Sugerencia de verano

Un año ha transcurrido desde aquel julio que nos sobrecogió a todos ante la peor ola de contagios de Covid-19 vivida hasta entonces en Cuba. Las cifras de enfermos, hospitalizados y fallecidos crecían por día y, con estas, las tensiones en el sistema de salud. Ante tal contingencia, hubo que movilizar a médicos y personal de enfermería de otras provincias para apoyar a sus colegas de Matanzas, territorio con la situación epidemiológica más compleja, y de Ciego de Ávila, otra zona con elevada incidencia de la enfermedad en ese momento.

Pero quizás para compensar tanta aflicción, julio de 2021 trajo también una buena noticia: el 9 de ese mes la vacuna Abdala recibía el autorizo de uso de emergencia otorgado por el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos, autoridad reguladora nacional. Contra viento y marea, la ciencia cubana ponía en manos de los profesionales de la Salud 27 productos, tres vacunas con la aprobación de uso de emergencia (a la ya mencionada, se sumarían el 20 de agosto Soberana 02 y Soberana Plus), dos candidatos vacunales (Soberana 01 y Mambisa), medios para el diagnóstico, y equipos médicos.

Disponer de vacunas propias ha sido sin duda la carta de triunfo que ha permitido al país avanzar en el control de la enfermedad. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud Pública, al cierre del 8 de julio de 2022 el 90 por ciento de la población cubana (9 975 598 personas) tenía el esquema de vacunación completo, y de esa cifra, 7 418 098 había recibido dosis de refuerzo.

En este julio, por fortuna, el escenario epidemiológico de la Mayor de las Antillas es muy diferente. Desde poco antes, el 31 de mayo, se determinó eliminar el uso obligatorio del nasobuco, excepto en consultas médicas y servicios de hospitalización que así lo requieran, y en áreas con restricción durante los controles de foco. El anuncio fue recibido de inmediato como una bocanada de aire fresco. No obstante, las autoridades sanitarias y gubernamentales convocaron a las personas a ser cautelosas e insistieron en la responsabilidad individual, pues la adopción de dicha medida, aclararon, no significa que la pandemia haya llegado a su fin.

Lo confirman los rebrotes de Covid-19 que ocurren en diversas latitudes del planeta, donde se registra casi un millón de casos diarios (aun cuando en numerosos países se han reducido de forma drástica las pruebas de diagnóstico). El pasado 6 de julio, autoridades sanitarias internacionales afirmaron que los casos a nivel mundial habían aumentado un 30 por ciento en solo dos semanas, y consideraron a las subvariantes BA.4 y BA.5 de ómicron como responsables de la nueva ola de infecciones que se aprecia en Europa, en particular.

Los expertos refieren que esta oleada tiene su origen en la percepción de la gente de que el SARS-CoV-2 se volverá endémico y en el relajamiento total de las medidas de prevención. Recuerdan que en un mundo tan interconectado ningún país está libre de posibles repuntes de casos, máxime cuando cientos de millones de personas de bajos ingresos siguen sin poder vacunarse, debido a la enorme brecha de cobertura existente entre varias naciones, según afirmó a finales de junio último el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

El riesgo por tanto persiste para todos. En Cuba, por ejemplo, a inicios de julio, especialistas hablaron de “pequeños repuntes” en las provincias de La Habana, Mayabeque, Matanzas, y el municipio especial Isla de la Juventud. Por esos días, en uno de los habituales encuentros de los científicos con la máxima dirección del país, el Dr.C. Raúl Guinovart Díaz, decano de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, dijo que aunque se espera que continúen altos los niveles de inmunidad alcanzados, el aumento de casos confirmados y hospitalizados en la semana previa, podía hacer que los escenarios previstos cambiaran.

Tales pronósticos han afianzado la decisión de muchas personas de seguir usando el nasobuco y hoy suele verse en las calles con bastante frecuencia todavía los rostros, incluso de jóvenes, cubiertos con esa prenda salvadora. También están los que no lo emplearon antes ni lo hacen ahora en los sitios donde está reglamentado usarlo.

Luego de más de dos años difíciles, es comprensible que en estos meses de verano deseemos disfrutar de la compañía de familiares y amistades, y regalarnos los abrazos largamente postergados; pero, no debemos olvidar que el virus está latente y la mascarilla sigue siendo una aliada para protegernos en lugares de gran afluencia de público y proteger así a los más vulnerables de casa.

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