Swift: la bomba sin humo

Swift: la bomba sin humo.
El sistema Swift determina los códigos bancarios que son necesarios para realizar o recibir cualquier transferencia internacional. Chris Helgren / REUTERS.

Cuando parecía que lo sabíamos todo sobre armas atómicas… Cuando nos creíamos que la cuarta guerra mundial sería con lanzas y flechas porque en la tercera habría sucumbido la humanidad como hoy la conocemos en un invierno nuclear… Cuando por más de 70 años pensábamos que una calentura entre las potencias mundiales empujaría un dedo marcial hacia el temido botón rojo… descubrimos que, en los tiempos que corren, primero se echaría mano a otro tipo de arsenal, tal vez igual de peligroso: el silencioso sistema de pago interbancario más extendido en el mundo.

Conocido por su acrónimo inglés Swift (Society for World Interbank Financial Telecommunication; en castellano, Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales), este es en esencia un sistema de mensajes, un facilitador de pagos internacionales alrededor de todo el planeta, que permite realizar con total seguridad los pagos entre bancos a través de fronteras.

A primera vista, no parece evidentemente riesgoso que un sistema bancario se mantenga fuera de esa órbita, hasta descubrir que una simple transacción transfronteriza podría demorar mucho tiempo y, lo que es peor, con un porcentaje menor de garantías de seguridad.

Estamos hablando de un mundo cada vez más globalizado y con constelaciones de flujos financieros que tratan de seguirle el ritmo al cada vez más dinámico comercio mundial. Es por ello que existe esta suerte de WhatsApp para bancos, aunque la de celulares y Swift solo tienen en común que son redes de “amigos”.

Pensemos en que hoy puede hacerse una transacción de La Habana a Tokio en algunas horas o escasos días, gracias a este sistema. Para ello, mediante un código, el banco emisor certifica el respaldo monetario que tiene depositado el pagador en su cuenta. La institución, que es parte de la sociedad Swift, envía esa información cifrada al banco receptor. La codificación viaja electrónicamente, directa o indirectamente (pudieran intervenir varias instituciones financieras, sucursales, bancos corresponsales…), hasta que finaliza el proceso con el valor depositado en la cuenta del beneficiario y la confirmación del éxito de la operación al emisor.

Vale precisar que esta red no posee fondos ni valores, ni administra las cuentas de los clientes. Solo es un sistema de mensajería. Por tanto, en nuestro ejemplo no viajó el dinero físico, sino su valor respaldado, y lo hizo tan rápidamente como veloz fue constatar la fidelidad de dicha información. Luego entre los bancos se arreglan, podría decirse, como mismo las personas saldan físicamente los compromisos adquiridos en un grupo de amistad creado en, digamos, WhatsApp.

Swift, por supuesto, no es una estructura tan gaya –o llamativa– como una red social. Es un mecanismo huraño como cualquier organización que maneja dinero, con los ojos bien apretados buscando la hendija por donde se pueda colar la criminalidad financiera.

Con este propósito, su plataforma de mensajería descansa en la información encriptada y la cadena de bloques (blockchain), complementada con normas de comunicación y productos y servicios que facilitan el acceso y la integración, la identificación, el análisis y el cumplimiento con la prevención de los delitos financieros.

Por ser más rápida y confiable que una maleta esposada a la muñeca, hacen uso de la conectividad con Swift más de 11 000 organizaciones bancarias y de valores, infraestructuras de mercado y clientes corporativos. Estos clientes se ubican en más de 200 países y territorios, representados en una codificación individual que facilita la comunicación segura y el intercambio de mensajes financieros estandarizados de una forma fiable. De esta forma mueve más de 100 mil millones de dólares a diario en pagos, lo que la erige en líder de este tipo de plataformas.

Swift determina los códigos bancarios, conocidos como BIC (Bank Identifier Code, o Código Identificador de Banco), que han sido estandarizados globalmente con la norma ISO 9362. Estos, claro está, son necesarios para realizar o recibir una transferencia internacional.

El BIC sirve para identificar al banco beneficiario de una transferencia y es un código internacional alfanumérico que puede constar de ocho u 11 caracteres. Entre esos se incluye información de la entidad, la procedencia geográfica e, incluso, de la sucursal bancaria.

Cuando un cliente realiza una transferencia internacional a favor de otro, el banco emisor genera ese código BIC o Swift, el cual, como mensaje cifrado, indica la manera en que va a hacer llegar los fondos a ese cliente, con todo tipo de detalles, como fechas, divisas, gastos o a través de qué entidades.

