Foto. / prensa-latina.cu
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“Hemos pasado una prueba muy dura”

Como de costumbre, la tarde-noche del 5 de agosto pasado, Urbano Martínez Carmenate consultaba documentos y apuntes en su computadora, para desentrar historias matanceras, cuando sintió un trueno estrepitoso, luego comentarios de los vecinos, que minutos después eran una verdad confirmada en redes sociales y la televisión nacional: uno de los enormes tanques de la zona industrial ardía en llamas.

Ante la sospecha de contaminación en el ambiente, el septuagenario decidió permanecer en casa, con ventanas y puertas generalmente cerradas. Sin embargo, otros adultos de su entorno entraron en pánico por los partes que hablaban de lo dificultoso de ponerle freno a las llamas, de bomberos desaparecidos, algunos periodistas lesionados.

Al decir de Urbano Martínez Carmenate, el siniestro cambió el paisaje icónico de la bahía matancera. / Cortesía del entrevistado

“Noticias emitidas sobre la marcha, por lo tanto un poco atropelladas, muchas de ellas imprecisas. Las redes sociales informaban, pero también desinformaban, creaban confusión. Por otra parte, las autoridades se encargaban de aclararnos que estábamos lejos, en el centro de la ciudad, y que el viento en dirección a La Habana evitaba la propagación del fuego hacia nuestra zona. En fin, jornadas de mucha ansiedad e incertidumbre, lógicamente”.

Sin embargo, asevera Martínez Carmenate que en medio de ese tormento, él y los suyos vibraban viendo la valentía de aquellos hombres y mujeres que se acercaban al lugar del siniestro a cumplir con su deber. Las muestras de solidaridad de muchas personas con el pueblo matancero, sobre todo con las familias de las víctimas también los conmovían.

Precisa el cronista: “Cooperativas donando productos para los centros de evacuación; cuentapropistas poniendo sus negocios al servicio de los familiares de los desaparecidos y hospitalizados; choferes ofreciendo sus carros para transportar a enfermos, familiares y médicos de las víctimas del accidente. Solidaridad por todas partes. Eso ayudaba mucho.

“Hemos pasado una prueba muy dura, pero se alivió en algún sentido gracias a esa solidaridad humana, la cual demuestra que a pesar de las adversidades somos un pueblo tremendo, un pueblo grande, un pueblo heroico”.

Lo impactó sobremanera el deceso del bombero de Rodas, «un hombre ya experimentado, con 60 años, vino de lejos a ayudar y aquí encontró la muerte. Indudablemente es lo que más le duele a uno, también la situación por la que atraviesan los familiares de los desaparecidos, esperando que aparezca algún cuerpo, algo”.

Acerca de estas y otras historias escribirá en el futuro el avezado investigador, quien se ha dedicado durante décadas a indagar el pasado de Matanzas. Por ahora no, puntualiza, porque aún no tiene el ánimo para hacerlo ni todos los elementos requeridos.

Otro incendio inolvidable en la ciudad de los puentes: el de La Marina

Vista nocturna del incendio, desde el balcón de la casa del Premio Nacional de Historia 2022. / Cortesía del entrevistado

En cuanto conoció la dimensión del fuego provocado por una descarga eléctrica en la Base de Supertanqueros, recordó el acontecido en la Atenas de Cuba en junio de 1845 y se ocupó de volverlo a estudiar.

“El siniestro más memorable –hasta que ocurriera el actual– fue el Incendio de La Marina”, asegura. Se le nombra así porque acaeció en el barrio homónimo, el cual ocupaba una buena parte del centro comercial de la urbe.

Según cuenta, el fuego se originó en una especie de basurero y muy pronto el viento propagó las llamas a las calles Magdalena, Contrera y Manzano de esa vecindad compuesta entonces por muchas construcciones de madera. A las ocho y media de la mañana aquello era una hoguera gigante e incontenible.

A las tres de la tarde acabó la odisea; pese a todos los esfuerzos (hasta la artillería intervino, porque si bien existía un cuerpo de bomberos, era muy elemental, carecía de condiciones para extinguir aquello), se destruyeron viviendas, cafeterías, tiendas, almacenes y otros locales de servicio público.

Aunque el historiador vive en el centro de la ciudad de Matanzas, desde allí podía vislumbrar la magnitud de la tragedia. / Cortesía del entrevistado

“Las estadísticas locales refieren que se quemaron alrededor de 19 casas de dos pisos y como otra veintena de una sola planta. Las pérdidas materiales sobrepasaron los 10 000 pesos, debido a todos los productos que perdieron los comercios. Un monto considerable para su tiempo”, detalla el estudioso.

Entre los negocios arrasados por la combustión estuvieron la famosa fonda El ciervo de oro y la librería de José Deville, el padre de Úrsula Deville, una cantante muy famosa del siglo XIX en Matanzas. Las llamas llegaron hasta el Palacio de Junco, actual museo de la ciudad, que se salvó de la incineración porque ya era de mampostería, aunque las paredes quedaron afectadas. Su dueño, Vicente de Junco, perdió una buena cantidad de sacos de azúcar que tenía en el sótano.

Recalca el Premio Nacional de Historia que la capital matancera ha sufrido otros incendios de grandes proporciones, pero de una magnitud menor al de 1845 y al de la Base de Supertanqueros, que “aun cuando no están cuantificados sus daños totales, es muy superior al de aquella vez”.

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