Foto. / gettyimage.com
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QR, el código en su laberinto

Creado para registrar repuestos en el área de la fabricación de vehículos, hoy el patrón cuadrado Quick Response contiene los datos necesarios que, al ser leídos por un software, permiten la administración de inventarios en una gran variedad de industrias, facilitan las pasarelas de pago y empiezan a emular en las abstracciones artísticas


Se ha regado como pólvora… Lo cierto es que ya aparece lo mismo en tu carnet de identidad, en la carta de un bar o restaurante, en la tarjeta de crédito, en un sitio web, en Zapya, Enzona o Whatsapp. A donde vayas, en algún minúsculo rincón, te podrías encontrar hoy un código Quick Response.

Consultar menús de cafeterías y restaurantes a través el código QR, se ha vuelto una práctica muy común. / qrlabs.net

Cuentan que se idearon desde 1994, cuando a la compañía japonesa Denso Wave, antigua subsidiaria de la Toyota, se le ocurrió rastrear con precisión y a gran velocidad los vehículos y piezas de la empresa durante su proceso de fabricación. Sin embargo, el incipiente acceso a dispositivos tecnológicos de la década de 1990 limitó su desarrollo.

No fue hasta el auge de los teléfonos inteligentes y la aparición de nuevos softwares capaces de traducir la información que contenían, que los QR se extendieron con rapidez, al punto de convertirse en el código 2D más popular de los existentes.

Denso Wave tiene en su poder la patente de esta inventiva, pero decidió abrir brechas y facilitar su acceso y uso a cualquier persona en el mundo de manera gratuita, lo que significa que todos podemos crear y emplear nuestros propios códigos QR.

Las barras bidimensionales que, si nos abstraemos un poco, hasta simulan laberintos de los jardines de Versalles, se montaron en la ola del avance tecnológico para demostrar sus capacidades y masificarse entre los usuarios cada vez más atraídos por los cantos de sirena provenientes del océano digital.

En blanco y negro

En concreto, QR es un código de barra bidimensional. Los códigos ordinarios solo se pueden leer de arriba hacia abajo; lo que significa que solo permiten almacenar una pequeña cantidad de información, generalmente en formato alfanumérico. La propuesta japonesa, sin embargo, contienen información en las dos dimensiones (de arriba a abajo y de derecha a izquierda), lo que le permite albergar una mayor cantidad de datos.

Tal y como se ve, es un cuadrado formado por patrones de tres recuadros más pequeños en las esquinas, comúnmente en blanco y negro, que permiten detectar la posición del código al lector.

A algunos les dicen estáticos; a otros, dinámicos. Les diferencia la forma en la cual almacenan información. Los primeros serán capaces de retener datos simples como números de identificación, de serie o de productos. El segundo, mucho más versátil, es capaz de codificar datos para ubicaciones de Google Maps, galerías de imágenes, textos, direcciones web, informaciones de contactos, etcétera.

La capacidad de almacenamiento de datos está definida por niveles, según la cantidad de módulos que forman la matriz del código. La versión actual de QR, de acuerdo con sus creadores, abarca unos 177 módulos y puede contener hasta 1 264 caracteres de texto ASCII (código estándar estadounidense para el intercambio de información) o hasta 7 089 números.

Dado que pueden almacenar diferentes tipos de información es de suponer que se utilicen para muchos propósitos. Puedes encontrarlos impresos en la envoltura de un producto; en el campo de las monedas criptográficas; en anuncios publicitarios y en medicina, para información de determinadas enfermedades o incluidos en los pasaportes de vacunación contra covid-19. De hecho, fue justamente la pandemia uno de los catalizadores para el repunte del uso de esta tecnología.

Escanear usos y riesgos

En medio de un contexto marcado por el distanciamiento social, los códigos QR resurgieron en menús digitales de restaurantes y otros establecimientos públicos para evitar el contacto físico con la carta y reducir los riesgos de transmisión del virus.

 “Las autoridades gubernamentales los han utilizado incluso para facilitar la localización de contactos y el procesamiento de visitantes en los puestos fronterizos de control”, asegura la cadena Euronews.