Un arma nuclear financiera

Swift: la bomba sin humo.
Swift determina los códigos bancarios BIC, que han sido estandarizados con la norma internacional ISO 9362. /abcoffshore.com

A pesar de ser una red poco conocida por la mayoría de las personas, su historia está a punto de cumplir medio siglo. En 1973 nació en Bruselas, Bélgica, respaldada por 239 bancos de 15 países diferentes, y entre sus primeros logros estuvieron los de establecer un estándar en común para las transacciones financieras, un sistema de procesamiento de datos compartidos y una red de telecomunicaciones a nivel mundial.

Hasta que en 1977 por fin se envió el primer mensaje Swift, que reemplazaba a la tecnología Telex, empleada hasta entonces. Dos años después, se inauguró el primer centro de Operaciones de Swift en los Estados Unidos.

Es precisamente este país el que tiene hoy el mayor número de usuarios de este esquema. El segundo lugar es, ni más ni menos, Rusia, y es por ello que se presupone que bloquear a sus entidades financieras el acceso a las transacciones con el resto del mundo  puede traer estragos semejantes a “un arma nuclear financiera”.

Tras la irrupción bélica en Ucrania de las tropas rusas, los jerarcas de Occidente han pensado que es mejor ejercer ese ataque que verse involucrados directamente en la confrontación. Esta, sin saberse cómo ni cuándo, puede derivar en una respuesta inmediata rusa y acarrear “consecuencias que nunca han experimentado en su historia” quienes intentaran obstaculizar sus objetivos, tal como advirtió el presidente Vladimir Putin.

Lo cierto es que Kiev esperaba de la OTAN una respuesta militar, pero los Estados Unidos y la Unión Europea prefirieron cambiar, al menos por ahora, el botón rojo por la tecla Enter.

Con un simple apretón de esta, los países del eurobloque esperan asfixiar la economía de la Federación de Rusia, con la exclusión del sistema de transacciones financieras Swift a siete bancos suyos, entre los que se destaca VTB, el segundo mayor de la meganación.

La idea es simple: es como apretar con las yemas del pulgar y el índice la más importante arteria del sistema circulatorio financiero ruso, hasta que la economía local no reciba más oxigenación, jadee y caiga con todo su peso. ¿Quién garantiza que la fiera herida, por instinto de conservación, no apriete su propio botón rojo?

Aun sin ese riesgo, no todos creen en la efectividad del ataque por desconexión. ¿Podrá realmente ahogarse una economía local tan importante sin que el sancionador también se esté disparando un tiro en su pie? Eso lo sabremos cuando se haga efectiva la medida.

Por si acaso, Europa no puso en su listado de sancionados al mayor banco ruso, Sberbank, ni al Gazprombank, por donde se tramitan sus pagos por importaciones de gas y petróleo desde el país euroasiático. Les hubiera gustado no perdonar a ninguno, confesaron, pero países como Alemania e Italia, por ejemplo, son altamente dependientes de los portadores energéticos eslavos. ¿Pesará esa interdependencia en el curso futuro de los acontecimientos?

El gobierno de Kiev, mientras tanto, presiona con fuerza para que todo el sistema financiero ruso sea desconectado. El castigo adoptado le parece insuficiente, para no hablar de una nueva traición de Occidente, que lo espoleó para provocar al oso mientras dormía su siesta. Al despertar este, solo estaba ante sus vidriosos ojos el más débil: Ucrania.

La guerra del no-se-sabe

Swift: la bomba sin humo.
Se sabe cómo anochece en el Banco de Rusia, pero no cómo amanecerá. SPUTNIK / Natalia Seliverstova.

Todos los pasos bélicos dados por Rusia, con seguridad deben haber tenido el cálculo previo de las posibles respuestas de sus oponentes, incluida la exclusión del sistema interbancario mundial.

Según el Kremlin, los efectos para su Estado pudieran ser devastadores, ya que podría perder cerca de 5 por ciento de su producto interno bruto, al tratarse de una economía basada en commodities (cualquier producto destinado a uso comercial), sobre todo por su gran producción de hidrocarburos, como petróleo y gas.

Ya en 2012, el sistema Swift, que se autoproclama neutral, a pedido de la Unión Europea aplicó un bloqueo de este tipo a 30 instituciones financieras de la República Islámica de Irán, incluido su banco central. El argumento esgrimido entonces fue que el país persa realizaba investigaciones para el desarrollo de armas nucleares.

