CHILE
El pueblo quiere otra vida
Volcados a las calles, los chilenos se rebelan contra las políticas neoliberales, que han marcado el curso de la economía durante los últimos años
Por MARYAM CAMEJO
El toque de queda es anuncio diario. La represión, las violaciones de los derechos humanos, las expresiones del presidente que le hielan la sangre a cualquiera. “Estamos en guerra” fue una de esas frases que utilizó Sebastián Piñera y luego se convirtió en titular de medios de prensa a nivel mundial. Lo que empezó con el aumento del pasaje del metro se transformó y la situación se hizo imposible de controlar, a pesar de la eliminación del aumento de la tarifa.
Pero ¿por qué no se detuvieron las protestas?
Basta revisar algunas cuestiones de la vida cotidiana como el abandono de ancianos, quienes reciben pensiones insuficientes de las privadas Administradoras de Fondos de Pensión (AFP), las cuales, explican especialistas, funcionan de modo que privatizan las ganancias y socializan las pérdidas.
Se suman a ello los precios prohibitivos de las medicinas; el costo de la educación, la salud, el transporte, la vivienda, los alimentos…
Valga destacar que en la región las cifras del país andino a nivel macroeconómico resultan envidiables. No obstante, como se ha hecho evidente, los chilenos no sienten ese progreso anual de cifras en sus bolsillos, y se han rebelado contra las políticas neoliberales que han marcado el rumbo de la economía.
Piñera, quien unos días antes presumía de que Chile era un ejemplo de estabilidad en el área, declaró que el estallido fue producto de “que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esta falta de visión”.
Afirmó, además, que los más de 900 hechos de “violencia grave” no fueron protagonizados por la ciudadanía que protesta en forma pacífica, sino por vándalos y delincuentes que saquean, incendian y destruyen, y justificó así la decisión del Ejecutivo de utilizar “todos los instrumentos que contempla la Constitución”, o sea, decretar Estado de Emergencia, sacar a los militares a la calle e imponer toque de queda en varias ciudades.
Muchos testimonios en redes sociales dan cuenta de que por primera vez desde el retorno a la democracia, en 1990, y al más puro estilo de la dictadura de Augusto Pinochet, los militares fueron llamados por el Gobierno a patrullar las calles y enfrentar a manifestantes.
Así las cosas, los helicópteros sobrevuelan la ciudad; se escuchan disparos en la noche en horas de toque de queda, cuando quien sale se juega la vida.
Desesperado por poner fin a la crisis, Piñera anunció la propuesta de una Agenda Social que incluye medidas urgentes en temas como salud, reducción de las dietas de parlamentarios y de los abultados sueldos de la administración pública, mayores impuestos a los sectores de más altos ingresos, entre otras.
Sin embargo, hay una buena parte de la opinión pública segura de que no es suficiente; exige incluso la renuncia del presidente. Del futuro no hay certeza absoluta, pero del ahora es deducible que el pueblo despertó y demanda otro tipo de vida.
Soy chileno, abogado, 60 años. Vivo en Las Vertientes, Cajón del Maipo. Un sector cordillerano semirural, ubicado a unos 50 kilometros del centro de Santiago, nuestra capital. La verdad que la articulista realiza un copia fiel de la realidad, sólo agragaría que, hay que descomponer a los manifestantes en 90% de clase media (ingresos promedios, como grupo familiar de 800 dólares americanos). Un 1% de ladrones que se infiltran en las manifestaciones, quienes saquean por doquier y un % bajísimo de anarquistas, éstos últimos unos 500 personas en total, lo único que desean es destruir al país, independiente quien gobierne, en especial si es un gobierno de derecha, como el que gobierna. Son jóvenes principalmente de 18 a 35 años, pertenecientes a la clase media, que por alguna u otra razón están desencantados del sistema neoliberal porque, sencillamente no han tenido oportunidad para salir adelante. El gobierno, por su parte, desoye las manifestaciones porque éstas no tiene voceros válidos, así los políticos de oposición se irrogan las supuestas demadas, dándolas a conocer como propias. Hubo una concentración de 1.2 millones de personas en un sector neurálgico de Santiago, la Plaza Italia, ubicada a unos 2 kilómetros del Palacio Presidencial, La Moneda. Fue una fiesta total, un verdadero carnaval,cánticos, bailes, música de todo tipo, pura alegría. Se aprovecharon los amigos de lo ajeno y saquearon cuantos locales comerciales estuvieron a mano y los anarquistas, ocultos por los manifestantes, destruyeron todo bien público que encontraron, principalmente señalética vial, paraderos de autobuses urbanos, postes de alumbrado público, casetas telefónicas,etc.
Piñera, apuesta al desgaste, no cede y ha dicho que no renunciará. Con esto del conavirus hay toque de queda de manera indefinida. Convengo que esta pandemia ha significado un receso de las manifestaciones y creo, que la aprovechará para dar solución a algunos problemas muy urgentes, pero el sistema neoliberal lo mantendrá. Esa es mi visión.