Las siete vidas de Zeus

La antigua Pelusium, la ciudad más importante del este del Bajo Egipto, está hoy próxima a espantar ese olvido bucólico al que las arenas y las imprecisas páginas de la historia la han condenado, y de nuevo podría ser mentada gracias a recientes logros que se han anotado los arqueólogos de la nación de las pirámides y hasta por el mismísimo Zeus.

Situada en el extremo nordeste del delta del Nilo, la polis tomó su nombre de la llamada boca Pelusia (Ostium Pelusiacum), en la desembocadura más oriental del determinante río.

Sin embargo, muy pocos en el mundo pueden asociarle hoy una exclusividad a la ciudad, por más que se busque en la memoria, tarjeteando sus numerosos nombres: en egipcio, Per-Amón, Peromi o Sena; Pelousion en griego; Pelusium, dicho en latín. Los coptos la llamaron Mud o Moun (Per-mud o Peremoun). Los hebreos la conocieron como Sin (en arameo) y es de esta forma que está citada en el Antiguo Testamento.

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Los arqueólogos encontraron piedras con tallas griegas, junto con evidencia de que las piedras rosadas del templo se reutilizaron en otras estructuras. Foto. / Ministry of Tourism and Antiquities of Egypt.

Mas en árabe la llaman Tell el Farama o Tell al-Farma, derivado del copto Peremoun, nombre con el que es hoy cartografiada. Por eso, así la nombran los arqueólogos en sus papeles oficiales y aunque prefieren Pelusium, están convencidos de que el topónimo sonará de una y otra forma cuando se internacionalice su descubrimiento, tanto como alguna vez importó, codiciada por ser “la llave de Egipto”.

En cualquier siglo de los calendarios antiguos, Pelusium, dada su posición, fue considerada una fortaleza fronteriza, un bastión clave en la frontera entre Siria y el mar.

También fue reconocida por el lino que daban sus tierras cercanas, el “linum pelusiacum”, que era abundante y de gran calidad, si bien muchos preferirían su exquisita cerveza, aplaudida, celebrada y poetizada como “bebida pelusíaca”.

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Restos de una gran puerta fueron hallados en la superficie del suelo, derrumbada por un fuerte terremoto que azotó la ciudad. Foto. / Ministry of Tourism and Antiquities of Egypt.

Por su ubicación estratégica, es fácil sospechar que la urbe estuvo siempre expuesta al ataque de invasores. Allí se libraron batallas importantes ante sus murallas y en varias ocasiones fue asediada por cuanta potencia militar de entonces le echara el ojo y se le antojara tomar la tierra de los faraones.

Gracias a uno de esos ataques, Pelusium descolló en los jeroglifos la historia, mas no precisamente por su heroísmo.

El rey de Persia, Cambises II, de la dinastía aqueménida, decidió en 525 a. C., merendarse a Egipto, el único estado que quedaba independiente en el Oriente luego de las conquistas asiáticas de su padre, Ciro II el Grande, fundador del imperio.

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El edificio tiene una superficie de unos 2 500 metros cuadrados, de planta rectangular por fuera y con entradas circulares por dentro. Foto. / Ministry of Tourism and Antiquities of Egypt.

Aunque el joven e inexperto faraón Psamético III probablemente hizo lo mejor que pudo para defender su país de la invasión, Egipto no era rival para los persas. Todos lo sabían. Solo quedaba cruzar la península del Sinaí y rodear las sólidas murallas.

Cuenta la leyenda tradicional que durante el asedio de Pelusium, Cambises ideó una estratagema para vencer la resistencia de la ciudad y utilizó, como escudos frente a su Ejército, animales que los egipcios consideraban sagrados: gatos, perros, ibis y otros: Al ver que los felinos corrían peligro de muerte, los habitantes –entonces no se llamaban “animalistas”– se rindieron sin ofrecer pelea.

Lo que se engulló el desierto

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Ruinas del Templo de Zeus Olímpico. Foto. /Dominio Público

A veces convertido en cisne; otras, como toro… A fuerza de exhibir que era el líder de los dioses en el Olimpo, Zeus no tuvo remilgos para abrirse camino como conquistador entre múltiples mortales, precedido por su rayo y su voraz apetito sexual.

