Aun cuando en Cuba niños, adolescentes y jóvenes constituyen grupos de prioridad para el Estado y son muchas las organizaciones e instituciones que velan por su protección –de ahí innumerables ejemplos de los esfuerzos en aras de garantizar igualdad de oportunidades para todos–, el contexto actual es más complejo. Realidades que no se eluden y que buscan solución en una Política integral para la niñez y las juventudes cubanas y en su plan de acción para implementarla. BOHEMIA se acerca a algunos de estos desafíos con el noble propósito de elevar, precisamente, la defensa a esas infancias “robadas”
POR. / PASTOR BATISTA, HÉCTOR ALEJANDRO CASTAÑEDA, ALEJANDRA MOREJÓN, LIUDMILA PEÑA, TANIA RENDÓN y TALÍA SUÁREZ
En su interminable andar, los años siguen empeñados en demostrar que niños, adolescentes y jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres.
Pero… ¿Acaso no corresponde a padres, familia, instituciones, sociedad, educación, normas jurídicas… hacer que el tiempo jamás pierda el parecido que siempre debe tener con la sonrisa de un niño?
Organismos internacionales reconocen con frecuencia la voluntad estatal y resultados de Cuba a favor de los más sagrados derechos de su niñez y juventud.
Nada de ello niega la necesidad de estar alertas. Vulnerabilidades inimaginadas ayer, hoy pueden perjudicar el feliz y pleno desarrollo que nuestro José Martí deseó para todos los Ismaelillos y María Mantillas que millones de padres y madres cargarían en brazos o sobre el cuello, cual jinetuelos, por los siglos de los siglos.
Medite, pues, unos minutos, si en su entorno familiar o comunitario afloran formas de violencia o maltrato a menores, infantes víctimas (de algún modo) de la migración o pérdida de sus padres, adolescentes en alguna faena laboral, a escondidas, con anuencia familiar o halados por el nuevo contexto socioeconómico…
Cercanos a un tercer domingo de julio, que torna a este país inmenso jardín de infancia, BOHEMIA pretende ayudarle a despejar preguntas así, ubicarnos todos un poco más cerca (en verdad muy dentro) de lo más grande para un hogar y un país: sus niños.
A corazón abierto

Como miles de jóvenes, hace rato que Carlitos –uno de los dos mellizos que Miriam Velázquez y Denis Tamayo trajeron al mundo– dejó de ser niño. Para sus padres, sin embargo, sigue siendo aquel bebé que nació con una transposición de grandes vasos (invertidas las arterias del corazón) y hubo que esperar 10 meses, con un catéter auxiliador conectado, y de esa forma ver si aquel frágil organismo podía soportar una intervención quirúrgica, a corazón abierto, que ocuparía a lo mejor de la ciencia médica cubana, durante 10 horas, en el quirófano del hospital William Soler, nada más y nada menos que un 28 de enero.
Posiblemente ni Denis, humilde chofer, ni Miriam, profesora del Politécnico de la Salud, en Las Tunas, razonaran durante esas aciagas horas que en Carlitos cobraba cuerpo el derecho a la vida; sin duda, el más importante que en 54 artículos fija el Tratado mundialmente más suscrito: la Convención sobre los Derechos del Niño.
Después de 24 calendarios, con Carlitos trabajando en el área económica del Gobierno Provincial y Rafa (su hermano gemelo) graduándose de Medicina, a papá y mamá los envuelve cada vez más la gratitud porque “nunca les faltó nuestro cariño, la atención médica especializada, la enseñanza de muy buenos maestros y la posibilidad de divertirse y de desarrollarse como merece todo niño” –confiesa Denis, con la garganta medio anudada y no por una corbata.
¿Acaso sucede igual en torno a todo el universo infanto-juvenil?
Infancias robadas
A Luisito casi todos los días se le observa con la misma ropa sucia, en 1ra y 24, Miramar, Playa. Allí se brinda para limpiar el carro a turistas y cubanos.

