Foto. / Roberto Morejón
Foto. / Roberto Morejón

García Márquez y… ¡el Clásico Mundial!

Un desempeño muy estimulante y algunos toques casi milagrosos


Si Gabriel García Márquez viviera quizás habría estado, en la muy esperada noche de este domingo en el LoanDeport Park (en Miami), o atento al televisor, para ver una de las semifinales del V Clásico Mundial de Béisbol.

No solo porque de niño jugó con pelotas de trapo el deporte de las bolas y los strikes, aunque en realidad se inclinó más por el fútbol.

Es que él también sabría calibrar la importancia, los mil y uno entretelones de ese partido entre Cuba y Estados Unidos. Y que se conocía que algunos iban a tratar de aplicarle tintes políticos. Estuvieron molestando cuanto pudieron fuera y dentro del estadio. La hostilidad con la cual nuestros peloteros jugaron resultó tremenda.

Vuelvo a García Márquez, el genial periodista y novelista colombiano, y lo hago con una de sus frases legendarias.

“La realidad siempre supera a la ficción”.

Ella nos sentó frente a la computadora.

Ni apelando a su desbocada ficción, a su realismo mágico (como el de que Remedios, la bella, necesitaba sábanas para subir al cielo…), uno hubiera podido imaginarse algunos de los sucesos.

Cuando el equipo cubano perdió en sus dos primeras salidas, ante dos conjuntos europeos, Países Bajos (dos carreras por cuatro) e Italia (3-6), muchos lo dieron con inmensa lógica por muerto.

Que se habían ido a bolina pronósticos, los cuales tuvieron justificada aceptación de que podíamos pasar a la segunda ronda.

Le ganamos entonces a Panamá (13-4) y Taipei de China (7-1), los anfitriones, lo que estuvo dentro de lo racional.

Pero quizás ni García Márquez hubiera imaginado que los cinco equipos del Grupo A terminarían igualados… todos con dos derrotas.

O tampoco suponer que al aplicarse las reglas del desempate no solo íbamos a ser uno de los dos sobrevivientes, sino que lo hiciéramos como primeros de esa ronda (¡lo cual evitaba enfrentarnos a Japónnnnn!).

Al suceder lo inesperado, no pocos, algunos quizás en broma, lo asociaron a la ayuda de la religión afrocubana. García Márquez quizás lo relacionaría con los cuentos que de niño le hacía su abuela.

Nos tocaron entonces unos cuartos de final más cómodos, en los que pudimos vencer a Australia (muy reñido 4-3) y colarnos en semifinales. Ello no ocurría desde la primera de estas cinco ediciones, en 2006, cuando terminamos segundos.

Hubo más: nuestro rival saldría del ganador entre Venezuela y Estados Unidos.

El desenlace de ese partido, de marcada rivalidad, no resultó nada sorpresivo: ganaron los de casa (9-7).

Asimismo lo hubiese escrito en la ficción un novelista deportivo: ¡Estados Unidos contra Cuba!

¿Y tuvo su toque de ficción que en el mismísimo inicio comenzamos preocupando, al menos un poquito, a la maquinaria estadounidense, con peloteros de mucho oficio y renombre en las Grandes Ligas?

Al final se impusieron de forma holgada a nuestros compatriotas (2-14), a favor de ellos se debe añadir otro apunte: pelearon con la frente en alto a pesar de un amplio y rápido marcador desfavorable.

Otro punto importante, y perdonen si exagero (ojalá se me haya pegado de García Márquez): me parece que la creciente popularidad en Cuba del fútbol no pudo esta vez con la del béisbol, ni siquiera pese a coincidir en horas diferentes este domingo con otro Clásico: Real Madrid contra el Barcelona (ganó 2-1).

No quiero dejar de escribirlo: esa creciente popularidad en los últimos años de tan bello y popular deporte tiene en mi opinión una explicación: Sí, la televisión nos ha traído al mejor fútbol del mundo (ojalá siga haciéndolo), pero no ha sido de la misma fortma con el béisbol. No hay dudas de que verlo nos ayudará a sacudirnos y mejorar el nivel técnico.

Ahhh… si Gabriel García Márquez viviera quizás pronosticaría que en el próximo Clásico podríamos tener otra actuación, como ahora, capaz de dejarnos muy felices.

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