Ser “otro”, “otra” y convencer desde la ficción

Valoraciones sobre las exigencias del arte actoral que continuamente demanda estudios, disciplina, preparación y una profunda conciencia crítica orientada siempre al desarrollo profesional 


Es evidente en el siglo XXI el cambio de percepción de los públicos, sí, en plural. Ellos, diversos, heterogéneos, demandan variaciones de escrituras y lenguajes, pues en el mundo tienen lugar nuevas relaciones entre los procesos simbólicos y las formas productivas de distribución de los servicios y los bienes.

En el teatro, el cine, la literatura y el audiovisual, creadores de diferentes generaciones deben concebir novedosas narrativas al involucrarse con lo “real” para decirnos, lo que sucede, y le interesa a todos los humanos.

De manera continua, en un mundo cada vez más interconectado, se borran las fronteras entre los géneros dramáticos; las ficciones expresan experiencias y visualidades en textos lingüísticos e icónicos recreados mediante puestas donde los aportes de actores y actrices son esenciales. Su ejercicio profesional demanda una sólida preparación previa que de ningún modo culmina al interpretar personajes de diferentes características. Esa vivencia queda latente en el alma y en la memoria como un registro de referencias y emociones.

Lo demuestran varios invitados en el programa Sobre las tablas (Canal Educativo, lunes, 9:45 p.m.). Figuras reconocidas en diferentes medios de comunicación dan fe de la indagación en los resortes más íntimos para construir un personaje, ser “otro”, “otra” y convencer desde la ficción.

También los espacios Noticiero Cultural (De lunes a viernes, 6:30 p.m.), Al mediodía (De lunes a sábado, 12:00 m.), y Entre tú y yo (sábado, 2:00 p.m.) todos en Cubavisión, privilegian disímiles acercamientos al arte actoral.

¿Son suficientes? De ningún modo, porque es preciso seguir desarrollando el talento de consagrados y jóvenes empeñados en la superación diaria al seguir preceptos del maestro Stanislavski: “El objetivo de nuestro arte no es solo crear la vida del espíritu humano del papel a interpretar, sino también transmitirlo externamente en forma artística”.

A propósito, recordamos que el oportuno encuentro de Eslinda Núñez y Benicio del Toro en La Habana hace varios años propició dejar constancia en una foto y conocer la coincidencia de ambos al referir cómo asumen su profesión: “Actuar demanda un esfuerzo intelectual riguroso. Necesitamos estudiar, estudiar y estudiar, de lo contrario no podemos lograr un orgánico desempeño, la intencionalidad de una verdad artística”.

Foto. / Leyva Benítez

Toda actitud o situación humana tiene un marco convencional en relatos inspirados en la construcción de la realidad. Incluso, muchos espectáculos enfrentan al destinatario consigo mismo, lo inmiscuyen en una realidad-otra, la cual -al conmoverlo- adquiere múltiples significaciones.

La apertura de accesos e intercambios permite conocer el trabajo actoral en producciones de Estados Unidos, Turquía, Corea y China, entre otras naciones; el imperio de Hollywood ha sido desplazado, sus productores acuden a los mejores guionistas y realizadores latinoamericanos, y a la valía de elencos probados en diferentes escenarios.

No resulta raro que esas puestas incorporen convenciones del melodrama, en ellas las tramas comienzan con una ruptura de la armonía familiar o personal, a la que siguen disímiles acontecimientos: separaciones prolongadas, accidentes y enfermedades.

Esas fabulaciones trascienden la primaria identificación emocional, el melodrama es un espectáculo en el cual se busca mucho más que el placer de llorar. En él, lo común, lo aparentemente trivial, las rutinas cotidianas de las personas, contribuyen a la creación de historias ancladas en preocupaciones, filosofías, actitudes ante la vida.

El género comenzó a consolidarse en la Francia del siglo XVIII, en narrativas donde el héroe, el villano y la víctima –siempre personajes seductores-, complican la acción con una serie de peripecias hasta lograr el triunfo del protagonista, un personaje-tipo que encarna conceptos: el bien, el mal, la traición.

Por todo esto es indispensable descifrar el lenguaje de cada propuesta, interpretar las acciones, los bocadillos, los gestos de actores y actrices para reconocer lo verdaderamente auténtico en el gran barullo de imágenes y palabras que dicen lo mismo, no incentivan el talento de los públicos, ansiosos por ver lo mejor en las pantallas de TV.

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