Una imagen móvil en la eternidad

Mientras suena “Foto mental” se dibuja un paisaje apacible, en escalas de colores pasteles y, tal vez, los movimientos corren en cámara lenta y se ralentizan las escenas sacadas de una clásica película francesa donde aparentemente no sucede nada.

También los ojos pueden abrirse llenos de inspiración para escribir un poema bien malo; lo titularía “Una foto de marzo”:

Se me encogen los ligamentos que unen ciertos órganos.

Un recuerdo húmedo

Dos bocas se acercan

Ferviente deseo

Y la calidez de un mes de marzo.

Mientras más la miro

Más se estremece la última sombra de la piel

Recuerdos sórdidos se entrelazan

La contaminan

La aplastan y diluyen.

Y de nuevo marzo, cálido y nuestro

Las bocas se separan.

Como en ese otro momento

Donde nos amamos con la luna en las cabezas

Y podía trazar tu pelo con la suavidad de mi mejilla

Y sentir tu olor preámbulo

Y ahora todo es olvido

O necedad de olvido.

El poema no termina, pero sí la canción. Y probablemente quedará inacabado por miedo, impericia o, sobre todo, porque cuesta hacerse cargo de los poemas propios. Prefieres asumir de memoria los de otros, como los de la cantante de “Foto mental”, Rosario Ortega. Porque sus versos son insinuaciones de aquello que guardamos impoluto en nuestras memorias, las fotos del tiempo, o como diría Borges: una imagen móvil de la eternidad.

Cuánto tiempo va a pasar / para ver la tierra florecer / todo lo que vos decís / en nosotros va a permanecer / Voy a buscar, ese lugar / donde estábamos / voy a guardar, foto mental / de lo que éramos / Llevas marcas en tu piel / como libros en la habitación / todo lo que vos decís / tiene forma de canción de amor.

Esta canción pertenece a su segundo disco Otro lado, un trabajo que incluye composiciones de diferentes épocas, algunas nacidas en 2016 y otras escritas o terminadas en los meses de cuarentena a causa del covid-19. “Tuvo que llegar una pandemia para que pudiera terminar este disco; siempre tenía algo más importante o urgente”, confesó a Clarín la cantante.

Lo postergaba porque sentía miedo y también le costaba hacerse cargo de sus propias canciones, de su voz, para encontrar lo que quería mostrar. Es un círculo en el que el miedo traba la posibilidad de abrirte a la inspiración y terminas poniendo excusas para no hacerlo.

Otro lado, integrado por once canciones atravesadas por diferentes ritmos que, dueños de un sonido común, tienen a la voz como hilo conductor. Sonoridades de la música urbana, la electrónica, el pop y el R&B conviven y fluyen naturalmente en este puñado de temas.

La voz de Kevin Johansen en “Foto mental”, las personales guitarras de Marc Riboten en “Tardes de verano” y “Con vos”; el canto del mexicano Caloncho junto a Rosario en el disco homónimo, aportan colores diversos a estas canciones.

Rosario Ortega proviene de una familia de artistas, pero fue su padre, Palito Ortega,  quien le heredó la pasión por la música. Por esta razón, la cantante decidió seguir la impronta de su papá y abrir su propio camino.

La joven dio sus primeros pasos en el mundo artístico como vocalista del grupo Entre Ríos y actualmente es corista de Charly García, también forma parte de la súper banda Meteoros. Solo le resta olvidar los miedos por completo y envolvernos con un tercer disco. Ya este caló en nosotros como una imagen móvil de la eternidad.

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Diseño de portada: Félix M. Azcuy

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