¿Murió el arte de saber contar historias?

Pensar los procesos audiovisuales propicia actualizar la mirada creativa, desarrollar destrezas, habilidades, conocimientos que deben ser recuperados como patrimonio de lo social


¿¡Quién no ha recordado un conmovedor pensamiento audiovisual por la manera de expresarlo un actor o una actriz!? Su gesto, la intencionalidad al decir un bocadillo o la sonrisa suave, discreta, son parte de ese acto creativo que necesitamos ver en la pantalla para comprendernos mejor, sí, a nosotros mismos.

Ese dilema interior, esa mirada lacerante o el grito ahogado pueden decir más que un parlamento carente de sentido. Pero todo esto debe estar presente en la visualización de la escena y en lo previsto durante la dinámica luz, color, foto que se explaya mediante provocadoras connotaciones.

¿Por qué la elaboración espiritual de la sensualidad es tan poco frecuente en las recientes producciones cubanas? ¿Falta coherencia entre el montaje visual y el buceo interior de los personajes?

Ambas interrogantes suscitan otras relacionadas con el arte de contar historias. Esta prioridad, en apariencia simple, requiere dominar tres especialidades: dramaturgia, actuación y puesta en escena. Ninguna de ellas admite improvisación. En el proceso creativo todas son esenciales, pues forman parte del género dramático elegido y de la frase matriz presente en el desarrollo del filme, la serie, la telenovela o el corto.

Los públicos no “leen” explícitamente la moraleja de un relato, esta debe expresarse mediante valores icónicos y lingüísticos, incluso a través del silencio que suele hablar a voces.

La concreción de la moraleja elegida depende de la construcción del juego de las expectativas. ¿Por qué un personaje miente y es, definitivamente malo, cuando pudo tener otra actitud, otra acción, otro modo de resolver el conflicto?

Así ocurre en la vida real. Pocas veces identificamos las motivaciones, los fracasos, las angustias y los pesares de las personas.

Ese complejo universo de sensaciones y emociones nunca pertenece al pasado, tampoco es olvidado. Lo patentiza la retransmisión de la telenovela Pasión y prejuicio (Cubavisión, martes y jueves, 2:00 p.m.). Es una producción de la década del 90 y hay que verla o volver a verla para apreciar la labor creativa de las primeras actrices Corina Mestre, Verónica Lynn, Isabel Santos y Nancy González.

El relato transcurre a partir de 1915 en escenarios representativos del campo y de la ciudad. En uno y otro, ellas sienten con y por el personaje.

Foto. / Leyva Benítez

Al respecto es imposible olvidar las lecciones de sabiduría del notable director Jesús Cabrera, empeñado en enseñarnos la total vigencia del maestro Stanislavski: “El objetivo del arte no es solo crear la vida del espíritu humano del papel a interpretar, sino también transmitirlo externamente en forma artística”.

Ningún creador toma la realidad para enfrentarla, si no que la convierte en soporte de una significación de carácter humanista.

Guionistas y directores no siempre son conscientes de la importancia de los clásicos. Para transgredir maneras de contar es preciso conocer lo sedimentado, la experimentación, en tanto valor artístico responde a necesidades expresivas.

No basta el intento de decir “algo” nuevo, hay que resignificar la construcción de lo real.

Los aportes de críticos reconocidos han permitido sistematizar pensamientos en profundidad, los cuales son indispensables para nutrir la cultura y analizar calidades interpretativas.

Disímiles planteamientos en narrativas audiovisuales no son un mero instrumento pasivo en la construcción del sentido en imágenes, palabras, diálogos, puestas, estas nunca son inocentes, tienen repercusión en procesos sociales, conflictos políticos y estructuras económicas.

En un mundo interconectado, si bien la TV no es la única responsable del enriquecimiento cultural de las mayorías, puede hacer mucho por él.

Cada ficción lleva implícita una teoría filosófica, que debe ser desentrañada, refigurada dentro de un corpus general.

Nunca puede faltar la inteligencia lectora ante contenidos y fábulas, que alcanzan su clímax en narraciones concebidas para explorar las complejas dimensiones de actitudes y afectos en los seres humanos.

El manejo de la libertad creativa no es un don del cielo, se construye. Las artes intercambian indicios, metáforas, elipsis, preguntas; suelen fecundarse unas a otras mediante las incitaciones de los niveles temáticos, estéticos y expresivos.

¿Existe la originalidad? ¿Nos fijamos en cómo lo han hecho otros para elegir nuevos caminos? ¿Existen nuevos caminos o hay que encontrarlos? ¿Sigue tentándonos el desafío de Stanislavski y de otras vidas por vivir?

Hay tanto que preguntarse desde la filosofía de los antiguos griegos. Ellos no conocían el término crear, les bastaba con hacer; esta, en definitiva, es una palabra de orden y de acción. Pensemos en esto.

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos