Fina García Marruz: Los pasos, la huella

Aun cuando su poética y su prosa recibieron amplios elogios y contundentes reconocimientos, tanto en Cuba como en otras naciones, la autora de Visitaciones, Habana del centro, Temas martianos, entre tantos otros volúmenes, se mantuvo alejada del striptease mediático. Conocer de veras su vida, opiniones, sentimientos, implica acercarse a sus fotografías, los testimonios de quienes la conocieron, los estudios acerca de su obra, lo dicho o sugerido por ella en versos y artículos


No me hubiera bastado un día entero, una semana, ni siquiera todo un mes, para conversar con tan reservada poeta y ensayista. ¿Por qué nunca le pedí entrevistarla? En realidad, temía no estar a su altura. ¿Qué podría pensar sobre posibles preguntas ingenuas o no bien encaminadas? Y como sucede con todo aquel que no se arriesga, ahora debo contentarme con uno de sus versos: “Y me contemplo ciega y extasiada/ a la mágica luz interrogante”.  

Busco pistas en los retratos. Sentada junto a su hermana Bella, adolescentes, Josefina inclina el rostro, rehúye la mirada. Antes de concluir esa década iniciaría su obra poética; aquellos “primeros textos nos revelan la presencia de una autora que había venido mirando su vida y el mundo circundante de un modo diferente, con una nostalgia que habría de comunicársenos de inmediato como algo ya inolvidable”, ha señalado Enrique Saínz.

Junto a su esposo, Cintio Vitier. / cubadebate.cu

Una segunda imagen la muestra ya en los años 40, de paseo, también con Bella, y sus respectivos novios: los poetas Eliseo Diego y Cintio Vitier. Momento de atracción hacia la órbita del grupo Orígenes.

En el artículo Estación de gloria, escrito en homenaje a José Lezama Lima, rememora “la atmósfera de la época […] Mi amigo poeta, el mayor de nosotros, nos hablaba de él cuando aún no lo conocíamos […] Yo recomponía sus rasgos con los fragmentos preferidos de su Enemigo rumor […] y los bocetos borrosos, hirientes y pálidos que me hacían las alusiones a la altivez de su carácter y la modestia de la casa en que vivía […] con frecuencia pensaba en él. A veces, le escribía cartas que no pensaba enviarle, naturalmente, vieja costumbre en mí […] Era en los días dichosos de nuestro primer otoño universitario, en que conocimos mi hermana y yo a Eliseo y a Cintio, a Octavio Smith y Agustín Pi, época de decisivos y venturosos conocimientos y caminatas hechizadas”.

Prosiguen las fotografías: Fina (me atrevo a nombrarla solo así porque en el universo de las letras cubanas ella ascendió hasta no necesitar los apellidos) exultante, hermosa como nunca antes ni después, la noche de su boda (1946) con quien sería su compañero para toda la vida.

Varias instantáneas la revelan en encuentros de los origenistas a lo largo de los años 40 o 50. Estas no traslucen, por supuesto, qué habrá pensado acerca de la célebre polémica entablada por Lezama y Jorge Mañach, en torno a la poesía que cultivaban los integrantes de ese grupo. El detonante fue la lectura y ulterior comentario crítico, que el segundo hiciera de sendos libros: La fijeza, y El hogar y el olvido.

Dado que el autor del último poemario era Vitier y este replicó a Mañach en las páginas del Diario de la Marina (octubre de 1949), ¿intervendría Fina en los criterios allí expresados y tal vez hasta en la redacción de los argumentos? Pudiéramos imaginar a la pareja leyendo El arcano de cierta poesía nueva (la carta abierta que en BOHEMIA echara a rodar la bola de nieve) y buscando las ideas, las frases más oportunas para responder.   

Meses antes, la ahora madre de familia aceptó fotografiarse durante el bautizo de su primogénito, Sergio Vitier García-Marruz. El segundo de los hijos, José María, nacería en 1954.