Quién sabe si en forma de gato, expandió sus influencias más allá de los límites helenos y llegó a Egipto, donde evidentemente los lugareños no quedaron desilusionados con él.

Esto lo demuestra el reciente descubrimiento hecho por un equipo de arqueólogos del Ministerio de Turismo y Antigüedades de la actual República Árabe norafricana. En el sitio de la Colina de Farma, los expertos hallaron restos de un antiguo templo construido a Zeus en el área del Sinaí del Norte.

Este es el primer vestigio de un espacio sagrado griego que haya sido encontrado en la región, ubicado a unos 200 metros al oeste de la antigua fortaleza y a 100 metros al sur de la iglesia de Pelusio, debajo de una espesa arena desértica que se engulló las piedras.

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Estos de Zeus Eleuterios, en el Ágora de Atenas. Foto. / Ulises Icardi

Los hallazgos se obtuvieron gracias a los trabajos de excavación realizados por la misión arqueológica en el sitio, correspondientes del Proyecto de Desarrollo del Sinaí, iniciado en 2021. Según explicó el ministerio en sus cuentas oficiales en las redes sociales, se espera que este plan concluya durante el presente año.

Hasta ahora, el emprendimiento científico ha conseguido desenterrar algunas ruinas, sin duda, las más notables son las de un templo dedicado a Zeus Casio, en el sitio de Tell al-Farma.

Según describió Mustafa al-Waziri, secretario general del Consejo Supremo de Arqueología, entre los sedimentos se toparon con restos “de una gran puerta en la superficie del suelo, que se derrumbó antes debido a un fuerte terremoto que azotó la ciudad, y la puerta era dos pilares de granito rosa”.

Efectivamente, según los científicos que exploraron el espacio, un sismo azotó la zona y el templo se vino abajo después. Con el tiempo, las ruinas quedaron completamente recubiertas de arena.

Este espacio sagrado es único, porque está dedicado a una deidad que fusiona al dios griego Zeus y al monte Casio, se explica en el Smithsonian Magazine.

Casio es una montaña elevada que separaba a Egipto de Palestina, a unas 12 leguas de Pelusium, y en donde decían que estaba el sepulcro de Pompeyo.

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Templo de Zeus en Nemea. Foto. / Wlodek Kaluza / fotorion.de

Júpiter Casio es el nombre bajo el cual se adoraba en tres lugares distantes del Mediterráneo, al principal dios de la mitología romana, padre de dioses y de hombres. Júpiter, se sabe, tiene su equivalente griego en Zeus, mas el latino –comparte como atributos el águila, el rayo y el cetro– no fue tomado de la mitología griega, como sí ocurrió en otros casos. Ambos, sin embargo, provienen de la misma figura mitológica indoeuropea.

Antes de la reciente aventura arqueológica, el sitio fue limitadamente excavado en 1910 por el egiptólogo francés Jean Clédat, como parte del proyecto de prospección arqueológica de la Compañía Internacional del Canal de Suez. El equipo de Clédat no logró descubrir entonces los restos del templo, pero reveló en el lugar, para asombro de todos, un bloque de piedra de granito rosa con una inscripción incompleta en griego.

Si bien esos hallazgos no fueron publicados, el antecedente sirvió para dar fuerzas a la nueva y exitosa expedición.

“Redescubrieron (los arqueólogos) la piedra que encontró Clédat y revelaron otra similar con tallas griegas, junto con evidencia de que las piedras rosadas del templo se reutilizaron en otras estructuras”, se describe en Smithsonian Magazine.

El reciente reporte de los egipcios refiere que fueron localizados bloques de granito. Según sus análisis, lo más probable es que hayan formado parte de una amplia escalinata que conducía a los feligreses hasta el interior del templo.

Al-Waziri, el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades, comentó que los estudios preliminares realizados sobre las ruinas muestran que la planificación arquitectónica y el lugar de construcción indican que el templo fue utilizado probablemente para celebrar reuniones de ancianos y representantes de los ciudadanos, a fin de tomar decisiones sobre los asuntos generales de la ciudad durante el período de prosperidad de Pelusium, es decir, bajo el dominio de los ptolemaicos y romanos.