En otro extremo de la urbe habanera, Juan Miguel, de unos siete u ocho años de edad, por su apariencia, se le ha visto de vez en vez sentado o durmiendo en el piso, con un pozuelo al frente. Muchos son los que se detienen a dejar algún billete y, con el rostro inundado de la pena, le preguntan por sus padres, dónde vive o si comió algo…, mas el pequeño ni responde, solo apunta adonde se le debe dejar alguna moneda.
No obstante, otros pasan por su lado y, mirando de reojo, siguen su camino mascullando cómo es posible que semejante escenario pueda verse.
Casos similares se cuentan en Holguín, Santiago de Cuba, Matanzas, Granma…, de niños y adolescentes que, en chancletas y shores, se les acercan a personas en paradas, autopistas, cajeros automáticos…, pidiendo directamente dinero.
Estos casos, si lamentablemente con anterioridad se veían más aislados, hoy estrujan el alma cuando emanan historias y denuncias en las redes sociales. Hace un año, BOHEMIA alertaba desde el mensaje de una colega holguinera:
“Es triste ver cómo, en Sanfield, niños de 11 años trabajan recogiendo basura. Que no es malo, por una parte, porque no están bandolereando; pero esa edad en nuestro país debe ser para estudiar y jugar. Hace poco un muchachito vino a mi casa a pedirme que le dejara botar la basura por 25 pesos. Tendría 12 años, a lo sumo. Le entregué 30 pesos y se alejó feliz de la vida hacia su carretilla repleta, arrastrando las chancletas por los charcos de agua y bajo la llovizna. He visto a otros pidiendo limosna, incentivados por sus padres, en sitios como la ‘candonga’ de la terminal Las Baleares y en la carretera vía a Bayamo”.
En ese entonces, Roxanne Castellanos Cabrera, con más de 20 años de experiencia en psicología clínica infantil, contaba en su perfil de Facebook sobre su encuentro en la Plaza Vieja con un niño habanero “de ojos tristes” que le tendió una flor de papel, en espera de retribución económica. La profesora, quien se entrega día a día a ayudar a los infantes en el camino de conseguir la felicidad, quedó sorprendida. No imaginó cuántos testimonios sobre el tema aparecerían en los comentarios a su publicación.
“Vivo aquí a solo una cuadra de esta plaza y mi corazón se estremece cuando veo esas manitas extendidas y casi siempre acompañadas de una amabilidad silenciosa”, escribió una usuaria de la red social.
Otra muchacha contó: “Este fin de semana vi, en un parque infantil, a un niño sucio y descalzo que ayudaba a un adulto con el negocio de alquiler de ponis. Con su aspecto lastimero les daba vueltas en el caballito a los otros niños cuyos padres pagan por la experiencia, a sus semejantes. El contraste era perturbador. Me niego a creer que nos vamos a ir acostumbrando a estas imágenes”.
En una encuesta realizada de forma online por nuestro medio de prensa y que, por supuesto, no es representativa de la población de vulnerabilidad infantil relacionada con los casos anteriormente expuestos, arroja ejemplos más alarmantes de una realidad que no puede eludirse, de infantes que piden alimentos a vecinos porque no tienen en su casa, de algunos que “ayudan” a la economía doméstica al vender junto a uno de sus progenitores comida, trabajar en el campo o hacer quehaceres “sencillos”.

Alguien podrá pensar que es bueno que desde pequeños aprendan a ganarse la vida trabajando, como el padre que cada tarde se lleva a su hijo a “cochear” para que les cobre a los pasajeros y se vaya entrenando, o el que limpia los patios de los vecinos.
¿Qué hace una persona sensible si un niño le pide dinero o si le ve trabajando para ganarlo? ¿Se detiene a pensar si es justo o no que lo haga, lo paraliza la indignación por la familia y las instituciones que lo permiten? ¿Le ofrece ayuda? ¿Utiliza las vías que conoce para que alguien haga “algo”?