El siguiente salto temporal nos coloca frente a una mujer en la madurez, de labios apretados ¿en una semi sonrisa?, evidentemente no muy cómoda por el reclamo del fotógrafo.

Seria, contenida, sin el menor adorno o afeite, volvemos a verla a la entrada de la Biblioteca Nacional, donde se dedicaba a la investigación literaria. Ya para entonces había obtenido un doctorado en Ciencias Sociales y dejado atrás los primeros años 70, cuando ella y Cintio debieron resistir el ataque de funcionarios dogmáticos que no podían aceptar la fe cristiana de los esposos. ¿Cómo se confortarían? ¿Cuáles estrategias de sobrevivencia profesional y económica estudiarían en las jornadas inciertas?

Inclinados sobre documentos los hallamos en una foto posterior. Llevan en el Centro de Estudios Martianos desde su creación en 1977, no simplemente trabajando, sino entregando pensamiento y alma. Finalmente tenemos a la señora blanca en canas, a veces pensativa; a menudo risueña.

Enhebrar una historia de vida coherente y verídica con esas transiciones visuales es atreverse demasiado. Mejor dejar la palabra a quienes sí pueden dar testimonio.

Iridiscencias

Desde los primeros meses de 2023 se han sucedido jornadas de conmemoración por el centenario de Fina (ocurrido el 28 de abril), no solo en Cuba, también en España y México. Por ejemplo, entre los homenajes ofrecidos durante la Feria Internacional del Libro en La Habana, se le dedicó el panel Un puente hacia el Origen, en el que la bibliógrafa Araceli García Carranza recordó cómo su colega en los trajines de la Biblioteca Nacional dirigía las visitas a la Sala Martí, inaugurada en enero de 1968.

Acerca del modo en que Fina y Cintio llevaron adelante la edición crítica de las Obras Completas de José Martí, habló Marlene Vázquez, directora del Centro de Estudios Martianos: “El hecho de que ambos estuviesen tocados por el don de la poesía hace que esas investigaciones alcancen un matiz extraordinario”.

Josefina de Diego, la sobrina, compartió recuerdos personales, uno de ellos dinamita la imagen de mujer siempre circunspecta que a priori me construí de la escritora: a su tía le gustaba bailar tap y “lo hacía espléndidamente”. A la casa de Neptuno 308, donde viviera a lo largo de cinco décadas, y especialmente a su etapa de infancia y juventud, volvía a menudo su pensamiento; de hecho, cierto rastro puede seguirse, recolectando las alusiones en sus poemarios.

Su conversación deslumbraba por la hondura y la delicadeza. / cubaminrex.cu

Un experto en su obra, el ensayista Roberto Méndez (lean la semblanza publicada por BOHEMIA), y otras personas que la conocieron, han resaltado la sencillez de su vestuario y sus maneras, la habitual serenidad de su semblante, el gusto por escuchar, la capacidad de leer sus poemas con voz cadenciosa, conmovedora, íntima; su estilo al conversar: “tímido, pero agudísimo”.

A los lazos entrañables del matrimonio Vitier-García Marruz alude, en Su suavidad de hierro indoblegable, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal, quien los consideraba “la razón de las razones, el cantar de los cantares, del misterio de Fina”. Y argumenta así su punto de vista: “Poetisa, católica y cultivadora de amistades podría haber sido sin Cintio, pero lo habría sido de otro modo, con otro estilo. No sería, creo, la Fina que conocemos. Como distinto habría sido el estilo de Cintio sin Fina a su vera, sombreándose el uno a la otra y la otra al uno. Tampoco él sería, según mi opinión, el Cintio que hoy conocemos. Nunca he sido testigo de una nucleación semejante. Como ‘comunión lírica y existencial’ fue calificada por un ensayista nuestro con ocasión del Premio Nacional de Literatura a Fina en 1990. Y es atinada la referencia, pero esa y cualquier otra en esa línea está por debajo de la realidad percibida”.

