La nueva escuela y los buenos maestros

Aquel septiembre de 1972 resultó inolvidable. Formé parte de los cientos de adolescentes que comenzaron sus estudios en la Secundaria Básica en el Campo República Socialista de Checoslovaquia, en mi natal Artemisa. Era uno de los centros recién inaugurados en el territorio, con el cual se cumplían las expectativas de los que aspiraban a continuar su superación educacional. Todo olía a pintura, los jardines estaban relucientes y el área docente, con sus magníficos laboratorios, invitaba a penetrar en las aulas.

Si nueva era la escuela, también lo era la mayoría de los profesores, que no superaban los 16 años de edad e integraban el recién constituido Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech. Por primera vez me separé de mi familia y la distancia trajo cierta añoranza que en los primeros días hizo derramar lágrimas. Fue por poco tiempo, las maestras y maestros, pese a su corta edad, se transformaron en padres.

A la altura de los años, me pregunto cómo en escasos meses pudieron aquellos integrantes del Destacamento Pedagógico convertirse en buenos maestros. La formación pedagógica la fueron adquiriendo a la par que nos instruían. La decisión de ser profesores, en muchos casos, no partió de una vocación definida, resultó la respuesta al llamado realizado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, durante la clausura del II Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, el 4 de abril de 1972.

En esa oportunidad, Fidel expresó: “¿Y cómo vamos a resolver el problema de los profesores de secundaria básica, si este año se inician 40 nuevas escuelas, si en el año 1973 no menos de 120; si cada escuela lleva no menos de 40 profesores; si aumenta el número de alumnos, no solo de escuelas secundarias sino de alumnos?  ¿Cómo resolver este problema?”.
Y en ese mismo escenario, Fidel argumentó: “Es necesario desplegar un movimiento entre los graduados de secundaria básica desde este año.  En todo el país hay 20 000 estudiantes de secundaria básica en décimo grado.  Hay que desarrollar, a través de las organizaciones estudiantiles y de la Juventud, un movimiento de captación de jóvenes de décimo grado para que marchen a enseñar a las secundarias en el campo, bajo la dirección de profesores con más experiencia, e inscribiéndose en el Instituto Pedagógico… Es decir, iniciar un amplio movimiento con esos jóvenes, que combinarían también la enseñanza en la secundaria con el estudio superior en el Pedagógico.  De momento no hay otra fórmula que acudir a los alumnos del décimo grado, y reclutar no menos de 2 000 de ellos este año, y reclutar no menos de 5 000 el próximo año.  Y así sucesivamente”.

Así, la formación del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech resultó clave para dar respuesta a la urgencia de maestros en el sistema educacional cubano en ese período. Soy parte de aquellos alumnos que hoy están agradecidos a esa pléyade de jóvenes que contribuyeron a mi formación humanista. A mi mente acuden nombres que no he podido olvidar: Chachabal, Marina, Nicomedes, Paneque, Yi, Jean, Mayra, Nancy, Helen… excelentes seres humanos y buenos maestros que dejaron una huella infinita en sus alumnos.  Ellos pusieron alma a la misión asumida. De seguro, el reto demandó paciencia, sabiduría y mucha preparación.

Todavía, de vez en cuando, el teléfono suena y a través del auricular llega la voz de Xiomara Pérez, mi querida maestra de la asignatura de Geografía en séptimo grado. Desde hace años reanudamos el contacto y hablamos sobre los hijos, nietos; qué hacemos y cómo nos va en el trabajo. En su caso, ya se jubiló, pero durante años fue fiel al magisterio, profesión que asumió para toda la vida. A veces me reencuentro con Marina Menéndez, mi profe de Español en aquel entonces y hoy excepcional periodista en Juventud Rebelde. También a través de Facebook descubrí a la profe Nancy, quien recuerda a muchos de sus alumnos.

Si bien la nueva escuela nos cobijó con amor, nada hubiera sido igual sin la presencia de aquellos muchachos que apostaron por ser maestros y crecieron junto a sus alumnos hasta convertirse en grandes profesionales.

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