Los rostros de la eternidad

Es innegable, los egipcios demostraron un notable talento escultórico. Está presente en todo el legado que perdura a través del tiempo. Sin embargo, la cumbre de la escultura se logra en la antigua Grecia, donde la imagen es un arte de asombrosa belleza. La figura humana, como tema principal es reproducida en todo su esplendor. Fe de ello es la obra Piedad, cuidadosa reproducción que se encuentra en el panteón de don Miguel González de Mendoza y Pedroso en el Cementerio de Colón, ilustre personaje nacido en La Habana a mediados del siglo XIX. Está esculpida en mármol y representa a la Virgen María como símbolo de juventud, mientras Cristo, casi de su misma edad, aparece solo cubierto por el paño tras ser bajado de la cruz.

La más famosa obra con este tema es la escultura realizada entre 1498 y 1499 por Miguel Ángel, el más grande artista del Renacimiento italiano. Se encuentra en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, Italia. La composición triangular de la obra, característica de la escultura clásica, transmite una fuerte sensación de equilibrio, serenidad y reposo. Al preguntarle a Miguel Ángel por qué esculpió el rostro de la madre tan joven como el del hijo respondió: “Las personas enamoradas de Dios no envejecen nunca”.

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