De “poetisa exquisita” califica Rafael Acosta de Arriba (Breve introducción a un texto hermoso) a la autora de, por ejemplo, Las miradas perdidas (1951), Visitaciones (1970), Los Rembrandt de L’Hermitage (1992), Habana del centro (1997), En la muerte de Ernesto Che Guevara (2009). Y añade: “todo lo que tocaba con sus manos se transformaba en sustancia lírica […] Ella fue (es) una de las creadoras de poesía (y también formidable ensayista) más reconocidas del pasado siglo, no solo en Cuba, sino de la Lengua y de la literatura universal”.

Sobre los altos valores de su ensayística (visible en Temas martianos, Estudios Delmontinos, Bécquer o la leve bruma, Flor oculta de poesía cubana, entre otros) discurren igualmente Abel Prieto y Luisa Campuzano. Para el primero, de acuerdo con lo afirmado en Opus Habana, “esa mezcla excepcional de intuiciones de raíz poética con el ejercicio de tan transparente lucidez” ha generado “un tesoro de nuestra literatura”. Por su parte, Campuzano apunta en La Jiribilla que Fina es “sin duda alguna, una de las mayores autoridades en la obra total del Apóstol”.

Certezas e incógnitas detrás del verso

Si en el plano intelectual ella es una POETA, con mayúscula (mejor que Cintio, aseguran algunos), entonces los enjundiosos estudios sobre los versos que pergeñó podrían darnos las claves de su personalidad.

“En la poesía de Fina García Marruz el mundo entrañable de los encuentros contrasta con la crudeza y frialdad constante de la vida,”, nos dice la respetada investigadora cubana Caridad Atencio, en un artículo para la edición que la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (enero-junio de 2003) dedicara a la escritora.

Respetada como investigadora de la obra martiana, la también Premio Nacional de Literatura (1990), prestigió a BOHEMIA con su artículo La Edad de Oro. / Archivo de BOHEMIA.

Y Enrique Saínz consigna, en otras páginas de esa misma publicación, que en los poemas “un color, un sesgo de luz, un detalle de la vestimenta, un objeto cualquiera, irradian de pronto con una inesperada cualidad (movimientos, matices visuales, olores, dilatación del espacio exterior, una zona menos visible de un interior, un sonido suave)”.

Susana Cella, académica de la Universidad de Buenos Aires, remarca: “La poesía de García Marruz conforma un denso tramado discursivo donde están las voces familiares, la lengua materna y las lenguas literarias […] La soltura con que Fina enlaza los diversos registros (puede aparecer el cine, el tango, etcétera) supone una dimensión de la gracia, que a la vez, coherentemente con el imaginario de la autora, refiere a un ‘estado de gracia’”.

Katherine M. Hedeen, del Kenyon College, sigue otra dirección en La Cubana en la Poesía: género y nación en Visitaciones y Habana del Centro, pues analiza aquella área creativa en la cual Fina “complementa y expande principios ideológicos primordiales” para la Revolución Cubana, valoriza a la mujer, a los que han luchado por la patria, a quienes realizan oficios humildes o subestimados.

De acuerdo con la sabiduría popular, las acciones dicen más de una persona que sus palabras; en tal caso, poco haría falta para concluir el perfil de Fina García Marruz. Sin embargo, aún no es suficiente.

Con análisis tan encomiásticos sobre sus creaciones, ¿por qué, según la remembranza de Arístides Vega Chapú (en “Florecillas menudas pálidamente brillan”), ella asumió “con prestancia, el papel de esposa, de mujer común, pese a que cuando se decidía a hablar con pocas palabras, todo cuanto decía tenía […] trascendencia y […] universalidad”? ¿Debido a qué se resistía a publicar sus poemas y conceder entrevistas? Eso último lo explicó a la colega Rosa Miriam Elizalde en 2007. Pero es tema para la segunda parte de este artículo.

Las palabras sentidas (Parte II)

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