Otros datos encienden el bombillo rojo y que vienen a enumerar los miedos inconfesados de muchos padres y madres responsables, y es el temor a que sean vulnerados en su integridad física y emocional: De acuerdo con el Informe Nacional de Cuba sobre Trata de Personas, que en 2020 publicara en su página web el Ministerio de Relaciones Exteriores como resumen ejecutivo del cumplimiento del Plan de Acción para la prevención y enfrentamiento de la trata de personas y la protección a las víctimas en el país, da cuenta de 2 145 menores víctimas de presuntos hechos de abuso sexual, cifra superior al promedio anual de los siete años anteriores.
Según los datos contenidos, desde 2013 unos 15 000 infantes y adolescentes fueron abusados. Podemos intuir que no son todos los casos; lamentablemente, todavía muchos de estos hechos son ocultados por una mezcla de circunstancias que van desde las amenazas, el efecto de la revictimización, el ajusticiamiento por cuenta propia o el silencio cómplice de la más profunda vileza.
De acuerdo con la edición de 2022 del Anuario Estadístico de Salud, de 2021 a ese año fallecieron en el país 111 niños, niñas y adolescentes (con edades comprendidas entre 5 y 18 años) por lesiones autoinfligidas intencionalmente (suicidio). Aunque no se puede establecer una relación directa con hechos de violencia, los investigadores identifican el maltrato infantil intrafamiliar (incluida la violencia sexual) como “el principal factor desencadenante”.
La punta y el iceberg
Lo más reciente en torno a la implementación de la política integral no es, desde luego, lo único con que ha contado y cuenta el país a favor de una niñez, a la cual pueden haberle faltado infinidad de cosas materiales –por obra y desgracia del brutal bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos y también por insuficiencias nuestras– pero que jamás ha sido huérfana de sus más elementales derechos.
Abuelos y bisabuelos pueden recordar momentos de marcada trascendencia como aquel Código de Familia, Ley No. 1289 del 14 de febrero de 1975; la Carta Magna de la República, un año después; el Código de la Niñez y la Juventud, 28 de junio de 1978; el Decreto Ley No. 64 de 1982 para la Atención a Menores con trastornos de conducta; el Decreto Ley No. 76 de 1984 y la Resolución Ministerial 48/84, que dieron luz, entre otros, a la Red Nacional de Centros de Asistencia Social destinados a alojar a menores sin amparo filial.
A nadie extrañaría, entonces, que en agosto de 1991 Cuba ratificara la Convección sobre los Derechos del Niño, que la pusiera en vigor un mes después o que en el 2000 rubricara importantes protocolos facultativos de dicha convención, relacionados con flagelos internacionales como la venta de niños, la prostitución infantil, la utilización de niños en la pornografía o la participación de ellos en conflictos armados.
El tema económico, sus aspiraciones profesionales, el acceso a la vivienda, la recreación, la calidad del proceso educativo, la falta de motivación, la marginación y las desigualdades están entre las principales preocupaciones de las nuevas generaciones que participaron en la consulta de la Política Integral de Niñez, Adolescencias y Juventudes cubanas y el plan de acción para implementarla, que recientemente fue aprobada por diputados cubanos, en correspondencia con la Constitución de 2019. La normativa reconoce que se percibe un crecimiento de las desigualdades sociales en el plano estructural debido al crecimiento de disparidades económicas que colocan a segmentos de este grupo de edad en condiciones de vulnerabilidad, así como de las influencias ideoculturales dirigidas a la transformación de valores, aspiraciones y proyectos de vida hacia modelos foráneos y colonizadores.

