Los primeros rayos del sol martiano

Perteneciente al poblado de Amarillas, en el municipio matancero de Calimete, se ubica el lugar donde José Martí vivió a la edad de nueve años y conoció los horrores de la esclavitud


Hanábana significa en locución indígena “en medio de la llanura”. Justamente allí, al sur de la occidental provincia de Matanzas, se encuentra el río del mismo nombre, en cuyos márgenes los campesinos Elio y Severo tienen su hogar, cultivan sus alimentos y crían animales. Tierra fértil donde se asentaron miles de años atrás grupos aborígenes que practicaban la caza, la pesca y la recolección para subsistir, hasta que el proceso de conquista y colonización española los exterminó. Esta misma tierra fértil acogió, tiempo después, al niño Pepe y su padre Don Mariano, en la que sería una breve, pero fecunda estancia.   

En el siglo XIX, el auge de los ingenios y el crecimiento de la economía plantacionista, hicieron de Matanzas la región azucarera más importante de Cuba, prosperidad fundada en el tráfico de esclavos africanos y sus elevadas concentraciones en esta zona. “Los grandes puertos terminales del azúcar –La Habana, Cienfuegos, Sagua, Cárdenas, Matanzas– fueron ciudades olientes a tasajo y bacalao. En ellas nacen los ferrocarriles que van a los ingenios y mueren los barcos que vienen del Norte”, narra Manuel Moreno Fraginals en El Ingenio, cardinal libro para comprender nuestra historia.

Entre los territorios más representativos de la agroindustria azucarera estaba el actual municipio de Colón. En aquel entonces, era una jurisdicción con cinco partidos. En uno de ellos: El Caimito del Hanábana, radicaba la Capitanía Pedánea, integrada por un núcleo poblacional relativamente pequeño y humilde. La iglesia que rendía culto a Nuestra Señora de Altagracia era el inmueble más grande de la comarca. Hasta allá viajó Mariano Martí Navarro, el 13 de abril de 1862, tras ser nombrado juez pedáneo. Su condición incorruptible y su origen militar le avalaban para intentar poner orden al contrabando de esclavos en la región.

Hanábana constituía un paraje clandestino del trasiego de africanos con destino a los ingenios. Negocio lucrativo para el cual la figura de Don Mariano sería, cuanto menos, inoportuna.

La situación económica familiar hizo que se trasladara hacia el territorio que hoy ocupa el municipio de Calimete, acompañado de su hijo de nueve años José Julián Martí Pérez, quien lo ayudaría en la escritura de documentos oficiales. Además de las actividades oficinescas, Pepe disfrutaba de la naturaleza, la libertad del campo y la complicidad con sus amigos, negros esclavos como Claudio Pozo, que lo enseñaba a montar caballo, o Tomás, a quien llamaba “su majestad”.

El escritor y periodista Jorge Mañach, uno de los biógrafos de Martí, relata en Martí, el Apóstol: “En su caballo cebado, Pepe recorre a menudo con su padre toda la comarca. Por las noches, en el colgadizo de la Capitanía, mientras el padre fuma en silencio su veguero, el niño, reclinado hacia atrás en un taburete, mira los juegos de fulguraciones en el cielo estrellado”.

Pudiera parecer este un entorno atractivo para la niñez y así lo hizo saber a su madre Leonor, en la que se considera la primera carta del epistolario martiano. Estimada mamá: Deseo antes de todo que Vd. esté buena, lo mismo que las niñas, Joaquina, Luisa y mamá Joaquina…” inicia la misiva, redactada el 23 de octubre de 1862, en la cual Martí describe la naturaleza con encanto pueril, narra sus ocurrencias con el gallo fino que le regaló Don Lucas de Sotolongo y la crecida de los ríos que impidió el paso del correo.

Pero Martí desde muy joven tenía una sensibilidad excepcional que lo hizo percatarse también de los infortunios que lo rodeaban. Presenció por primera vez los abusos contra los esclavos, el cepo, los azotes, el barracón y las humillaciones. Marcado por estos hechos y como muestra de la profunda conciencia antiesclavista, publicaría años más tarde en sus Versos Sencillos la aflicción que dejó en el niño Pepe el horror de la esclavitud: “Un niño lo vio: tembló/ De pasión por los que gimen:/ ¡Y, al pie del muerto, juró/ Lavar con su vida el crimen!”. En varios de sus poemas denuncia el racismo y evidencia un compromiso permanente con la justicia.

