Foto. / Tomado de la UNEAC
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Impronta cultural del acto de pensar

El aporte de elementos contextualizadores nutre la oportuna y mejor comprensión de esta novela, que constituye un poderoso alegato anticolonialista y antirracista y en el Día del Libro Cubano patentiza la valía de la ficción para aleccionar desde nuestra historia


A leer, releer y estudiar en profundidad el texto Cecilia Valdés o La loma del Ángel, de Cirilo Villaverde (1812-1894), motiva la Edición anotada por Reynaldo González y Cira Romero de la novela emblemática del siglo XIX cubano y una de las obras más significativas de América Latina en ese período.

Esclarecedores, oportunos y útiles análisis realizan ambos ensayistas al proporcionar elementos contextualizadores del volumen publicado por el autor en 1882. Mediante una ardua labor investigativa de notable trascendencia cultural, social, política y estética, revelan datos, precisiones sobre hechos, personas de la realidad y de la imaginación que coinciden en la novela y la notable habilidad de Villaverde al construir un relato creíble sin traicionar las circunstancias de la época.

Mediante una labor de desmontaje y desarticulación del sentido examinan las conexiones locales y específicas, los cruces entre discursividades sociales, símbolos culturales, formaciones de poder y construcciones de subjetividad. Desde esta visión transdisciplinaria, elaboran un valioso documento de obligada consulta sobre la violencia y el crimen vigentes en un período determinado, sin perder la condición de historia sentimental. 

Hay que examinar con detenimiento cada una de las 505 páginas del volumen –incluidas las notas y la novela- para comprender las esencias de una trama romántica que conduce a la tragedia tras abordar las condiciones extremas del odio racial, la avaricia de los amos y la desdicha de los cautivos.

Según comenta el narrador y periodista Reynaldo González: “Junto a las características dadas a los personajes y una pormenorizada descripción de la vida habanera, indaga en el imaginario colectivo y en las instituciones cuya crueldad e intolerancia motivaron el argumento”.

Con cientificidad despliega el sustrato antropológico de su mirada analítica al reconocer: “La versión definitiva de Cecilia Valdés remarcó su carácter antiesclavista, no solo por mostrar un modo de gobernar a los libres como si fueran siervos y explotar la mano de obra cautiva hasta el agotamiento extremo, sino por la posibilidad de conocer cuánto la esclavitud sembró en las costumbres de quienes la vivieron. Hubo estudiosos que le negaron la condición antiesclavista calculando las fechas de su edición y el fin del régimen infame, aun con los cuatro años de distancia. En un razonamiento aritmético parangonaban el abolicionismo, oficialmente cumplido en 1886, con el antiesclavismo, que en su extendido radio de acción escudriña los males engendrados durante el período colonial. Evidenciarlo equivalía a combatirlos.

“La diferencia se comprende si observamos que aún en el siglo XXI, en algunas zonas del mundo se vive el reclamo de la descolonización. Villaverde marcó la injusticia en pasajes de su novela y dio fuerza de denuncia al subtítulo La loma del Ángel, barrio marítimo donde coincidían negros y mulatos –libres o esclavos-, hacendados y negreros cuya concepción de vida no murió con la sobrevaloración de una fecha”.

Entre los méritos de la Edición anotada, que publicó Ediciones Boloña, en la colección Raíces, descuellan las ubicaciones temporales de acontecimientos, el   estudio del lenguaje lingüístico, la inteligente sintaxis del discurso narrativo, el punto de vista al destacar que como ningún otro escritor de su tiempo, Villaverde observó las divisiones sociales y raciales, la vida del esclavo en las plantaciones, sacrificó el gusto romántico para privilegiar la crítica de costumbres y la descripción realista.

Por su parte, la investigadora literaria Cira Romero reconoce que la mejor definición de Cecilia Valdés o La Loma del Ángel la dio su autor: novela de costumbres. “Lo es porque está marcada por una tenaz búsqueda de la objetivación y, a diferencia de la de Meza, no escruta en la ironía, tampoco se regodea en el conflicto último del argumento –el incesto entre los hermanastros Cecilia y Leonardo-, sino desarrolla una dramaturgia que impone un nivel de lectura máximo, la sociedad habanera en su conjunto, y varios niveles mínimos, meandros de un gran río, uno solo, que le interesa destacar”.

Sin duda, la sólida impronta de Cecilia… y de la Edición anotada reconoce pluralidad de saberes que son indispensables en la construcción de un pensamiento cultural y de un diálogo enriquecedor con los lectores de varias generaciones en provecho del indispensable acto de pensar.

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