Asimismo, reconoce que su implementación requiere de acciones integrales, intersectoriales e interinstitucionales, encaminadas a asegurar que en los entornos donde transcurren sus vidas existan las condiciones sociales, humanas y materiales que garantizan la promoción y potenciación de su pleno desarrollo. Además, presenta líneas estratégicas relacionadas con educación, trabajo, salud, migraciones, ciencia, cultura, deporte y recreación, vivienda, oferta de bienes y servicios, tecnologías, comunicación y participación social, que se transversalizan con otros temas como grupo de edades, género, color de la piel, territorio, orientación sexual e identidad de género, así como la condición de discapacidad.
La Comisión de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer propuso a la Asamblea Nacional encargar al gobierno la elaboración de un plan de acción que tenga en cuenta las propuestas derivadas de su análisis e informe de los resultados de su implementación dentro de un año a la Comisión.
También propuso que las instituciones involucradas en su implementación diseñen un sistema de capacitación para la preparación del personal sobre sus contenidos y responsabilidades y un sistema de evaluación continua de su impacto para asegurar su aplicación efectiva.
El ojo y la sonrisa
Pareciera, a veces, que con la niñez y con la adolescencia ocurre parecido al ajedrez o al juego de dominó: el ojo que observa, desde fuera, suele ver todo más claro.
A menudo, visitantes, instituciones, organismos internacionales expresan algo que en varias oportunidades ha reconocido el Fondo de Desarrollo para la Infancia (Unicef): la “fuerte voluntad política del Estado Cubano para garantizar el adecuado desarrollo y bienestar de su infancia”.
Mientras que en nuestro ámbito significaba un avance más, algo normal, cotidiano, otras latitudes admiraban que en 2015 Cuba se convirtiera en el primer país del mundo certificado como libre de la transmisión materno-infantil del VIH y de la sífilis congénita, o que haya sido después el único en disponer de un esquema de vacunación completa contra la covid-19 para su población pediátrica, mediante las vacunas Abdala, Soberana Plus y Soberana 02, todas cubanas.
Riesgos e ingratitudes, no obstante, asociados al contexto social y económico actual, pueden tornar vulnerables conquistas que sustentan derechos elementales de la infancia.

La tunera Yanira Goúl Borne, jefa del departamento de prevención en la dirección de Trabajo y Seguridad Social, razona con preocupación el asunto al opinar:
“Cuando un adolescente deja de ir a la escuela, por ejemplo, debemos ver en ese hecho una alarma y actuar rápidamente junto a Educación, representantes de la Unión de Jóvenes Comunistas, de la Organización de Pioneros José Martí, gobierno, Partido, Comités de Defensa de la Revolución y otros actores”.
Lo comprobó cuando lograron “salvar” a aquel adolescente del Consejo Popular No. 3, quien –con la anuencia incluso de sus padres– había dejado la escuela y se había dedicado a labores agrícolas, animado tal vez por la idea de “tener su platica” y de ayudar en los ingresos familiares.
Un poco más difícil, aunque no imposible, resultaría el caso de otro adolescente, “mareado” con el dinero que lograba “luchar” y la supuesta independencia que alcanzaba limpiando autos rentados, haciendo determinados mandados o en otras faenas parecidas.
Mucho ojo. Realidades así, o niños pidiéndoles dinero a turistas, en situaciones aisladas, no fueron jamás propias de nuestro proyecto social y pueden distorsionar o retorcer el desarrollo y la vida de un infante, y hasta marchitar su sonrisa.
Me percato, mientras observo a la pequeña Alexa Hernández, de apenas seis añitos, que está colmada de cariño por trabajadores y otros infantes de la casa avileña para niños sin amparo filial. Literalmente hablando, allí lo tiene todo, pero le falta lo principal, lo insustituible; el calor, la caricia de mamá y de papá, quienes están acogidos y con el debido tratamiento en otra institución bien distinta: la penitenciaria.
