La labor del maestro no es solo enseñar una materia, es educar en el afecto, afirma Maura Mercedes.
La labor del maestro no es solo enseñar una materia, es educar en el afecto, afirma Maura Mercedes.

«El maestro no debe imponer nada, debe ganárselo todo»

Maura Mercedes Campos Pérez es de esas maestras que son recordadas con cariño por sus alumnos toda la vida. Basta escucharla contar algunas de las vivencias de las cuatro décadas de ejercicio profesional que atesora para comprender por qué el aula es el sitio donde dice sentirse más a gusto, y por qué al hablar de los pequeños que aprendieron con ella las primeras letras y ya cursan el sexto grado bajo su guía, los llama siempre “mis niños”, con ternura y sin preferencias, como una madre con sus hijos.

“Ellos son todo para mí”, afirma la mujer de 58 años de edad, quien trabaja desde hace una década en la Escuela Primaria Fructuoso Rodríguez, ubicada en el municipio habanero de La Lisa. Para ella, “la labor del maestro no es solo enseñar una materia, es educar en el afecto”, dice categórica.

“Mis alumnos —ilustra— se quieren como hermanos. Desde el primer día les dije que pasábamos más tiempo en la escuela que en la casa y debíamos contarnos nuestros problemas y ayudarnos. Eso vale mucho. El niño se estimula más, va a la escuela con deseos. Sin embargo, el maestro que pelea y pelea, pero no enseña, ese logra poco”.

Para tejer esos lazos que no pocas veces llegan a ser más fuertes que los de sangre, la maestra emplea una herramienta infalible. “Exploro mucho en el interior de mis niños. Todos son diferentes, tienen sus individualidades y conocerlas  es esencial para el educador. Por ejemplo, tengo alumnos que no traen merienda a la escuela porque la mamá no puede dársela y lo que hacemos es compartir entre todos lo que tenemos. Ninguno de mis niños se queda sin merendar. Los propios estudiantes saben qué amiguito suele no traer merienda y están atentos a eso. Yo no tengo que sugerirle ni decirle nada a ninguno, eso es lo que he sembrado en ellos desde primer grado y ya están en sexto.

“El amor es algo que no se puede desligar de esta profesión. La pedagogía es entrega; el maestro no debe imponer nada, debe ganárselo todo con su actuar diario. Y esto lo digo a partir de la experiencia acumulada durante años porque yo siempre no fui así. Cuando estaba recién graduada pensaba que el maestro no se podía reír frente a sus alumnos, sin embargo, después comprendí que no solo puede, sino que debe jugar con ellos porque cuanto más interactúa con sus estudiantes, los conoce mejor y obtiene resultados más provechosos en todas las esferas”.

Pero las habilidades como maestra, admite, “se obtienen en el aula, dándose golpes, tropezando”. En sus inicios, confiesa, hubo un momento que sintió que el mundo le venía encima y hasta pensó dejar la profesión.

La mayor recompensa 

Con apenas 11 años de edad Maura Mercedes Campos formó parte del grupo de muchachos que empezó a estudiar magisterio en la escuela presidente Salvador Allende. “Acababa de graduarme de sexto grado y fuimos los últimos que ingresamos con ese nivel en dicho centro. Previamente nos hicieron una prueba de ingreso y una entrevista, y el que las aprobaba era seleccionado para estudiar la carrera durante cinco años.

“Recibí el telegrama con tremenda alegría y de inmediato ingresé en la Allende, donde formé parte del Movimiento Guerrilleros de la Enseñanza. Cuando me gradué no había cumplido los 16 años, por lo que no tenía edad laboral. Comencé el servicio social y las prácticas docentes en la Escuela Primaria Manuel Sanguily, de Arroyo Arenas, en el municipio de La Lisa”.

Desde niña lo tenía claro: quería ser maestra. Cuenta que jugar a la escuelita era su diversión preferida y, después, cuando cursaba la enseñanza primaria, las maestras Caridad Paroles y Justa Pérez terminaron de moldear su vocación. “Nos enseñaban mucho, eran muy entregadas a su trabajo, además de cariñosas, y eso me enamoró aún más de la profesión”, evoca.