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Templo de Zeus Hypsisto en Díon. Foto. / Bertramz

Por su parte, el doctor Ayman Ashmawy, jefe del Sector de Antigüedades Egipcias del Consejo Supremo de Antigüedades, precisó que el templo fue construido con ladrillos de barro rojo sobre una plataforma elevada de escombros y piedras calizas rotas. Su techo tiene columnas de granito rosa y presenta una escalera ascendente cubierta de mármol.

El edificio tiene una superficie de unos 2 500 metros cuadrados, de planta rectangular por fuera y con entradas circulares por dentro. También cuenta con una puerta principal en el lado este que desemboca en la calle principal de la antigua ciudad.

En cuanto al diseño interior del edificio, la jefa del Departamento Central de Antigüedades del Bajo Egipto, Nadia Khader, dijo que está formado por los restos de tres bases circulares que se utilizaban para sentarse, de 60 centímetros de espesor cada una. Añadió que estaba construido de ladrillos rojos y cubierto con mármol.

La misión arqueológica –contó la doctora Khader– descubrió muchos bloques enormes de piedra de granito rosa en las zonas que rodean el sitio del templo. Por tanto, es probable que el lugar fuese explotado como cantera y algunas de sus partes se trasladaran para ser reutilizadas en la construcción de iglesias en Tell al-Farma, incluidos los capiteles corintios que se reutilizaron en la iglesia memorial, ubicada al norte del templo.

El doctor Hisham Hussein, director general de Antigüedades del Sinaí, confirmó que los bloques ahora están siendo estudiados, documentados y fotografiados mediante fotogrametría. El objetivo es que estos sean reinstalados, utilizando programas y tecnologías modernas, lo que contribuirá a llegar al diseño arquitectónico más cercano al Templo de Zeus Casio.

El renacer de lo olvidado

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Templo de Zeus en Aizanoi Foto. / planificatuviaje.es

Zeus, el más grande dios defenestrado desde el más elevado altar jamás imaginado, apenas es hoy un referente literario, escultural o pictórico, sin mucho más respeto que el dispensado a otros héroes y dioses que le acompañan en la mitología. Si acaso, existe como nombre de discoteca o de grupo de rock que lucha por no terminar demolido. Zeus es, cuando más, un diseño de tatuaje.

En su hora, sin embargo, al dios más alabado durante los antiguos juegos olímpicos no le faltaron los cantosos, ofrendas y numerosos santuarios y monumentos destinados a venerarlo dentro y fuera de Grecia.

En el núcleo helénico, recordemos, son muchos los ejemplos de cultos arquitectónicos que los hombres hicieron a su deidad mayor. Entre estos, sobresalen los templos de Zeus Olímpico en Olimpia y Atenas en Nemea; el de Zeus Hypsisto en Díon; el Altar de Zeus Agoraios en el Ágora de Atenas; el pórtico o Estoa de Zeus en el Ágora de Atenas; y el Santuario de Zeus Olímpico en Díon, entre otros.

En Italia, por ejemplo, destacan el Templo de Zeus Olímpico en Agrigento y el Templo G en Selinunte, mientras de otros lugares pueden enumerarse el Templo de Zeus en Cirene, el Templo de Zeus Lepsino en Euromo y el Templo de Zeus en Gerasa.

A diferencia de estas citadas, el Templo de Zeus Casio, el primero conocido de la región egipcia y cuyas ruinas apenas empiezan a ser comunicadas al mundo, tiene una peculiaridad: “renace”, justo cuando coincidentemente empieza a ganar fuerzas, otra vez, el fervor por la divinidad del Olimpo.

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Templo de Zeus en Gerasa, Jordania. Foto. / visitjordan.com

Y es que en los últimos años del siglo XX, el culto a Zeus y a los dioses olímpicos encontró nuevos seguidores en Grecia, pese a la firme oposición de la Iglesia Ortodoxa. Haciendo oídos sordos, los místicos, en estas dos décadas del siglo XXI, desarrollaron sendas ceremonias “ilícitas” en el templo de Hefestos, debajo de la Acrópolis.

Alguna vez olvidada, aquella religión clásica no solo despertó, sino que ya está oficialmente reconocida por los tribunales griegos, desde 2017. Es decir, como mismo hacen los actuales druidas británicos en Stonehenge, las ceremonias de veneración al helenismo pueden realizarse en los antiguos lugares de culto.

Zeus, quién sabe si en forma de gato, pudiera tener siete vidas.

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