No solo por razones de fallecimiento o de ausencia total de padres, esas nobles casas acogen a niños en todas las provincias. A la avileña Clara Reyes Iglesias se le oprime el pecho cada vez que observa a un pequeño de nueve años, en tanto que cuatro hermanitos más reciben atención en otra casa igual, allí en la ciudad. “Sus padres no están muertos, pero es como si lo estuvieran. No se ocupan de esos hijos. El Estado sí. Esta Revolución es muy grande, inmensa… tanto como la estatura sin límite del más pequeño de todos los niños”.
Gracias a ello hoy Elismary Poll Lorenzo, acogida durante muchos años en un hogar de niños sin amparo filial, lleva una vida tranquila, normal, en la capital cubana, donde labora en lo que ella misma decidió al ver una convocatoria por la televisión para prepararse como integrante del Ministerio del Interior.
Esponja y flor
Si los adultos interiorizáramos una metáfora que escuchamos desde pequeños: “los niños son una esponja” (porque lo captan todo, se percatan de todo, lo retienen todo), muchos tendríamos un comportamiento y una preocupación diferente con ellos.

Nos referimos a situaciones que van desde el regaño inmerecido, constante, con términos adultos y a veces hasta obscenidades (viene a la memoria la diminuta Adriana en el centro del país), pasando por castigos corporales o psíquicos sin ningún efecto educativo (¿acaso está totalmente libre de ellos el entorno comunitario donde usted vive?), hasta manifestaciones de violencia que profanan derechos mundialmente concedidos a los más pequeños de toda sociedad.
Asuntos así –o el efecto que provoca en muchos niños el divorcio de los padres o la migración de estos hacia el exterior y los chicos quedan al “cuidado” de otros familiares– preocupan y ocupan a personas con sensibilidad, a representantes de organizaciones y a estudiosos del tema.
A pesar de su juventud, Maité Pérez Escobar, presidenta de la Organización de Pioneros José Martí en Las Tunas, tiene total claridad y aprovecha distintos espacios para alertar y analizar asuntos como el rechazo a toda forma de violencia contra niños y adolescentes, el peligro que significa el consumo de drogas en jóvenes y adultos, los evitables riesgos del embarazo en edades tempranas…
“Recientemente convocamos –relata– a participar en una especie de proyecto basado en juegos infantiles, actividades recreativas y dibujos que reflejaran los derechos de la infancia. Resultado, solo en la cabecera provincial participaron más de 30 colectivos, además de otros en el resto de los municipios”.

En conversación con Abrán Sanchez, máximo dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas en Sancti Spíritus, BOHEMIA constató cómo muchos de esos temas son de permanente interés para la organización.
Así tiene que ser. Hay que obrar de forma integrada. Por ello Plácido Alberto Reyes Peña, jefe del Departamento de notaría en la Dirección Provincial de Justicia en Las Tunas, habla apasionado acerca de esos temas, como el nuevo Código de las Familias, que refuerza aún más los derechos y la autonomía progresiva de los niños, el modo en que se escucha el criterio de infantes en casos de divorcio que así lo ameriten y hasta la posibilidad que tiene un adolescente de hacer o presentar su testamento.
“Como todos sabemos, las personas menores de edad son protegidas por el Estado, según mandato constitucional en el Artículo 86 de la Carta Magna e instrumentos internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño, que son de carácter vinculante según el artículo 8 de la Constitución.
“El nuevo Código de las Familias, por demás, brinda especial protección a ese sector de nuestra población sobre la base del principio del interés superior del niño, basado en sus preferencias y voluntades como persona.
“El flujo migratorio está influyendo en el bienestar y desarrollo integral de muchos niños. Muchas familias se han fraccionado, quedando los menores al cuidado de parientes afines o con consanguinidad, como son los abuelos. La vida muestra que eso ha influido en el aprendizaje y estabilidad emocional porque afloran incompatibilidades entre los padres y se pierde o perjudica la comunicación con los hijos.
