En busca de luz propia
Fotomontaje. / Fabián Cobelo
En busca de luz propia
Fotomontaje. / Fabián Cobelo

En busca de luz propia

Siempre se ha hablado de soberanías: territorial, política, económica, hasta alimentaria… La primera, permite a una nación ostentar su propio color en el mapa. Y si la segunda es la capacidad de gritar sus razonamientos, la económica es el músculo de un Estado.

Últimamente, en la calle y en los medios, otra soberanía gana mayor atención, la energética, y si bien no es tema nuevo, sale a relucir principalmente cuando arrecian apagones inesperados, “planificados” y “rotativos”, cuando la soga aprieta el cuello.

Podríamos concluir semejante tema afirmando que en Cuba nunca ha habido soberanía energética. Fin. O empezar argumentando que desde hace más de un siglo, el país depende de la importación de combustibles fósiles para abastecer su sistema electroenergético. Ya es hora de encontrarle un derrotero distinto.

Si en un hipotético libro de historia sobre el alumbrado cubano señaláramos con el dedo las páginas sobre la crisis económica y los rudos apagones de los años 90, estaríamos tocando las líneas de raciocinio que despertaron –porque la necesidad obliga– la consciencia de alcanzar la dichosa independencia energética.

Tres décadas después, tras el bajón económico y los cortes de luz que impiden reflotar, semejante reflexión tomó cuerpo nuevamente durante la segunda Feria Internacional de Energías Renovables, acaecida en La Habana.

Ahora mismo, el país no puede desarrollar sus propias tecnologías, pero busca obtener nuevos conocimientos sobre dichos particulares o complementar los que ya posee. Sobre todo, necesita encontrar inversiones extranjeras que permitan despegar a la nueva industria y derivar en posteriores transferencias tecnológicas. Sin ambages, la feria expresó tener esos objetivos.

Allí el ministro de Energía y Minas, máster en Dirección de Empresas Liván Arronte, vaticinó un futuro donde el sistema eléctrico nacional estaría alimentado, en su totalidad, por energías verdes. Tal es la pretensión del Gobierno cubano: reconvertir la matriz de generación eléctrica hacia fuentes limpias, sostenibles y tecnológicamente eficientes, de acuerdo con los sueños de soberanía energética y aterrizada a un territorio, como es esta isla caribeña, pobre en hidrocarburos.

Hoy, afortunadamente descartada la combustión del carbón, sin energías nuclear, geotérmica o hídricas de importancia, resulta casi absoluta la dependencia del crudo de petróleo por parte del país.

De ahí que las fuentes renovables resulten indispensables, aunque hoy ocupan un lugar casi insignificante dentro de la oferta energética de Cuba, con un aporte de aproximadamente cinco por ciento del total de electricidad producida. Hace una década, esta proporción era casi la misma (en 2012, la contribución de las fuentes de energía renovables era de 3,8 por ciento) y se calculaba que para los días que corren el aporte al total se hubiera al menos triplicado.

Ese aparente estancamiento se explica, a tenor con los datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), con la tendencia decreciente de la producción eléctrica a partir de la biomasa cañera. Y si bien desde entonces las zafras azucareras cada vez son más pobres (por tanto, aportan menos electricidad los centrales durante la molienda), en contraste ha estado aumentando considerablemente la generación por fuentes fotovoltaicas.

Aun así, el gobierno se trazó como meta que, para 2030, las fuentes renovables suministrarían el 37 por ciento de electricidad a la red nacional, un primer paso para transformar completamente la matriz energética del país. Habrá que juzgar en cada minuto si la economía doméstica, las inversiones extranjeras, las medidas coercitivas contra el país y el acierto de las decisiones puntuales tomadas permitan llevar sobre rieles el desafío de alcanzar tal soberanía.

Eso sí: el sol, los vientos y el agua no bastan. Es necesario, además, incrementar la autonomía tecnológica –o soberanía tecnológica, por qué no– para no solo aspirar a la producción endógena de equipos, hidroeléctricas y parques eólicos o fotovoltaicos, y el mantenimiento tanto de la red que deberían abundar en el futuro. También debe conseguir que los científicos y tecnólogos del país sean capaces de generar la optimización de los procesos, e incluso, nuevas patentes, una ambición posible dada la preparación de los profesionales del país y el ejemplo vertido, digamos, por los productores de vacunas.

Si el país no se propone salir de sus crisis usando todo el potencial que tiene a mano, difícilmente encuentre el manojo de soberanías que necesita para gritar sus razonamientos, ejercitar sus músculos o tener un color propio en el mapa de un mundo signado por el conocimiento.

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2 comentarios

  1. Coincido completamente contigo; es hora de que Cuba haga valer su potencial científico técnico en el campo de la energía, a través del tiempo, se han egresados una cantidad de tecnólogo en esta área con capacidad para revertir la situación energética.

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