Teherán perdió así 50 por ciento de sus ingresos en petróleo y su comercio exterior se vio reducido en 30 por ciento, hasta que la mayoría de ellos fue reintegrada tras el acuerdo nuclear de 2015. Pero luego volvieron a suspenderle cuando el gobierno de Donald Trump se retiró del pacto y reactivó las sanciones.

Con ese antecedente, algunos países europeos solicitaron imponerle a Moscú igual presión, el paso de Crimea a soberanía de Rusia, a pedido de mayoría de los pobladores de la península, en 2014. El entonces primer ministro y actual presidente adjunto del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, por esos días dijo que una medida como esa sería una “declaración de guerra”.

Afortunadamente, el asunto no pasó a mayores. Aun así, por previsión, el Banco Central de Rusia diseñó un sistema alternativo al Swift, llamado SPFS, menos sofisticado, pero funcional. De momento, solo 20 por ciento de las transferencias nacionales hacen uso de esta plataforma, que cuenta con apenas 400 usuarios y, según varias fuentes, costos mucho más elevados.

Algunos especialistas en sanciones a Rusia concuerdan en que se están sobreestimando los posibles efectos de desterrar a la nación del Swift. “No será tan grave para ese país como lo imaginan los funcionarios de Occidente”, comentó María Snegovaya, investigadora invitada de la Universidad George Washington y coautora de un informe del centro Atlantic Council acerca de las puniciones estadounidenses contra su competidor nuclear.

Privar a los bancos rusos del sistema de intercambio predominante no solo traerá aparejadas consecuencias financieras para la Federación, sino también para Occidente. El peligro del sistema financiero internacional radica en un posible debilitamiento de las dos divisas más utilizadas: el dólar y el euro.

Al no poder pagar Rusia y sus contrapartes comerciales con esas monedas, se rompería un eje financiero de las transacciones comerciales. Con estas trabas, es muy probable que la nación multiétnica migre hacia la utilización del yuan chino, así como también de criptomonedas estables para suplir la demanda transaccional.

¿Intentará Rusia hacer como Irán, que sobrevivió al bloqueo en 2012 mediante el uso de monedas nacionales, oro en transacciones y acuerdos de trueque? Todo está por ver.

China, por su parte, no se queda tranquila viendo las barbas de su vecino arder. Tal vez intuye, como mismo muchos analistas, que la guerra en Ucrania pudiera ser apenas un foco caliente, pero en última instancia el objetivo supremo de los Estados Unidos y sus aliados es morder la manzana del gigante asiático, la potencia que lidera la lucha mundial por la pluripolaridad y el quebrantamiento de la hegemonía de Washington. Es decir, una nueva geopolítica.

Por ahora va quedando en claro que Rusia ha encontrado respaldo comercial en China, desde el mismo minuto en que empezaron a dictarse los primeros paquetes de sanciones provenientes de Europa, Estados Unidos, Canadá y otras naciones. Es más, como quien quema las naves, ya ha afirmado que nunca más volverá a confiar en ese bloque como socio estratégico, lo cual hace pensar seriamente en que la actual estructura del capitalismo no será la misma en lo adelante.

Ante las nuevas circunstancias, China, que está sobreaviso hace varios lustros, posee ya su propio sistema, llamado CIPS (Cross-Border Interbank Payment System, es decir, Sistema de Pago Interbancario Transfronterizo), desarrollado en 2015.

Varios bancos rusos integran esta plataforma alternativa, por lo que podría ser otra vía de escape para una Rusia bloqueada. Asimismo, la perspectiva de que la segunda economía del mundo y la nación más extensa del orbe formen un sistema común frente a Occidente puede suponer un duro golpe a los Estados Unidos.

Como consecuencia de las últimas amenazas, varias compañías chinas vinculadas con el sistema alternativo de pagos interbancarios del gigante asiático han comenzado a experimentar significativas ganancias por la subida instantánea de sus cotizaciones en bolsa.

¿Tendrá Occidente prevista una respuesta coherente ante el nuevo paisaje financiero? ¿Insistirá en arreciar el bloqueo de Swift contra Rusia y, tal como huele el guiso, extenderlo a China?

¿O para salir de tal rollo apretará el botón rojo con los ojos bien apretados?

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2 comentarios

  1. Muy buen artículo, algo extenso pero muy interesante. No conocía qué es el sistema Swift, imaginaba que debía ser algo importante como para que sancionaran a Rusia por ahí. Gracias por brindarnos está información para ayudarnos a comprender mejor como se mueve el mundo hoy.

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