“En muchos casos migran sin dejar la autorización para la futura salida del país de esos niños. También se influye sobre ellos, presionándolos para que elijan. Hay madres que impiden la comunicación de los hijos con los abuelos ante resentimientos familiares. Los utilizan para dañar a su expareja, sin pensar en los niños. La ejecución de sentencias sobre el régimen de comunicación entre padres, abuelos y niños son las más difíciles de lograr.
“Muchos niños pueden terminar sintiendo que son la manzana de la discordia. La tensión económica ha propiciado violencia intrafamiliar y algunos menores son vistos como una carga. Se conoce de casos en que son incitados a pedir dinero o a trabajar. El hacinamiento en determinadas viviendas propicia tensiones, desavenencias y casi siempre salen en desventaja los más pequeños.
“Son realidades que en tiempos anteriores no existían o no se manifestaban igual. Por eso se requiere de mucha prevención por todos para evitar que se violen los derechos, pero sobre todo que se debiliten los afectos, los sentimientos y el desarrollo pleno, y que los más vulnerables, sufran”.
Cicatrices ¿invisibles?
La doctora en Ciencias Psicológicas Roxanne Castellanos Cabrera explica que cuando hablamos de la vulnerabilidad de los niños como grupo poblacional debemos tener en cuenta por qué se les considera de esta forma, pues ellos no cuentan con la capacidad psíquica y la formación necesaria para enfrentar todas las adversidades de la vida por sí solos. Además, dependen de los cuidados y la atención de los adultos que los rodean.

“Me gusta pensar en una metáfora: cuando nacemos, somos como un pequeño brote que emerge de una semilla. Ese tallito menudo puede convertirse en un árbol robusto con un tronco ancho, hojas, flores y frutos, un árbol hermoso. Sin embargo, para lograrlo, necesitamos cuidados constantes y una base sólida desde la infancia. Ojalá todo el mundo entendiera que el futuro de una sociedad está en la infancia; los pilares de la salud mental de los adultos que conforman la sociedad están en los primeros años de vida. Invertir en políticas públicas y prestar atención a los cuidados infantiles es una inversión en el futuro y en la construcción de una sociedad saludable y sólida.
“Para que todos podamos convertirnos en árboles fuertes y saludables, debemos considerar una serie de condiciones necesarias para nuestro desarrollo. Si estas condiciones no se cumplen, el árbol resultante podría tener un tronco endeble, estar enfermo o no florecer adecuadamente. Eso tiene que ver con cuánto fueron vulnerados o no los derechos de la infancia”.
La experta agrega que es fundamental nacer en un hogar donde el énfasis esté en el amor y la calidad de los cuidados: “Los cuidadores deben brindar atención amorosa y tener la capacidad de proporcionar cuidados de calidad, aunque no todo depende de la calidez y el amor de la crianza. Hay aspectos fundamentales como la nutrición, el entorno material y las condiciones para la vida, como juguetes, ropa y vivienda. En la situación actual en Cuba, esto es especialmente relevante. Y también es preciso que los cuidados primarios estén siempre presentes, y eduquen sin violencia”, añade.
Castellanos Cabrera señaló que está científicamente comprobado que los niños que crecen en estos entornos no desarrollan su cerebro ni su cuerpo de la misma manera. La exposición a situaciones de hostilidad y posibles agresiones por los cuidadores los coloca en un estado de alerta constante, afectando tanto su desarrollo físico como psicológico: “La violencia tiene consecuencias significativas y no es simplemente un eslogan”, aseveró.
Desde dos ejemplos extremos argumentó a BOHEMIA; uno es un estudio sobre la resiliencia, que se refiere a la capacidad de tener fortaleza psíquica para afrontar adversidades. “Realizamos esta investigación en niños escolares de una localidad en Pinar del Río. La tesis de maestría de Yaima Pérez Pérez, bajo mi tutoría, reveló un resultado interesante: la muestra estudiada (niños en edades entre siete y nueve años) tenía como característica común que los padres habían sido objeto de requerimientos penales debido a actos de negligencia en los cuidados.

