“Siempre voy a defender mi cubanía”

En la muestra ¿La ida por la vuelta?, el artista Joel Valdivia recrea desde la honestidad intelectual el tema de la emigración y su trascendencia en la vida de la sociedad cubana


Cada exposición motiva a descubrir cuánto, más allá de lo transitorio, puede hacernos reflexionar sobre lo definitivo en nuestras vidas. Las obras deben llevar implícitas problemáticas en cuyas soluciones el artista se compromete por entero. Ocurre en el quehacer de Joel Valdivia Hercia, galardonado con varios premios. En muestras personales y colectivas sugiere, interroga, da rienda suelta al ejercicio de pensar.

Públicos de diferentes generaciones admiran la obra de Joel Valdivia galardonado con varios premios y reconocimientos.

No escapa a esta percepción su propuesta ¿La ida por la vuelta?, en la habanera galería Espacio Abierto, de la revista Revolución y Cultura.

El sentimiento de estar en la cuerda floja hace reflexionar.

En el discurso visual lidera el propósito de aportar testimonios sobre la Cuba actual. Despliega el tema migratorio mediante una voluntad de abrir paso al sentimiento y deja constancia del valor dramático en las 12 piezas que integran el conjunto.

Influyen en el montaje, la vocación de Valdivia demostrada en experiencias museográficas, y su responsabilidad al estructurar un relato devenido proceso abierto de concreción sígnica donde lidera el carácter plástico connotativo.

La aparente simplicidad minimal de las obras no deja dudas de la riqueza icónica implícita en diferentes planos significantes, en ellos plantea el decursar de la historia, la identidad, lo propio, las huellas del camino recorrido, las interrogantes sobre el futuro por descubrir.

Acude a diversos soportes y técnicas al recrear pinturas, una escultura, dibujos, en los que utiliza múltiples códigos para comunicar ideas perturbadoras sobre realidades cotidianas.

Según reconoce en el catálogo, el periodista y crítico José León Díaz: “En el registro aportado por Joel no faltan los valores estéticos, éticos, y como buen cubano, tampoco una pizca de humor, hilvanada en sus líneas veloces y trémulas… Subraya algunos detalles, como el azar, la bandera cubana, inconclusos signos abakuás, una silueta que insinúa la raspadura (según es conocido el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución)”.

La honradez laboriosa del creador privilegia el blanco en el sentido de llenar el espacio que busca el ser humano, establece una dinámica participación en niveles sensoriales plenos de atmósferas y maneras de ser.

Encontró la piedra de esta escultura en los cimientos de la catedral de La Habana.

En opinión de Valdivia: “Las piezas cuentan historias, muchas veces establezco relaciones a partir de la música. Por ejemplo, Pablo Milanés y su canción Carta a un amigo fueron decisivos. Plasmé la nostalgia que siento cuando parten las personas queridas. De alguna manera es estar en la cuerda floja al momento de decidir ante algún cambio”.

Nunca parte de bocetos, trabaja directamente en la tela o la cartulina. “Converso con ellas, acudo a la memoria, establezco cierto juego en el que participan documentos, llaves, y otros artículos de uso cotidiano. Mis muchedumbres llevan “algo” consigo, nunca viajan desprovistas de recuerdos, objetos, sueños, angustias, sinsabores. Siempre voy a defender mi cubanía”.

El viaje en numerosos sentidos y direcciones inspira el lenguaje peculiar de este artista insomne nunca ajeno a las hondas raíces antropológicas. Asume la cultura al interiorizar agudas reflexiones sobre la conciencia desde y por el arte.

Trabaja el desplazamiento del color del blanco al negro.

CRÉDITOS

Fotos: Martha Vecino

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