La presión arterial no le baja a la octogenaria Rosa Migdalia García García, vecina del municipio de Centro Habana. Tampoco logra estabilizar la diabetes. Y no es para menos. “La placa de la vivienda que nos asignaron en Concordia y Lealtad se vino abajo. Imagínese, con la escasez de recursos que tiene el país, ahora a seguir esperando quién sabe cuánto tiempo más, después del derrumbe del edificio donde vivíamos en San Rafael y Lucena”.
En el local que ocupaba la antigua cafetería Las Alegrías, en la planta baja del edificio sito en dicha dirección, desde el 4 de diciembre de 2021 comenzaron a trabajar en dos nuevas viviendas operarios contratados por la cooperativa agrícola Protesta de Baraguá. Pero los iniciadores de la construcción no duraron allí mucho tiempo. Fueron despedidos por vender los materiales de la obra en plena calle, afirmaron vecinos del lugar.
“Ya teníamos los dos cuartos de arriba con las ventanas puestas y el salpicado en las paredes, solo faltaba resanar. La placa la tiraron los albañiles que estaban antes. Cuando fuimos a desencofrarla, comenzó a ceder. Si no corremos, nos mata. Luego mandaron a demoler. No somos responsables de lo que sucedió. Aquí llevamos solo diez días”, aseguran Celso Martínez Pérez y José Lugo Estrada Rodríguez, también contratados por la cooperativa agrícola.
Con más de 20 años en estas faenas, el holguinero José Lugo nunca había visto nada igual, “aunque la placa tenía una viga ciega, no resistió”. Ellos cuentan, además, que la obra no tenía los planos requeridos, faltaban el de fundición y electricidad. “Pudiéramos adelantar mucho más en la construcción de las dos casas, pero no tenemos las condiciones para hacerlo. Aquí estamos trabajando a trocha y mocha”, advierte Celso.
Por casualidad, el mismo día de la visita de BOHEMIA a la obra, pasaba por allí Martica Sáez Rodríguez, quien estaba al frente de la Dirección Municipal de la Vivienda (DMV) cuando asignaron el local y sucedió el derrumbe. Aunque, según ella, actualmente ya no está en el cargo y se desempeña como jefa de Diagnóstico de la entidad. Con la grabadora delante, la funcionaria se negó a dar explicaciones. Al insistir en conocer la causa del derrumbe, Sáez Rodríguez confirmó nuestra sospecha en solo una oración: “la placa se cayó porque hubo un error de proyecto”.
Inmediatamente después del intento fallido de entrevistar a la funcionaria, nos dirigimos a la DMV, a solo una cuadra más arriba.
Aunque en la entrada aseguraron que el proyectista estaba en su oficina, cuando le tocamos a la puerta, se había esfumado. Como por arte de magia.
Luego dijeron que estaba en Infanta 310, otra de las construcciones de viviendas que se realiza en el municipio. Sin perder un segundo, salimos para esa dirección. Al llegar allí, unos directivos del contingente Blas Roca afirmaron que también lo estaban esperando, de manera que nunca pudimos entrevistar al eslabón principal de una larga cadena de irresponsabilidades.
Mal presagio
El 13 de octubre de 2020, cuenta Marlene Borrego Domínguez, pasó el día “con dolor de cabeza y un mal presentimiento. A las tres de la mañana, del techo comenzó a caer una arenilla fina. De inmediato se escuchó un grito aterrador: ‘¡Corran que se cae el edificio!’. A medio vestir los vecinos bajamos la escalera. La parte interior del edificio donde vivíamos en San Rafael y Lucena se vino abajo. Lo perdimos todo”, afirma sin poder contener las lágrimas.
En el mismo lugar vivían Rosa Migdalia y muchas otras familias. En aquel momento, un equipo de reporteros de esta publicación intentó conocer las causas del desplome. Pero recibimos la callada por respuesta.
