Foto: / Fototeca Histórica de la OHCH
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Escalada a la loma martiana

“Todas las grandes ideas tienen un gran Nazareno”. “Los apasionados son los primogénitos del mundo”. “Lo justo, a veces, por el modo de defenderlo, parece injusto”. “Los grandes reclamos no se compran con lágrimas, sino con sangre”. “Para rendir tributo, ninguna voz es débil”.

Frases martianas enchapadas en oro de 22 quilates: En total, existen 89 escritos semejantes de la misma autoría en ese mural que zigzaguea hasta alcanzar 861 metros cuadrados de cerámica veneciana, que cubre la estrella interior de la “raspadura” en el Memorial José Martí, en La Habana.

“La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, truécase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron”, cerró su discurso citando a Martí el director de la Oficina del Programa Martiano, Eduardo Torres Cuevas, ante una audiencia integrada por funcionarios del Gobierno y de otras instituciones, reunida el pasado 28 de enero en el Memorial, a propósito del acto central por el aniversario 169 del natalicio del Héroe Nacional.

En el Memorial se realizó el acto central por el aniversario 169 del natalicio de José Martí. / Yasset Llerena Alfonso

Mientras sonaban los aplausos, un brillo resplandeció en las letras auríferas del mural y en las columnas laminadas también con oro –de 10 quilates–, que rodean la estrella dentro del edificio.

Tras esos pilares se encuentran cuatro salas de exposiciones: tres permanentes y una transitoria, cuyo contenido –según Ana María Troya Ávila, especialista en relaciones públicas de la institución–, varía mensualmente. Ese 28 de enero se había inaugurado la exposición colectiva Vengo del sol, al sol voy, compuesta por 18 obras plásticas de diferentes autores cada una.

Dos de las salas permanentes, por su parte, están dedicadas a divulgar la vida y obra de Martí, y cuentan con fascímiles de documentos y fotografías, y también con algunas piezas originales como dos títulos de licenciaturas en Derecho y en Filosofía y Letras: carreras que Martí superó, pero no logró obtener sus diplomas correspondientes al no poder costear la extracción de estos de la Universidad de Zaragoza. El rector de esa institución educativa emitió ambos documentos 100 años (en 1995) después de la muerte del viejo egresado y luego los donó a Cuba.

La sala 2 está enfocada en divulgar la labor de Martí en el período preparativo de la Guerra de 1895. / Yasset Llerena Alfonso

Otro objeto original consiste en un quetzal disecado, ave nacional de Guatemala, obsequio entregado a Martí, en 1877, por el entonces presidente guatemalteco Justino Barrios.

En la última sala permanente, destaca, entre otras imágenes, una gigantografía de la Loma de los Catalanes, el lugar donde empezó la historia de la construcción del monumento y la plaza.

El punto más alto de La Habana

Desde 1933, el Gobierno cubano planteó la necesidad de erigir un monumento escultórico y arquitectónico dedicado a la memoria del Apóstol. Para concretarlo, se creó en 1937 la Comisión Pro-Monumento a Martí y, justo después, empezaron las discusiones sobre posibles ubicaciones: que si G y Malecón, que si la Plaza de la Fraternidad… hasta que se aprobó la Loma de los Catalanes, por sus mejores condiciones de perspectiva, pues había una altura de 42 metros sobre el nivel del mar que garantizaba que el monumento fuera visible casi desde todos los puntos prominentes de la ciudad.

Terreno de la Loma de los Catalanes, en 1948. / Fototeca Histórica de la OHCH

En torno a esa meseta existía el proyecto precedente de un centro cívico de La Habana, elaborado en 1926 por el arquitecto paisajista francés Jean Claude Nicolas Forestier, a raíz de la expansión de la ciudad y las necesidades de regular urbanísticamente ese crecimiento. En su concepción, Forestier estableció pautas para la capital del futuro y una de sus ideas era trasladar el centro geográfico de La Habana hacia la Loma de los Catalanes, donde convergerían las principales arterias viales.

Un primer concurso de proyectos se celebró en 1938, cuyo primer premio quedó desierto. A falta de una obra definitiva, se lanzó otro certamen en 1939 –esta vez de ideas y no de proyectos–, pero tampoco hubo ganador. En una tercera convocatoria se recibieron propuestas arquitectónicas y escultóricas, acordes con las ideas formuladas anteriormente. De ahí se escogió una preselección de proyectos que tuvieron que volver a concursar para que el jurado decidiera un ganador definitivo.

Por fin, la Comisión se decidió por el diseño del arquitecto Aquiles Maza y el escultor Juan José Sicre, una suerte de templo con una biblioteca-museo martiana en su interior. Sin embargo, en los próximos años no se ejecutaría ningún trabajo constructivo.

Un boceto del proyecto concursante del arquitecto Aquiles Maza y el escultor Juan José Sicre, titulado Templo Martiano o Templo de las Américas. / Fototeca Histórica de la OHCH

Casi una década después, durante el régimen golpista del general Fulgencio Batista, se creó en 1952 la Comisión Nacional Organizadora de los actos por el Centenario del Apóstol y se mandó a ejecutar el monumento; para financiarlo, se emitió un decreto que imponía, entre la subida de algunos impuestos, la recaudación de un día laboral por cada trabajador cubano.

Además, ya no se erigiría el proyecto ganador del primer premio, sino el del tercer lauro, perteneciente a un equipo de arquitectos dirigido por Enrique Luis Varela, quien además fungía al frente de la Secretaría de Obras Públicas y como coordinador de la Plaza Cívica José Martí o Plaza de la República (a partir de 1961 conocida como Plaza de la Revolución José Martí).

La construcción se inició en 1953, con una combinación del obelisco de Varela –o sea, la actual raspadura– y la escultura de Martí en posición sedente, de Sicre. A finales de 1958, las obras habían concluido casi en su totalidad, a excepción de las áreas circundantes al monumento y a la tribuna, acabadas en 1961.

Si bien aquella edificación funcionó, a partir de 1959, como Museo de la Revolución, dicho propósito no duró mucho y luego su actividad se enfocó en actos protocolares y solemnes, como las honras fúnebres de las víctimas del crimen de Barbados, o de la guerrillera Celia Sánchez y otras personalidades destacadas en la historia y cultura cubanas.

En 1995, Año del Centenario de la Caída en Combate de José Martí, es cuando se estimula la idea de crear un Memorial, el cual se inauguró el 27 de enero de 1996.

En la cima de aquella torre de una cuadra de altura, se observa el paisaje citadino en rededor. El mirador del Memorial tiene una visibilidad de 50 kilómetros, no es de extrañarse, dado que el monumento se halla a 142 metros sobre el nivel mar, considerado el punto más alto de la capital. “En días claros, se puede ver hasta la punta del Mariel”, aseguró Troya, la especialista del organismo.

El mirador del Memorial José Martí se halla a 142 metros sobre el nivel mar, considerado el punto más alto de La Habana. / Yasset Llerena Alfonso

Si se alza más la vista, se divisan aves que revolotean en el cielo, o posadas en la azotea. Abajo, junto a los pies, se contempla una rosa náutica con los puntos cardinales colocados según esa misma ubicación, además de la dirección y distancia en kilómetros en las que se encuentran algunas ciudades del mundo: Pekín-12 757, Tokio-12 135, New York-2 100, Miami-365…

Pero si cierra los ojos, quizá alguien logre ver aquella loma pedestre que dormitaba en espera del monumento a Martí.

Leer más: Construcción de la plaza y el monumento a José Martí

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