrenamientos, donde todo es mucho más fácil.

“Las personas u otros fotógrafos me preguntan por qué no me puse por aquí o por allá. Es muy fácil decirlo, pero con calor, con agua cayéndome encima o alrededor de mí, con pedazos de escombros por todas partes… eso es sumamente difícil”.

***

La madrugada del miércoles 10 de agosto, cerca de las 2:00 AM, el chat de WhatsApp de Vladimir indicaba que se encontraba “en línea”. Acababa de regresar al lugar donde iban a dormir los bomberos, después de un día de combate frente al fuego, en la base de supertanqueros.

“La experiencia de hoy fue un poco más calmada –escribió en respuesta a una pregunta que había quedado pendiente desde temprano–. Se trabajó en tratar de extinguir algunos fuegos que todavía existen en el lugar y en seguir avanzando. Se recuperó bastante terreno. Todas fueron labores de extinción. Este tipo de faena consiste, básicamente, en tirar muchos tramos de manguera, lidiar con el calor y echar agua”.

—¿Cómo fue regresar allí, el martes, después de aquella madrugada tan dura del sábado?

Una de las cosas que más me impresionó fue la cantidad de crudo de petróleo que había estado hirviendo en muchos lugares, como si fueran pequeños cráteres con lava volcánica. Es cierto que el incendio de grandes proporciones fue impactante, pero lo que más me ha afectado es la pérdida de nuestros compañeros.

Del otro lado del chat de WhatsApp, en la noche matancera que parece un poco más en calma, Vladimir no disimula el bostezo. Durante esa jornada anduvo con su cámara a cuestas, tomando cuanta imagen retratara la lucha de los bomberos por aplacar el ardor en la base de supertanqueros; pero también guardó su Fuji Film y relevó en el pitón a algún compañero fatigado por tantos días de trabajo y tensiones. Ante su cansancio, envío una última interrogante, que no contestará hasta muy entrada la tarde del día siguiente, después de haber regresado de Matanzas y de haber recorrido solo él sabe cuántos kilómetros, como parte de su trabajo como taxista. 

—Durante situaciones extremas, a veces los fotógrafos se enfrentan a dilemas éticos. En el caso del accidente en Matanzas, las fotos de cascos, botas, y otras pertenencias quemadas que han circulado en las redes sociales han recibido muchas críticas. ¿Qué piensas sobre eso?

Creo que, ante cualquier situación en la vida, uno debe ser buena persona. No puede ser que, por hacer una buena foto y ganar cualquier tipo de reconocimiento, el fotógrafo cause algún tipo de perjuicio a los familiares de las víctimas. Yo he hecho fotos muy duras y simplemente las entrego a la Jefatura del Cuerpo de Bomberos, donde las guardan en sus archivos fotográficos, pero no las publico en las redes sociales. Siempre trato de no herir los sentimientos de los familiares de las víctimas.

***

Solo Vladimir y Laura saben cómo se las ingenia él para que el tiempo le alcance. Hacer todo lo que le gusta y cumplir con sus deberes de padre es mucho más complejo que lograr una buena composición y un buen disparo con la cámara, en medio del desastre. Dice la esposa que tienen montado un sistema de relevos y mientras ella sale a trabajar, él la respalda en casa. Después invierten los papeles y el engranaje funciona. Lo más difícil es lidiar con los temores ante los peligros, cuando sale a laborar el bombero fotógrafo. Para eso, Laura tiene también su estrategia.  

“Trato de no pensar mucho en los riesgos y no lo llamo constantemente porque quiero que se concentre en lo que está haciendo, que no se preocupe por las cosas de la casa –confiesa–. Tenemos un sistema que funciona: no dejamos que pasen más de siete horas, como máximo, sin que sepamos uno del otro. Siempre nos dejamos algún mensajito. Eso para mí es suficiente.

“Es imposible que no tenga miedo de lo que pueda pasar, pero es una mezcla de sentimientos, porque también siento mucho orgullo de lo que hace, de cómo va a ayudar a los otros. Y eso me reconforta”.


CRÉDITOS

Autor: Liudmila Peña

Diseño. Yissel Alvarez Dieppa

Edición de audio: María Victoria Bahler

Audiograma. Laura Patricia Ruiz

Edición web: Mariana Camejo

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