Sin embargo, cuando se enfrentó por primera vez a un aula repleta de niños sintió que aquello se le iba de las manos. Iniciaba entonces su vida laboral en la escuela Amistad Cuba-Angola, también en La Lisa. “Tenía 40 alumnos de primer grado y, a pesar de que poseía los conocimientos teóricos para dar la clase, me vi incapaz de hacerlo. Recuerdo que lloré mucho. No sé cómo aguanté aquel primer día de clases, pero al segundo dejé el aula sola y me fui para mi casa.

En estos años, muchos niños y niñas han aprendido las primeras letras de la mano de la maestra Maura. / Yasset Llerena Alfonso

“Mi abuela, quien siempre me apoyó al igual que mis padres, me convenció para que regresara a la escuela junto con ella. Hablamos con la directora del centro y enseguida empecé a recibir el apoyo de todo el claustro. En el aula siempre estaba acompañada por otro profesor, quien me ensañaba las habilidades y metodología para llegar mejor a los alumnos. Poco a poco fui aprendiendo y continué con el mismo grupo hasta que se graduaron de sexto grado. Eran muchachos que me doblaban la estatura, pero me respetaban y me querían mucho”.

En esta escuela permaneció ocho años e impartió todos los grados hasta el sexto. De esos tiempos, Maura recuerda el reconocimiento que sentía a cada paso. “Caminaba por la comunidad y las personas decían: mira, ahí va la maestra. Siempre me he sentido muy orgullosa de mi profesión y el cariño de mis alumnos es la mayor recompensa”.

Entre estos últimos, rememora los nombres de Lester y Henry, dos de los estudiantes que más “guerra” le han dado en los doce cursos que ya acumula en la escuela Fructuoso Rodríguez. “Henry era un niño que venía a la escuela con hematomas en la espalda debido a los golpes que le daba la madre. Y como el pequeño vivía en ese ambiente de maltrato, esa agresividad la expresaba en la escuela. Incluso me levantó la mano a mí en varias ocasiones.

“Trabajamos con él, buscamos apoyo, pero en la secundaria debió ser ingresado en una escuela de conducta. Hoy es un hombre de bien, no es muy selectivo en sus relaciones pero tampoco comete las faltas en las que incurren esas personas. Eso sí: dondequiera que me ve yo soy su maestra Maura. Un día llegó a pedirme perdón por la manera en que se comportó conmigo y yo le dije que eran errores de la niñez que él había sabido enmendar. En esa ocasión tuvimos una conversación muy linda: le dije que él sería padre y ya sabía cómo criar a sus hijos. Llegamos realmente a querernos”.

Hacer el bien a los demás

Las fotos de sus alumnos vestidos con los trajes negros y amarillos revelan que en la escuela primaria Fructuoso Rodríguez también aletean, como en tantas otras del país, muchas abejitas. Cuenta Maura que la idea de crear la Colmenita de La Lisa fue de la directora del centro y ella la acogió con gusto. “Todos los miembros son estudiantes de nuestra escuela. En este proyecto hemos tenido la ayuda de la instructora de arte y todos hemos aprendido. La máxima del grupo es que cada integrante puede hacer algo: unos bailan, otros declaman un poema o actúan. Se trata de sacar ese don que tenemos guardado y compartirlo con el afán de hacer el bien a los demás. Los motivo mucho y les digo que juntos podemos hacer cualquier cosa”.

La alegría que transmite esta maestra todo el tiempo se apaga, sin embargo, cuando ante una pregunta acerca de su familia refiere que tiene un hijo de 27 años y tuvo una hija que enfermó y falleció prematuramente a los 26 años. “Esa pérdida me ha marcado mucho. Ella era maestra de esta escuela, una muchacha muy alegre y querida por todos”, dice con ojos llorosos y reconoce que luego de ese golpe tan duro pudo retornar al aula gracias al apoyo de su familia y de sus compañeras de trabajo.

