Llamar las cosas por su nombre

Después dirán que era sabido que se aprobaría, pero la implementación deja mucho que desear; o tal vez que se están haciendo las cosas bien “solo para distraer”; quizás afirmen que la palabra de Dios fue ignorada,o que se hizo sentir; después dirán, en el contexto más temible, que no se aprobó porque el gobierno cubano no respeta los derechos humanos, minimiza a la comunidad LGBTIQ+, nunca tuvo interés real en el Código y por eso lo llevó a referéndum.

El próximo 25 de septiembre votaremos por el proyecto de Código de las Familias y, desde ahora, desde antes, hay tantos dando posibles escenarios cual certezas, que parece ignoraran su responsabilidad en los resultados de las urnas. Entre descreídos, hastiados, opositores y fundamentalistas religiosos hay miles de personas que decidieron lavarse las manos o directamente manifestarse en contra por motivos de diferente naturaleza, razones todas, en el fondo, egoístas.

Nos decimos una y otra vez —quienes creemos que el “sí” es la única opción viable—, que el Código vencerá, que la consulta popular lo avala, que la más básica humanidad lo impulsa, pero lo cierto es que dar por sentada la victoria es una variante, apenas más ingenua, del “eso ya está aprobado” que algunos llegan a esgrimir como justificación para no votar.

Excluyendo a quienes no apoyan el nuevo Código por razones de fe y que, en primera instancia, fueron las voces más altas por el “no”, hay al menos otros dos grupos cuya posición alarma. Por una parte, aquellos que consideran que ejercer el derecho al voto por un documento con el visto bueno de la Asamblea Nacional del Poder Popular, los consejos de Estado y de Ministros e instituciones de la sociedad civil con respaldo gubernamental es equivalente a legitimar un ejecutivo que rechazan. Por otra, los que aducen la existencia de asuntos“más importantes” y, de esa forma, dan por cerrado el tema, estableciendo una escala de prioridades en la que los derechos —ajenos— llevan las de perder. 

Y es que sí, el Código es para todos, pero mientras a algunos les amplía y asegura derechos, a otros les garantiza los que hasta ahora les han sido negados.  Por tanto, la elección del “no” desde ciertos privilegios se trata de una actitud mezquina.

Privilegios de quienes, viviendo fuera de Cuba, pueden casarse con personas de su mismo sexo, adoptar de manera más expedita, recibir remuneración por realizar trabajos de cuidado dentro de su familia, acceder a variantes de reproducción asistida como la gestación subrogada, por solo poner algunos ejemplos fuera del territorio nacional. Privilegios de quienes, viviendo en el país, mantienen relaciones heterosexuales; viven en zonas urbanas, alejados de las realidades más discriminatorias o de vulnerabilidad.

En un país en profunda crisis económica, la mujer soltera o unida a otra mujer que desea tener hijos biológicos por inseminación artificial sufre los mismos apagones, la abuela que no ha podido comunicarse con sus nietas después del divorcio de  los padres hace la misma cola para comprar alimentos, el viudo de una relación homosexual de más de 15 años al que expulsaron del hogar común tras la muerte de su pareja se traslada en el mismo transporte público, la persona en situación de discapacidad que ve disminuida su autonomía también se afecta por la escasez… Todos ellos lidian con los problemas comunes del día a día y, además, con vulnerabilidades adicionales en materia jurídica. ¿De verdad consideramos la posibilidad de mantener estas desprotecciones por más tiempo?

Hay un deber ciudadano que trasciende el extremo del espectro político en el que se sitúa cada uno, sus causas y militancias, que apela al sujeto social como actor de cambio, de progreso;al sentido más esencial de la justicia que impide quedar impasible ante las penurias del vecino.

No existen derechos más urgentes que otros cuando se trata de bienestar social, no existen derechos aplazables, prorrogables en su implementación, cuando hay personas padeciendo su ausencia. ¿Que hay mucho por hacer, mil frentes en los que trabajar? Es cierto. Mas, llamemos las cosas por su nombre: tras la enumeración de las dificultades que enfrenta la sociedad cubana como excusa para mirar a otra parte, tras la abstención como expresión de disidencia, se travisten, nada menos, la homofobia, la transfobia, la insensibilidad.


Ilustrador: César Mejías / Tomada de El Definido

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2 comentarios

  1. De acuerdo total con este artículo,las Isabelas de Santiago de Cuba,lo apoyamos,y votaremos por el SÍ, Todos los derechos para todas las personas y familias

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