Esperado reencuentro con la obra del notable artista visual cubano Alfredo Sosabravo, en la capitalina galería Villa Manuela, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba
Esta travesía visual cuenta de trazos, puntadas, perfiles y narices que se elevan como tótem ¿sensual? y travieso, rostros atrapados por el hechizo del color, con vida propia y a medio andar entre el absurdo y lo delirante. Alfredo Sosabravo está en La Habana, apenas comenzando a saborear su año 93 de existencia, siendo él mismo y a la vez, tan diferente, diverso, simplemente cautivante.
Son 15 dibujos sobre papel en tinta y acuarela, y dos esculturas en bronce, las piezas que integran la exposición Retratos italianos, exhibida por estos días y hasta diciembre, en la galería Villa Manuela, de la Uneac.
Concebidas entre 2009 y 2010 (solo una es de 2007), las obras poseen unicidad de conjunto y armonizan con esa atmósfera alucinante, onírica, que singulariza la creación plástica y gráfica del ceramista, pintor, grabador y escultor cubano.
Pocos años han transcurrido desde que el artista, afincado en la península itálica hace varios lustros, empezara a fraguar el proyecto de exponer en Cuba otra vez, para celebrar su cumpleaños 90; sin embargo, las restricciones por la covid 19 aplazaron ánimos, aspiraciones. Para beneplácito de los adeptos a su obra, retoñó la propuesta curatorial de esta muestra que poco o casi nada tiene que ver con aquella idea preliminar.
“Lo que ahora presento es solo una pequeña parte de la concepción inicial”, reveló en exclusiva a BOHEMIA, Alfredo Sosabravo.
“Por la pandemia, esa muestra ya no era adecuada y el lugar para exhibirla tampoco, todo se fue dilatando y coincidió que Lesbia Vent Dumois [pintora y grabadora, presidenta de la Asociación de artistas de la plástica de la Uneac] desde hacía algunos años me insistía en organizar una personal en Villa Manuela; entonces aproveché para inaugurar en la galería una selección de dibujos que tenía guardados desde 2009, los cuales gozan de cierta unidad.
“Me he sentido muy honrado y ha sido una satisfacción muy grande estar aquí, en La Habana, con toda esta concurrencia encantadora”.
En Retratos italianos cada dibujo congela un gesto, retrata una expresión, (re) crea la historia – anónima y veraz– de habitantes o viajeros que coincidieron con el artista cubano en un pequeño poblado llamado Río Saliceto, de la provincia de Reggio Emilia, en Italia.
Lo simbólico y lo figurativo se entrelazan en esta suerte de sarao surrealista, de un innegable aire caricaturesco que frisa lo jocoso y a veces, hasta lo ridículo: corbatas estrelladas o cuadriculadas; colas endemoniadas, gafas estrambóticas; ojazos adormilados o intensamente atizados; rostros altivos que definen la línea firme y, al propio tiempo, depurada del dibujante que en esencia es.
Toda una amalgama de representaciones, trazos, matices armónicos en sí mismos y en apariencia caóticos que intentan detallarnos la gracia única de los retratados y cómo calaron en la memoria visual del creador hasta convertirse en más que tonalidades y formas.
Cabeza al viento (2007) y Hombre de corbata (2010), las esculturas de la muestra, transmiten sensación de movimiento a quien absorto mira. Cargan un sentido metafórico y poético excepcional, pues los elementos que las integran atesoran una reflexión juiciosa, perspicaz, de la realidad, aunque en particular impresionen con cierto halo burlesco y/o travieso.
Retratos italianos y toda la obra de Sosabravo son “de altos valores antropológicos, en los que él es capaz de plasmar lo trascendente de la belleza, la alegría de la vida y lo carnavalesco en su estado más natural”, ha sentenciado en las palabras al catálogo el poeta, ensayista y crítico de arte Rafael Acosta de Arriba; y no existen resquicios para dudas, este creador nonagenario, de extraordinaria vitalidad física y artística, regresó repleto de energías, tan sagaz como siempre y dispuesto a filosofar sobre lo humano y lo divino desde su sublime y terrenal manera jugar.