Foto. / mujeres.cu
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Tamara Bunke, la combatiente Laura, la guerrillera Tania

Años después, Paco (José Castillo, boliviano) relataría que Braulio (Israel Reyes, cubano), el primero en entrar en el cauce del río Grande, golpeaba el agua con el machete mientras avanzaba.

Al llegar a la mitad del vado, llamado erróneamente “del Yeso” en un informe del Ejército de Barrientos sobre los hechos (en realidad su verdadero nombre es Puerto Mauricio), indicó a los demás que le siguieran.

Así lo hicieron Walter (Walter Arancibia, boliviano), Moisés (Moisés Guevara, boliviano), el Negro (Restituto José Cabrera, peruano), Polo (Apolinar Aquino, boliviano), Ernesto (Freddy Maymura, boliviano), Alejandro (Gustavo Machín, cubano), Paco, Tania (Tamara Bunke, germano-argentina) y Joaquín (Vilo Acuña, cubano), quien cerraba la columna.

Cuando Braulio alcanzó la otra orilla, comenzó la balacera. Walter, Moisés y Alejandro fueron literalmente acri   billados. Braulio, herido, logró accionar su ametralladora. Una ráfaga lo silenció para siempre. Tania tomó en sus manos el M-1 pero recibió un impacto en el pulmón y la corriente arrastró su cuerpo. El Negro trató de salvarla y nadó desesperadamente hasta darle alcance. Cuando comprobó que estaba muerta, la acercó a la orilla y se dejó llevar río abajo hacia la confluencia con el Palmarito. Días después sería aprehendido, desarmado y exhausto, por la soldadesca. Lo asesinaron a sangre fría.

De Ita a Tania

Sus padres, comunistas alemanes, tuvieron que abandonar su patria con la ascensión al poder del nazismo y emigraron a Argentina. Allí nació Haydée Tamara Bunke Bíder el 19 de noviembre de 1937.

De pequeña la llamaban Tamarita, pero según solía explicar su madre, “como ella de bebita decía solamente la última sílaba, Ita, así se le quedó para toda su vida”. En 1952 sus padres se trasladaron para la República Democrática Alemana, donde ella cursó el bachillerato.

Ita con su mamá en Argentina. / Autor no identificado

Durante su estancia en la RDA se mantuvo muy informada de los sucesos políticos en América Latina, de su cultura, sobre todo su música. Tras el triunfo de la Revolución Cubana, expresó inmediatamente su deseo de integrarse a la construcción del socialismo en la Isla.

En mayo de 1961, a pocas semanas de la Batalla de Playa Girón, llegó a Cuba. Se incorporó a las Milicias Nacionales Revolucionarias y dio su aporte a la Campaña de Alfabetización que entonces se emprendía en el país.

No le gustaba que la consideraran extranjera. Exigió en el Ministerio de Educación, donde trabajaba, participar en reuniones sindicales y asumir tareas como un ciudadano más. Más de una vez sus compañeros de trabajo le oyeron decir: “El comunista, el revolucionario, lo es en el país en que estuviere, aunque no fuera aquel en que ha nacido”.

Sus compañeros de estudio en la RDA y en Cuba recuerdan sus interpretaciones en la guitarra y el acordeón. / Autor no identificado

Pensó dedicarse al periodismo. Matriculó la carrera en la Universidad de La Habana e hizo sus primeras incursiones en varias publicaciones, sobre todo en las de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

También la recuerdan por la manera en que tocaba la guitarra y el acordeón, su conocimiento del folclor latinoamericano y ruso, sus interpretaciones de Allá en el Rancho Grande, Noches de Moscú e incluso de piezas de Carlos Puebla y José Antonio Méndez.  

Tuvo en mente fundar una familia junto con Ulises Estrada Lescaille, un combatiente del Ministerio del Interior cubano que devino su compañero de vida y de luchas. En la correspondencia con su madre, abundaban las bromas sobre “la cantidad de nietos mulaticos” que pensaba darle. 

De acuerdo con el testimonio de Ulises Estrada, en los últimos días de marzo de 1963 Ita recibió la propuesta de una misión internacionalista. Tras un riguroso entrenamiento, que incluyó sesiones en varios países, se fue transformando en la Tania que luego integraría la guerrilla del Che.