Hay quienes no podrán deshacerse de ellos nunca más, porque decidieron tatuarlo en su piel también en tiempos de pandemia, para plasmar sus certificados de vacunación y evitarse contratiempos en los aeropuertos. La idea, al principio polémica y centro de críticas, ha alcanzado respaldo por parte de trabajadores sanitarios, quienes la ven como una solución para acceder de forma rápida a los datos personales de cualquier persona en caso de sufrir un accidente.

Durante la pandemia, algunas personas se tatuaron el código QR de su esquema de vacunación. / lavanguardia.com

¿Quién sabe qué otras lecturas se podrán escanear en un recuadro aparentemente tan sencillo y pequeño? De momento, QR continúa extendiéndose en todo el mundo y en todas las esferas; presente también en revistas, museos y exposiciones de arte.  El acceso a wifi directo y uso compartido de red, es otra de sus utilidades.

En Japón, entre otras muchas aplicaciones, tiene incluso uso funerario. Se incluye en lápidas que apuntan a páginas web, donde es posible ver información sobre los fallecidos. En tanto, en Bélgica, se impulsa su uso en el sistema de transporte público, mientras que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha gestionado algunas de sus campañas de educación a través de estos códigos.

En Cuba, el pago de productos y servicios a través del código QR en las pasarelas Transfermóvil y Enzona, continúa consolidándose en diversas entidades del comercio, como una vía más rápida y segura tanto para clientes como para vendedores, y como parte del proceso de informatización que impulsa el país.

La lista de beneficios seguramente crecerá en los próximos años. La propia empresa Denso Wave continúa mejorando su diseño original para “lograr soluciones integradas como la trazabilidad, la protección de marcas y medidas contra la falsificación en códigos más modernos”, señalan.

A casi 30 años del lanzamiento del primer QR, el equipo Wave apuesta por nuevos prototipos, y este 2022 presentó una alternativa híbrida de QR en barra, denominada rMQR. La nueva versión está pensada para superficies alargadas y estrechas como tubos de ensayos.

En 2022 se presentó una alternativa híbrida de QR en barra, pensada para superficies como los tubos de ensayo. / sciencephoto.com

Otros investigadores de la Universidad de Osaka, en Japón, crearon un novedoso método de impresión tridimensional para incrustar códigos QR comestibles en el interior de ciertos alimentos.

La propia universidad explica que este nuevo recurso permitirá imprimir en el producto de manera directa información de su procedencia y sus ingredientes, sin alterar la apariencia o el sabor. Se trata, igualmente, de una nueva apuesta por minimizar los envoltorios contaminantes.

“Nuestro método de impresión 3D es un gran ejemplo de la transformación digital de los alimentos. Esperamos mejore la trazabilidad y la seguridad de los productos. La tecnología también se puede utilizar para proporcionar nuevas experiencias alimentarias a través de la realidad aumentada, un campo nuevo de la industria alimentaria”, afirmó Kosuke Sato, uno de los autores del estudio.

No cabe dudas de que el código QR es una tecnología que llegó para quedarse, que ha logrado todo tipo de intercambio en la sociedad sin necesidad de hacer uso de dinero en efectivo o papel, y que, como toda tecnología, no está libre de amenazas.

Crearlos es fácil, porque hay docenas de generadores con patrones de su tipo disponibles para descargar o utilizar en línea. Esa misma facilidad les hace vulnerables.

En los últimos meses, varios medios de prensa reportaron denuncias de estafas con códigos que, al ser escaneados, dirigen a sitios web falsos, diseñados estratégicamente para robar información personal y financiera.

Usuarios en redes utilizan el término qrishing para referirse a ello; que no es más que una nueva versión de lo que ya se conoce como phishing o suplantación de identidad, un fenómeno que ocurre sobre todo en redes sociales y que la mayoría de los usuarios ya ha aprendido a identificar y prevenir.

Por eso, aunque delicado, el dato, al menos aún, no es para angustiarse; basta con estar atentos y apostar por acercarnos cada vez más a la alfabetización digital.

De esa suerte hasta saldremos airosos de los próximos ingenios que incluya el código QR en el laberinto de sus patrones.

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