Talentos y flores hay para sembrar

Llevado y traído es el tema de la música infantil en los centros recreativos, el cual todavía sigue sin resolverse en algunos espacios. Sin embargo, a estas alturas del 2022 cubano, ya una hornada de autores rinden pleitesía con sobrada maestría a esa edad inolvidable, tierna y en formación.

Estas líneas se circunscriben únicamente a una opinión que, para decirlo con términos sociológicos, corresponde a la “observación participante”. De ningún modo me remito a una investigación exhaustiva, de ahí que por ética me abstenga de mencionar ciertas experiencias mías y de mi familia. Solo deseo subrayar que padecemos otro tipo de contaminación sonora al promocionarse, en exceso, a los estudios Disney. Sin miramiento ni medida alguna.

Atento lector, para nada me opongo a un poco de fantasía a la “vieja usanza”, de la mano de princesas y príncipes. Sin embargo, la nación –gracias al auge cultural alcanzado por la Revolución– ha aprendido que esas propuestas idílicas tienen un propósito manifiesto de disfrazar lo que no es, al responder a intereses del blanqueo de cerebros del capitalismo y sus valores.

Valores que incluso se asisten con demasiada prolijidad de escenas inherentes a la aristocracia, que no fue ajena a crímenes horrendos. De hecho, en España imperaba la monarquía cuando nuestros pueblos americanos fueron “descubiertos”. La historia atestigua, incluso por intermedio de los propios misioneros (en Cuba, la denuncia fue hecha por el padre Las Casas) que los nativos llegaron a ser “doblegados” no “civilizadamente” por la cruz, sino por la violencia.

Tal vez se vea aquí una reflexión extremista. Pero pregunto: ¿Acaso no hemos creado un “mundo-país” diferente, irredento e inteligente? Lo que más me preocupa es que este asunto lleva años sin hallar solución, y que falte coherencia entre los principios que rigen el hacer nacional y un conjunto de instituciones que andan al garete en ese sentido.

Creo que se le resta importancia. Afirmo más: en uno de esos parques, para público general, lleno de niñas y niños, un día ocurrieron dos cosas: se difundió al dúo Gente de Zona, que abjuró después de sus declarados principios y acabó pidiendo la intervención militar yanqui a esta tierra. Asimismo, sonó el guatemalteco Ricardo Arjona con su canto desgarrador sobre una pequeña secuestrada en su nación. Realidad esta última desterrada del mapa de la felicidad de nuestros pioneros.

¿Nadie responsable se percató de esas barbaridades? Con respecto a la primera, considero que los intérpretes pueden ser escuchados en la intimidad del hogar, siendo un derecho consustancial de la privacidad. La segunda habla de un fenómeno extendido allá “afuera” y pudiera ser material didáctico en edades adolescentes en escuelas, en nuestra educación familiar, mas no en un lugar público al que asisten generaciones completas, algunas sin la capacidad psicológica para asimilar una letra tan fuerte. Intenté reportar el hecho, pero nadie respondió al teléfono y la verdad es que no fui suficientemente insistente.

Estos dos casos específicos –como lo veo– suponen cuestión ideológica a pulso. Como la irrupción de una naciente vida, una sociedad nueva cuesta empinarla, porque la batalla de las ideas, de la cultura, debe ser diaria. Mecanismos excelentes para el triunfo tenemos.

Y he aquí un apunte esencial para terminar: Cuba es matriz de talentos musicales, que nos tocan las fibras personales, emocionándonos. Para los niños también hay muchos cantores de valía en todas las provincias. Por favor, evitemos llenarle a la infancia cubana la cabeza de musarañas. Elevemos su estatura. Princesas, príncipes y sapos encantados seguirán estando en el imaginario popular, pero dosifiquemos a conciencia esas influencias universales. Como diría la vigente Teresita Fernández: ¡En una palangana vieja, sembré violetas para ti!

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