Pasiones intensas en la pantalla

En el actual mundo interconectado prevalece el progresivo desplazamiento de los públicos desde el medio televisual hacia las redes sociales; no obstante, las películas y series mantienen un estatus de seducción sobre las audiencias interesadas en relatos, situaciones, conflictos de la vida cotidiana.

De ningún modo por azar la programación pensada para el período estival hace énfasis en filmes que han logrado recrear experiencias, angustias, alegrías y preocupaciones de los humanos en cualquier lugar de la tierra.

Un acierto notable ha sido la inclusión del espacio Mi película favorita (Cubavisión, miércoles, 10:00 p.m.), donde científicos, literatos, artistas, maestros, reflexionan sobre sus preferencias y el porqué de la selección, siempre vinculada con una vertiente de su especialidad. Esto es lo más interesante del diálogo que establece el periodista Reinaldo Taladrid con los invitados.

Otra propuesta esperada es el programa Ellas las del cine (Canal Educativo, lunes, 2:00 p.m.), que permite colocar en la mira el virtuosismo de actrices y directoras notables. Así ocurrió con el filme argentino Camila y los reconocimientos a la primera actriz Susú Pecoraro, dirigida por María Luisa Bemberg. Esta última se destacó por abordar temáticas que recrean la emancipación de la mujer en diferentes épocas.

Tales propuestas transforman realidades complejas en un espectáculo artístico, lo cual requiere proporcionar la comprensión de lo que ocurre, cómo ocurre, mediante asociaciones de diversos aspectos, sin obviar que esa otra realidad pertenece a la ficción, a lo imaginario, constituye una extensión de la realidad subjetiva del creador y del espectador, en la medida en que logra ser objetivación del contenido ideológico y emocional de las personas.

Lamentablemente, en otras disímiles puestas son evidentes los propósitos de advertir, alertar, trasladar hábitos correctos; llevan en sí andanadas de didactismo en situaciones y diseños de personajes o tipos, las cuales impiden modelar las riquezas expresivas de los contenidos, de la imagen, su función simbólica.

En opinión de la primera actriz Mirtha Ibarra: “La carga poderosa de una buena historia y de personajes bien concebidos no necesitan ser explícitos, ambos cautivan por sí mismos”.

La primera actriz Mirtha Ibarra ha recreado valiosas experiencias en el cine y la televisión, de gran utilidad para las mayorías. / Leyva Benítez

Trasladar pasiones intensas a la pantalla demanda la concreción de un guion sólido desde el punto de vista dramatúrgico que implique todos los elementos de la concepción cinematográfica. Esto no siempre se logra. Es preciso seguir privilegiando el buen cine, ya sea épico, de época, o de otro género, sin límites de naciones o estéticas.

Imposible diseñar una estrategia orientada a la difusión masiva de la cultura sin la sistemática y responsable promoción de los valores artísticos, que motivan en el televidente la necesidad del conocimiento e influyen en el desarrollo intelectual de un lector crítico, reflexivo, participante.

La trama comunicativa de la revolución tecnológica introduce en las sociedades nuevos modos de relaciones entre el proceso simbólico, la distribución de servicios y bienes.

Incentivar el placer de la lectura, mediante narrativas ficcionales, merece ser una prioridad en la TV. Todo resultado audiovisual que en cualquier formato facilite el dominio de textos novedosos, abre horizontes desde edades tempranas, estimula la curiosidad, las necesidades afectivas, los saberes.

Los clásicos siempre han dictado pautas extraordinarias. Por ejemplo, Shakespeare nos ofrecía un banquete de emociones con un mínimo de información. Él, en su doble dimensión de dramaturgo y director teatral, entendía cómo las emociones del drama llegaban a los espectadores al alternar las peripecias dramáticas de forma genial.

Aprender de lo valedero siempre enriquecerá el ser y el quehacer, el aprendizaje tan necesario en todas las etapas de la vida. Reflexionemos sobre esto.

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