“Todos los infantes estaban afectados desde el punto de vista cognitivo y emocional en términos de sus procesos de autoestima y autorreferencia. Las únicas dos niñas que mostraron un adecuado desarrollo psicológico tuvieron una maestra que funcionaba casi como una figura sustituta de los cuidadores.
“Además, hemos realizado estudios en hogares de niños sin amparo filial y las historias de vida que hemos encontrado son realmente desgarradoras. Aunque podríamos esperar encontrar dificultades por causa de esas dramáticas situaciones que han vivido, ha sido contundente lo que hemos visto: un empobrecimiento total del desarrollo, a nivel cognitivo funcionando por debajo de la edad cronológica y severa afectación emocional, de la autoestima y las habilidades sociales. Eso nos habla de que, al tener muchas pérdidas, historias de vidas muy difíciles, la desestructuración de la vida en cuanto a quienes los sostuvieron y cuidaron desde el principio, se afecta de modo notable el devenir y el futuro de los niños.
“También evidencia del esfuerzo mayor que hay que hacer por ayudarlos en términos de la calidad de esos cuidados cuando ingresan a estas instituciones. Un frente de trabajo nuevo que tenemos en el país es que cada vez sean menos los que vayan a estos hogares, porque por más que se les cuide y se les quiera, no se puede suplir el calor de un nicho familiar, por lo que hay que trabajar más en todos los cuidados alternativos que existen hoy como figuras de cuidados de la infancia y la adolescencia a raíz del nuevo Código de las Familias”, concluyó.

El julio de cada día
Se ha convertido el tercer domingo de julio en uno de esos días que Cuba entera disfruta… de verdad.
Dedicada a los niños esa jornada involucra a todo el archipiélago. Sucede desde 1974. Hasta entonces el jolgorio se realizaba en junio. Fue Fidel quien, con ese oído a la medida de la palabra de los niños, propuso trasladar la festividad para un momento en que ya nada, ni las actividades docentes, pudieran interferir. El ameno intercambio tuvo lugar en el campamento de exploradores Volodia del Parque Lenin de La Habana.
Han transcurrido 50 años. Medio siglo de un día que, en esencia, se repite a lo largo de todo el calendario, pues esta es la edad del juego y de la fantasía, del estudio y la ilusión de futuro, la edad que debe resguardarse de cualquier fractura, de cualquier dolor.

Parábola
Con la mirada clavada en la defensa trasera del yipi que se aleja, un hombre, maduro ya, observa, calla, medita y agradece la visita de BOHEMIA. Al llegar a la intersección, la puerta del auto se abre y, sacando la cabeza, un rostro dice en voz alta: “Por último, amigo mío, dime: ¿alguna vez le pegaste a Carlitos o a Rafa?
Entonces, con un nudo muy similar al que hace un rato le comprimió la garganta, Denis Tamayo, el padre de los jimaguas que hoy tienen 24 años de edad, grita: “¡Jamás!”
Nota necesaria: Los nombres de los niños que trabajan o piden limosnas descritos en el reportaje no son reales. Las historias se construyeron a partir de testimonios de usuarios confiables en redes sociales, datos recogidos en la encuesta realizada de forma online por BOHEMIA y las experiencias vividas de algunos de los periodistas que participaron en la elaboración de este texto.

BOHEMIA se acerca a tres inspiradores proyectos que marcan una diferencia significativa en sus respectivas comunidades, al ilustrar cómo se pueden fortalecer pequeñas vidas desde el apoyo emocional. SEGUIR LEYENDO…
2 comentarios
Excelente artículo. Muy conmovedoras las anécdotas. Es una realidad muy triste que estamos viviendo. Hay mucha inobservancia de las autoridades municipales y provinciales.
Muchas gracias por leernos. Esperamos que comparta!