El gozo supremo de crear

Lideraron estilos, tradiciones, aportes y hallazgos durante una cita que es obligada e imprescindible para seguir descubriendo valores y magisterios, así lo confirmó la edición 38 del Festival Internacional Jazz Plaza


Ya lo sabemos, en cualquier cultura rica la novedad abunda porque el ser humano da riendas sueltas a la inventiva, despliega la inteligencia y establece asociaciones quizá poco usuales.

¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Quiénes somos? Una, otra vez, estas interrogantes fueron interiorizadas por músicos y públicos, ambos heterogéneos, durante la edición 38 del Festival Internacional de Jazz en La Habana y Santiago de Cuba. Instrumentistas de más de una decena de países demostraron su talento y magisterio avalados por obras y aportes esenciales.

Hay que interpretar la cultura como proceso, no se pueden desgajar ramas o simples atisbos de renovaciones. Infinitas emociones despierta el análisis que generaron conciertos, conferencias magistrales, homenajes y tributos.

La hibridez de nuestras músicas, sí, en plural, lideró sin segmentaciones antagónicas. Lo cierto es que el jazz cubano y el de otras naciones buscan en esencias imperecederas. Lo demostraron los argentinos Rodrigo Sosa y Chango Spasiuk, la diva Omara Portuondo y el virtuoso Alejandro Falcón, quienes asumieron el lenguaje ancestral de la quena, el poder de la integración, la pluralidad, los bríos de la mezcla de huellas, al recrear Yo vengo a ofrecer mi corazón y otros títulos que sacan a la luz una verdad irrebatible: cada vanguardia no hace otra cosa que intensificar el cambio para crear una nueva actualidad formada por tradiciones, pero con otro orden y múltiples significaciones.

Rodrigo Sosa y Omara Portuondo compartieron un emotivo diálogo musical.
El argentino Shango Spasiuk recreó los colores y las atmósferas del folclore de su país.
Rodrigo Sosa y Alejandro Falcón han mantenido una colaboración durante 10 años.

Ciertamente, el Festival demostró que no solo hay que escuchar, disfrutar, pasarla bien, cuando compositores e intérpretes despliegan su imaginación y los saberes bien arraigados. Debemos reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el convulso siglo XXI: en el liderazgo del todo, de los géneros y de los estilos están presentes muchos motivos, elementos técnicos, filosofías de vida, disciplinas formativas, de academia y encantamientos inexplicables. El “sonido” del jazz es una entidad propia devenida mensaje artístico.

Germán Velazco desplegó su calidad interpretativa durante el homenaje a José Luis Cortés.

Lo dejó bien establecido el estelar maestro Germán Velazco en el homenaje a José Luis Cortés, El Tosco. En esta ocasión se sintió el protagonismo de una figura que ya no está físicamente, pero es imprescindible en el universo de la cultura musical cubana. De nuevo hay que reflexionar sobre el sentido de un tributo, en el que estuvo presente la síntesis y la reinterpretación de su legado valiosísimo. Descollaron Mandy Cantero y Alexander Abreu, cada uno a través de perspectivas diferentes en el arte de la improvisación. Ambos demostraron un requerimiento indispensable: hay que estudiar. Ellos lo hacen de manera consciente. Otros intérpretes se limitan, le piden a los espectadores que acompañen un estribillo sin estructurar un discurso improvisatorio, este exige tener en cuenta la polirrítmica, los cambios de tempos y ritmo.

Nunca lo olvidemos, el jazz es una música de sutil complejidad y riqueza no solo melódica, sino también armónica, rítmica y polifónica. Imposible dejar sepultados en la memoria un recuerdo esencial: el primer instrumento de factura europea que improvisó en la música cubana fue el piano, más tarde lo hicieron la flauta danzonera y la trompeta de Lázaro Herrera en el son.

De todo esto son conscientes los artistas de Cuba y otros lares, los que residen en la mayor de las Antillas y en diferentes países del mundo. Nombrarlos uno a uno es imposible. Había que verlos, escucharlos, interpretar sus aportes en los escenarios y las clases magistrales.

Emocionó la calidad improvisatoria de Mandy Cantero.
Lázaro Cortés rindió homenaje a su padre José Luis Cortés.

Dicho quehacer debe seguir despertando el interés de las casas discográficas y el valor de las investigaciones de carácter patrimonial que siempre descubren lo que el gran maestro Bobby Carcassés defiende: lo autóctono y el espíritu de innovación.

Vivir intensamente lo aprendido por jóvenes y consagrados demanda intercambiar ideas, pensamientos, contribuciones que evocan planteamientos de Chano Pozo, Leonardo Acosta, Ernán López-Nussa, otros clásicos de ayer y de hoy.

El gozo supremo de crear necesita alimento a diario. Hay que conocer los estilos afrocaribeños cultivados en Cuba y Puerto Rico, el jazz hot afronorteamericano y las culturas creole de las Antillas francesas. En fin, lo que ha llegado y lo que se reinventa en las vertientes cultas y populares sin distancias ni omisiones.

Siempre cubanísimo, Alexander Abreu.
Robertón hizo gala de su ingenio interpretativo.

Los medios de comunicación audiovisuales, en especial el Canal Clave, deben mantener vivo el jazz no solo a propósito del Festival, sino de manera presencial, sistemática. Las posibilidades expresivas de este y otros géneros contribuirán a nutrir un factor imponderable: el buen gusto.

Aprender a escuchar, de esto se trata. Así percibiremos el contraste, el balance y el empaste entre las distintas secciones de una orquesta, el empleo de los recursos armónicos y orquestales más contemporáneos, sin desvirtuar la melodía ni afectar la fluidez rítmica interna de cada pieza. Lo probaron de manera exquisita Arturo O´Farril, Yasek Manzano, Nachito Herrera…y, por supuesto, dejaron el camino abierto al conocimiento que nunca se agota.


Fotos. Leyva Benítez

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