El 18 de noviembre de 1964, bajo el enmascaramiento de Laura Gutiérrez Bauer, llegó a La Paz, Bolivia. Logró infiltrarse en las altas esferas del Gobierno de facto que usurpaba el poder en ese país y pudo recabar toda la información que necesitaba el movimiento revolucionario boliviano.

Quedó incorporada a la guerrilla del Che, bajo el sobrenombre de Tania, en marzo de 1967.

La florecita de Vallegrande

No fue hasta el 7 de septiembre de 1967 que en la radio boliviana se anunció el hallazgo de su cadáver en las márgenes del río Grande. Dos días después, la agencia estadounidense de noticias AP confirmó la noticia: “La argentina Laura Gutiérrez Bauer, Tania, fue muerta ocho días antes en la emboscada de Vado del Yeso [sic] con otros siete [guerrilleros]”.

Con Vilma Espín, en Santiago de Cuba. / Autor no identificado

“El pasaporte, el carné de identidad y otros efectos pertenecientes a la difunta son examinados por las autoridades”, concluía la agencia. Hasta que Cuba no reveló su nombre real, la CIA y los gorilas bolivianos desconocieron la verdadera identidad de la revolucionaria.

A los restos mortales de Tania los trasladaron en helicóptero a Vallegrande. Para sorpresa del régimen, las damas de la localidad, incluyendo un grupo de monjas, estallaron de indignación cuando supieron que el cadáver de la muchacha iba a ser arrojada a una cañada.

En La Habana que tanto amó. / Autor no identificado

Según testimonio de Abraham Lino Coronado, sobrino del entonces funerario de Vallegrande y hoy propietario de esa entidad, las religiosas hablaron con el coronel Andrés Sélich, el jefe militar, pero él respondió: “No hay plata para enterrar a guerrilleros”.

De acuerdo con Coronado, “mi tío donó el féretro, las señoras se alistaron para comprarle una sábana blanca, una manta, velas y flores, las monjas la velaron en el casino militar y a las doce de la noche los militares la trajeron para el cementerio.

“La enterraron en el nicho municipal y clavaron la cruz de metal negro aquí para que todos creyeran que fue sepultada en este lugar. Una monja y un sacerdote [el padre Mario Laredo] hicieron la misa”.

Carlos Cortez, chofer del coronel Sélich, confesó años después que, a las pocas horas de enterrado el cuerpo de la internacionalista en el nicho municipal, unos soldados lo trasladaron para otro lugar y sustituyeron su ataúd por otro, con el cadáver de un militar.

Transcurrieron más de tres décadas. Entonces el antropólogo cubano Héctor Soto Izquierdo y el doctor Jorge González Pérez obtuvieron la información de que Tania había sido sepultada en las proximidades de una cerca de árboles al fondo de la actual muralla del Rotary Club.

El 17 de septiembre de 1998, los especialistas cubanos decidieron realizar nuevos estudios geofísicos en esa zona y dos días después, el ingeniero Noel Pérez Martínez descubrió los primeros vestigios de la guerrillera.

Vestida de miliciana. / Autor no identificado

Entre ellos, unas botas de goma de tamaño pequeño, las anillas y el cristal del ataúd, ropa interior y algunas fibras de pantalón femenino, así como un cráneo perteneciente a una persona de tipo europeo.

Las diversas pruebas periciales realizadas en el hospital Señor de Malta, de Vallegrande, confirmaron que los restos mortales correspondían a la revolucionaria. Posteriormente fueron trasladados a Cuba donde hoy reposan en el Mausoleo del Destacamento de Refuerzo en Santa Clara.

Pocas semanas antes del comienzo de la pandemia que aún hoy azota al mundo, un periodista cubano visitó el lugar del último enterramiento de Tania en Bolivia. Allí encontró a un viejo indígena que, sin mediar preguntas, rompió a hablar entremezclando vocablos castellanos y de sus ancestros: “Aquí estaba la señorita linda, la florecita de Vallegrande. Encima de ella creció una [un árbol de] yana yana, con espinas y raíces para cuidarla, hasta que los suyos vinieran a buscarla”.

*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico 2021.

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Fuentes consultadas

Tania la Guerrillera y la epopeya suramericana, de Ulises Estrada Lescaille; De Ñacahuasú a La Higuera y Huellas de Tania, ambos de Adis Cupull y Froilán González; Seguidores de un sueño, de Elsa Blaquier; y Tania la guerrillera inolvidable, de Mirta Rodríguez Calderón, Marta Rojas y Ulises Estrada..

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