Desde las alturas, esos hombres, muchos de ellos jóvenes, entregan lo mejor de sí para que la luz llegue a los hogares y centros de labor que Rafael sumió en la oscuridad. Solo viéndolos se valora en toda su magnitud la consagración de linieros y montadores
Rafael pasó y arrasó. Su instinto fue el de los irracionales; mucha destrucción en su errático itinerario: casas dañadas total o parcialmente, centros educacionales, de la salud, fabriles o de investigación; áreas agrícolas y redes telefónicas y de electricidad.
Justo en la autopista Habana-Pinar, a la altura del kilómetro 32 –por donde pasa la línea de 220 kV, encargada de alimentar a buena parte del occidente-, todo se convirtió en un coliseo natural; seis “dinosaurios” que, por su resistencia parecían imbatibles, quedaron tendidos sobre el suelo como serpientes retorcidas e inertes. Con ello, la oscuridad.
La cantidad de familias en “apagón” era grande. Y nadie dijo que en dos días se restablecería el servicio. Lo que sí fue cierto es que, en menos de 24 horas, ya las brigadas se estaban movilizando hacia los distintos puntos de envergadura para contribuir, en el menor tiempo posible, al retorno de la luz.
En el caso específico de este tramo de autopista, en el que es palpable la especie de “trocha” dejada por Rafael, el panorama cambió de inmediato. Camiones, equipos pesados, hombres y herramientas poblaron y comenzaron a desbrozar un terreno muy agreste para entrar.
Luego de intensas y rápidas jornadas de separación de las pesadas y decadentes estructuras de sus bases –en muy difíciles condiciones, valga aclarar-, emprendieron la labor de preparar las nuevas torres. Con precisión de orfebres y como quien arma un rompecabezas, los linieros y montadores han trabajado igual que los habitantes de Liliput alrededor de Gulliver.
Muy activos los soldadores ayudando a dar forma a las grandes armazones, con el aprovechamiento de las partes utilizables de las viejas torres y contribuyendo en la colocación de los grandes tornillos y arandelas en el punto preciso de los inmensos angulares. Nadie es capaz de decir con precisión cuántas de estas piezas, tanto grandes como chicas, conforman a los nuevos Goliat, solo destacan que demandan mucho trabajo.
Por momentos, el silencio es el cómplice principal: concentrados todos en dar forma al gigantesco “puzzle”, que son las partes de las torres. Interrumpido solo por el ruido de los vehículos que circulan por la cercana autopista a alta velocidad, este accionar es una suerte de concierto de pinzas y tornillos en carrera contra el tiempo.
Las grúas, después de haber levantado y colocado en lugares que no entorpezcan el desarrollo del bregar, entran en acción para ir colocando las piezas. Ningún ser humano que no haya estado allí, a pie de obra, es capaz de imaginar la estrecha coordinación que se debe dar a cada paso. Ayuda mucho la experiencia, porque muchos de los trabajadores involucrados en la recuperación han participado en otros llamados.
Del sistema, las torres dañadas fueron las siguientes: 38, 39, 40, 41, 42 y 43. La primera en ver el izaje total fue la 41. La colocación de la primera parte en sus bases de hormigón parece una acción normal, pero a la hora de empalmar la segunda estructura desde abajo le dan las indicaciones a la grúa para lograr el acople que permita a los ensambladores hacer su labor.
Escalan, a una velocidad increíble, Yordanis Zamora, Roberto Montero, Yuniesky Oliva, Dyango Morales, Eyenis Céspedes y Leandro Román González. Mirándolos con los pies firmes en tierra, parece que la torre se inclina hacia nosotros. Las nubes se mueven a su antojo, provocando vértigo en los que estamos a nivel de suelo, mas es imposible dejar de mirar. Son seis hombres que se entregan lo mejor de sí para que la luz llegue a los hogares y centros de labor que Rafael sumió en la oscuridad.
Atrás, como un halo de fondo, el sol, inmenso, radiante, celebrando tanta entrega. Porque, solo viéndolos se valora en toda su magnitud la consagración de linieros y montadores Esos a los que con toda justeza se les puede decir hombres de luz.
Nota: Ese mismo día –el viernes- la 41 fue la primera torre en quedar en pie, enhiesta, retadora.
Un comentario
Muchas gracias a quienes desde el anonimato realizan una labor tan hermosa y a la vez tan peligrosa, estos linieros y montadores ponen día a día su vida en peligro para brindar un buen servicio, es válido reconocerlos a todos los niveles necesarios. Mis respetos para todos ellos. 👏 👏👏👏