¿Olvidado el cine latinoamericano?

En la actualidad uno de los tantos desafíos que afrontan guionistas y directores del audiovisual es sensibilizar a las audiencias con los asuntos más complejos de las sociedades. La pantalla televisual lidera como escenario de apropiación y producción de significados, construcciones de identidades e imaginarios, dentro de estos, lo educativo sin edulcoraciones deviene una dimensión enaltecedora.

¿Cómo podemos conocernos mejor en un panorama liderado por la mundialización de la cultura? El hecho de relatar historias de vida, conocer angustias del otro, tensiones, soledades, vivencias, propician los acercamientos necesarios, ofrecen la posibilidad de pensar en conflictos cercanos, incluso buscar soluciones a veces no evidentes durante el autoanálisis de actitudes y proyecciones éticas.

De ningún modo constituye un secreto que el empleo de las tecnologías genera nuevos sujetos digitales, estos cambian las maneras de la participación de las audiencias. La conjunción de ordenadores, videojuegos, proponen modos disímiles de acercarse a problemáticas ajenas, a lo cual se añade la conciencia de pertenecer a una región más amplia que el país propio.

La necesidad de profundizar en la cinematografía latinoamericana abre nuevas vías al conocimiento. Sin embargo, un espacio como Nuestra América (Cubavisión, miércoles, 10:00 p.m.) al parecer ha desaparecido de la TV. Por su parte, el Canal Habana incluye filmes, cortos de nuestro continente en algunos programas, pero no bastan, un mayor apoyo del llamado Canal de Todos es esencial.

Adentrarnos en el estilo de creadores, estéticas, puntos de vista diferentes, nutre el acervo cultural de los públicos. Incluso los prepara para seleccionar y ver determinadas puestas en la próxima edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que se celebrará en diciembre próximo en La Habana.

Poco se recuerdan en ocasiones la imagen y las palabras del cineasta argentino Fernando Birri al recibir, en 1985, la Orden Félix Varela de Primer Grado: “Nuestro cine, nuestras vidas, son un acto, una semilla, una flor, un carnal fruto de resistencia poético-política. Cuando digo nuestro cine, nuestras vidas, no estoy usando la retórica de una primera persona en plural, todo lo contrario, estoy usando el plural del pueblo y del cineasta del pueblo. Esa resistencia poética se llama en cine, Nuevo Cine Latinoamericano”.

Urge mantenernos alertas, ahora la información y el entretenimiento son entregados a domicilio. Por diferentes vías pululan el peor reality show, la vulgarización, la invasión impúdica de la privacidad, silencios, agresiones que pretenden adormecer el pensar.

En dicho contexto está presente el impacto de la TV, su capacidad para persuadir desde la intimidad en casa mediante discursos e imágenes susceptibles de ser reveladores de preocupaciones en dependencia del interés, la intencionalidad de artistas y televisoras.

Ningún guiño seudocultural puede sustituir el valor artístico en tanto cualidad integradora que nace en el proceso creativo, no admite improvisaciones ni negligencias en detrimento de las partes y del enfoque holístico en los asuntos abordados.

De ningún modo por azar el semiólogo Umberto Eco desmitificó la expresión público inteligente, muy usada por algunos diletantes al referirse a cierto público que no solo puede comprender los contenidos del mensaje, sino también el modo en que el mensaje transmite los contenidos. En las obras creadas con un punto de vista definido, en las cuales los autores saben lo que quieren decir, se desmontan los significados, los significantes, aunque el espectador no tenga una preparación académica, descifrarlos implica la riqueza cotidiana y la propia existencia.

Hay que tener presente conceptos estéticos: comprender el arte como un sistema de signos cuyas unidades se articulan al revelar cierta intencionalidad comunicativa, la cual indica caminos para descubrir qué representa lo expuesto, cómo funciona el lenguaje.

Reflexionemos en estos aspectos para comprender lo que vemos y escuchamos desde las pantallas omnipresentes en cada minuto de la existencia. Los valores culturales, formativos, nunca pueden ser desplazados, desde la niñez dan sentido a nuestras maneras de actuar, de sentir el disfrute, las nuevas, cálidas emociones en beneficio del alma, el intelecto.

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