Aunque pronto se jubilará por razones de salud, Maura asegura que seguirá vinculada a la Educación de algún modo. Pero de inmediato precisa un descanso. Quizás uno de esos días vuelva a disfrutar, junto a su nieto de 15 años, algunos de los capítulos de la primera temporada de la serie televisiva Calendario, la cual grabó con la intención de preservarla.

“Es maravillosa. Muy pocas series cubanas han llegado a tocar fondo como lo hizo Calendario, pues vimos mucho de la realidad que vivimos en nuestra sociedad. Y a quienes han puesto en duda la existencia de profesoras como Clarita en nuestras escuelas, les digo que ¡sí existen maestras así!; maestros para los cuales lo más importante es ser eso: solo maestros”.

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4 comentarios

  1. Siempre he admirado esa profesión ,sobre todo a la maestros que enseñan el primer grado ,todos son importantes pero para mi ese es uno de los principales ,aprenden a leer a escribir a sumar restar etc ,recuerdo a todos mis maestros de primaria sus nombres y como eran y ya tengo 60 años ,a los demás también pero a los primeros mucho más ,le agradezco infinitamente todo lo que me enseñaron ,gracias a sus enseñanzas pude hacerme médico ,no se olvidan esas personas.

    1. Saludos, Doctor Roberto, ciertamente, es una dicha tener maestros así en cualquier grado, pero en los primeros más aún. Yo también recuerdo con cariño a las maestras que me enseñaron a leer y a escribir. Gracias por su comentario.

    2. Soy profesor de matemáticas de in IPU en la ciudad de Holguín, y la labor docente en la actualidad es muy compleja. En el artículo anterior, se explora un ejemplo con un final feliz del cual, no nos debemos desligar. En varios reportajes que he observado, se ha puesto énfasis en la labor del maestro como punto crucial para el aprendizaje del estudiante. Variable que incide en la ecuación pero por si sola no determina un resultado positivo. El produjo de enseñanza aprendizaje tiene 4 puntos que se interrelacionan ( hogar-estudiante- escuela-maestro) si alguno de esos falla entonces tendremos problemas en nuestra misión.Desde pequeño me han inculcado que la primera escuela es El hogar,de donde depende mucho la educación formal del estudiante, disciplina, respeto etc. No podemos sustituir a los padres , pero si ser guías en su aprendizaje. Actualmente, no ingresan a las carreras pedagógicas los mejores estudiantes ( generalmente son los últimos del escalafón, para pasar un año de SM, por obtener ina carrera cualquiera, o oara salir del paso) y la vocación se pierde, hechos que se verán reflejados en el aula posteriormente. Si le sumamos, la poca atención a tan sensible sector laboral ( falta de viviendas, de materiales escolares, deficiente estado constructivos de las escuelas entre otros) se mantendrá el éxodo del sector hacia otras empresas que paguen mejor. No solo se ouede vivir de vocación, el factor económico incide. Este es un tema muy peliagudo, que desde mi punto de vista, necesita del concurso de todos( maestros y alumnos en promer plano) para darle solución

  2. EN MIS TIEMPOS CUANDO ERA PEQUENO YO ME REBELABA A LOS MAESTROS Y MAESTRAS POR IGUAL NUNCA LLEGUE AL 6 GRADO ME FUI A TRABAJAR , HOY A MI EDAD ME AREPIENTO LO HECHO , TENGOS BISNIETOS 5 Y LES HABLO A MIS NIETOS Y NIETAS CUANDO ERAN PEQUENOS LA IMPORTANCIA DE SER UDUCADOS , EDUCION ES LA UNICA MANERA DE SER LIBRE , MIENTRAS MAS EDUCADO ES LA PERSONA MAS LIBERTAD TENDRA , YO NO PARO HOY DE EDUCARME YO MISMO ,QUE VIVAN LOS MAESTROS Y MAESTRAS POR IGUAL ELLOS SON LOS QUE CONSTRUYEN EL FUTURO DE LA NACION GRACIAS

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