Estos versos reciben hoy al visitante que llega justo al lugar donde se encontraba la Capitanía Pedánea. El sitio, declarado Monumento Nacional en 1996, exhibe también una tarja colocada cuando el centenario de su natalicio por la maestra del poblado de Aguada de Pasajeros, Sabina Suárez del Villar, quien identificó con una botella el terreno donde había vivido Martí entre los meses de abril y diciembre de 1862.

Años después, evocó en los Versos Sencillos el estremecimiento que dejó la esclavitud en el niño Pepe.

A pocos metros y al otro lado de la carretera, se construyó en 2004 el Memorial Hanábana, un proyecto del arquitecto cubano Domingo Alás que resalta a través del sol los principales momentos de la vida del Apóstol. La construcción, pequeña e innovadora, es lo más moderno que se aprecia en la zona.

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El primer día del año la gente despierta tarde. Pero en el campo no. Desde temprano hay movimiento de personas en la “luchita” cotidiana. Mayrelis Almeida Grillo, museóloga del lugar, me recibe con tres cachorros arropados en su pecho. Alguien los dejó en el basurero recién nacidos, lamenta. Los cuidará hasta que puedan valerse y campeen la zona como buenos guardianes. Como Martí, también tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud…

La última vez que visité El Caimito del Hanábana tendría nueve años, la misma edad de Pepe cuando viajó 160 km desde La Habana. Motivada por mi maestro de primaria y mi familia, leía y memorizaba todo lo relacionado con la vida y obra martiana para después declamarlo en los matutinos de la escuela y otros eventos de la localidad.

Más de una veintena de tragaluces conforman el proyecto solar de arquitectura.

El Memorial era ese pedacito de tierra que mostrábamos orgullosos a los foráneos. En aquel entonces, llevaba poco tiempo de estrenado y faltaban algunos detalles como el papel rojo que, al interactuar con la luz solar y las piscinas de agua, teñía de carmesí las paredes de la instalación. Está conformado por una serie de tragaluces en el techo, orientados según las coordenadas solares.

En fechas significativas como el 28 de enero, el 19 de mayo y el 23 de octubre, el haz de luz incide sobre varios pedestales que portan fotografías, facsímiles y otros elementos afines al Héroe Nacional. Un espectáculo donde la ciencia y la historia conspiran para homenajear al más universal de los cubanos. O deben conspirar, porque el sistema de error está “corrido”, hay que actualizarlo cada cierto tiempo.

Es enero del 2023 y algunos de esos detalles aún quedan sin concretarse. Otros, como las 18 astas con sus respectivas banderas que representan los países con los que Martí tuvo algún vínculo durante su vida, han sufrido el deterioro de los años y el olvido. La señalética, la iluminación, el suministro de agua y la climatización también son víctimas de la desidia. El periodo de pandemia afectó sobremanera este lugar.

Todo ello incide en que, a pesar de mantenerse abierto al público, sean pocos los visitantes que se detienen en este paraje. “En días señalados sí había movimiento de personas, pero eso se ha perdido”, añora la museóloga. Muchos se trasladan por la autopista e ignoran que a corta distancia existe este espacio de significación histórica.

Los pedestales dentro del Memorial muestran pasajes valiosos de la vida de José Martí. / Juan Carlos Dorado.

Los campesinos Elio y Severo nacieron aquí. Tienen su hogar en la tierra fértil del Hanábana, atienden sus cultivos y velan porque los ladrones no les arrebaten en una noche lo que tardan años en lograr, pero también asumen la misión de custodiar el Monumento Nacional y mantener la jardinería del Memorial.

Sin embargo, los esfuerzos no son suficientes. Urge revitalizar este sitio y devolverle el atractivo histórico y turístico; incorporarlo al programa de la Ruta del Esclavo, auspiciado por la Unesco en la provincia de Matanzas. No solo por ser uno de los pocos lugares del interior del país donde José Martí residiera, sino porque las experiencias vividas por el niño Pepe ayudarían a forjar el pensamiento antiesclavista, antirracista, anticolonialista e independentista del intelectual y revolucionario. Rescatar este sitio en el aniversario 170 del natalicio del Maestro, es rescatar la memoria de nosotros mismos. Haga cada uno su parte de deber…

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