Un viejo cartel, en la fachada ruinosa de la edificación, anuncia Taller 25. Los vecinos aseguran que era de chapistería. Según Rosa Migdalia, “quisieron ampliar el local y quitaron unas columnas de carga. Como resultado, colapsó el edificio”.
Desde entonces, cualquier tragedia griega le queda chiquita a las historias contadas por quienes perdieron su hogar. Rosa Torres, Juan Ebanks Harding y su hija Yarmelis siguen durmiendo en un viejo colchón tirado en el piso de la cocina de la cafetería donde él trabaja como custodio. “Ya no sé qué más hacer. He tocado las puertas del Gobierno y del Partido municipales, de la DMV, y hasta ahora seguimos en las mismas. La ejecución de la vivienda que nos asignaron en Concordia y Lealtad ha estado muy lenta. Y para rematar, se le derrumbó la placa. Después que ustedes la visitaron, sacaron a los albañiles aquellos y pusieron un candado en la puerta”, cuenta Yarmelis.
A pesar de la artrosis generalizada que también padece Rosa Migdalia, con el bastón en la mano, solía dar unas vueltecitas a su futura morada. “La última vez que pasé por allí, Joel, el ejecutor de la obra, estaba muy molesto porque unos periodistas habían estado indagando lo sucedido. Me trató en muy mala forma y me botó de la construcción”, refiere la anciana.
Otro de los casos pendientes, Julio Agustín Escalona, ya ni siquiera es capaz de sentir felicidad el día de su cumpleaños. “Desde que se derrumbó mi casa no he tenido un solo instante de tranquilidad”, afirma el sexagenario, exresidente de Lucena 313.
Tanto a Julio Agustín, como a Rosa Migdalia, les duele ver las ruinas de la edificación y como los mismos vecinos de los alrededores lo han convertido en un vertedero, perjudicial para la salud. “Comunales viene de Pascuas a San Juan y lo limpia”, sostiene la octogenaria. Pero al día siguiente siguen tirando la basura ahí, porque no mantienen un ciclo estable de recogida de los desechos en Centro Habana.
¿Estribillo feliz?
De los 40 núcleos familiares que habitaban el edificio que se derrumbó en octubre de 2020, una parte ha tenido mejor suerte. Después de unos meses de espera angustiante, a Marlene Borrego Domínguez, ama de casa, y a su esposo, custodio del Palacio de los Torcedores, les entregaron una nueva casita en Zanja No. 505, esquina a Santiago. “Por suerte, somos una de las siete familias beneficiadas en este lugar que antes era una base de taxis”, comenta Marlene, ahora más calmada después de contar el incidente de la caída del edificio de San Rafael y Lucena.
También en Rayo y San Rafael, el Partido Municipal cedió su sede para convertirla en apartamentos. Allí, 16 núcleos afectados por el derrumbe encontraron consuelo a sus desdichas.
Después de un buen baldeo, la casita de Marlene luce impecable. Una sala-comedor, el dormitorio, la cocina recién estrenada, y hasta un patio donde lavar y tender la ropa. “No le puedo describir la alegría que sentimos”, confiesa, mientras le sube un poquito el volumen a la grabadora. “Esta canción de Marco Antonio Solís es mi preferida”, dice mientras tararea: ¿dónde estará mi primavera?/ ¿dónde se me ha escondido el sol?/ que mi jardín olvidó/ que el alma me marchitó…
3 comentarios
Se podría financiar la construcción de viviendas en Cuba con los apartamentos de alquiler.
Duele, hondo; peo se salva la esperanza
Construyendo apartamentos y alquilándolos se puede costear las reparaciones de otros, pero además nada ha dado más resultado en Cuba que las Micro Brigadas, por lo menos con esta modalidad las personas sabian que tenían un techo asegurado en un par de años, hoy no tienen esperanzas las familias que viven agregadas con otras familias y no son dos ni tres son miles y miles. Pienso que debía retomarse lo de las Micro Brigadas aunque no sean con la misma intensidad que antaño, pero que haya una esperanza.