Teatros: Norka Rouskaya

Texto publicado en la sección TEATROS el 15 de Junio de 1919 

Por Gerardo de Noval

 

Ahora que se habla de una reaparición de Norka Rouskaya, quiero hacer sobre su arte, algunas ligeras consideraciones.

Norka, “la bailarina de los pies de seda”, según dicen a una todos los cronistas de arte, y no creais que yo niego que Norka Rouskaya pueda tener los pies de seda, o de terciopelo, o nada más que de batista, no es eso, sino que en general, las crónicas, se hacen, leyendo antes del debut o después del debut, los numerosos recortes de la prensa mundial, que cada artista va recortando y coleccionando en un álbum, y que cuando llega a una población, muestra a los críticos, para que sepan a qué atenerse respecto a su trabajo, y si un escritor supo lanzar una frase feliz y afortunada, los cronistas al leerla, o al oírla repetir al artista, porque le sedujo y halagó, la repiten otra y otra vez, y muchas veces, y poco a poco, convierten la frase en un apellido más, que hay que poner a la continuación del nombre de la artista. De ahí, que Norka para muchísimos, es ya la bailarina de los pies de seda, frase que suena muy bien.

Pero yo no pertenezco a la cofradía del Barón de la Recua y de la Reata, que diría el admirable y enorme don Mariano de Cavia, no quiero llamar a Rouskaya la bailarina de los pies de seda, y no se lo llamo, y en cambio voy a denominarla con otra frase, menos afortunada, menos elegante, pero más justa.

Para mí ante todo, Norka Rouskaya, es la violinista de las manos delicadas.

Han juzgado todos a la Rouskaya muy detenidamente como bailarina y muy ligeramente como violinista, y esto me parece un poco injusto, porque Norka ejecuta estupendamente.

Hay dos clases de concertistas, los puramente mecánicos, y los que sienten su trabajo.

Los mecánicos son unos señores de agilidad más o menos pasmosa, que más parecen unos acróbatas musicales que demuestran su gran agilidad, hija de la práctica y la tozudez.

Los que sienten, disponiendo también de mayor o menor agilidad, interpretan con toda su alma , y si ésta es fuerte y riza los sentimientos, saben dar a la música algo, a veces mucho suyo, y que llega al sentimiento del auditorio impresionando.

O más claro, tienen su manera personalísima de sentir la música.

Y Norka, que pertenece a esta clase de verdaderos artistas, refleja en los conciertos su personalidad.

Lo que más llama la atención en esta joven concertista, es el modo apagado de tocar; no es falta de fuerza en la mano derecha, no es debilidad en la ejecución, es sencillamente un modo de hacer delicadeza, pero una delicadeza tal, que hace vibrar con emoción las más íntimas fibras de nuestros sentimientos.

Conociéndola y conociendo el carácter sentimental de esta chiquilla intensa, se comprende fácilmente, que no de otra manera podría interpretar, y que los acrobatismos y bruscas energías, productoras de los efectos para un público vulgar, valores falsos siempre para público de cultura, no pueden tener en esta joven arraigo alguno.

Norka, no sé ni quiero saber, por qué razón está más encariñada con sus danzas que con el violín; paréceme que hoy cultiva aquellas con más cariño. Creo que hace mal, si relega el violín a un segundo término, pues como concertista, tenga la certeza que vale mucho, y los aplausos de los públicos equivocados poco a poco se lo irán demostrando.

En las danzas también Norka Rouskaya merece plácemes y aplausos.

De cuantas la he visto interpretar, hay una sobre todo que llama la atención poderosamente, produciendo una verdadera emoción estética. La danza Maya.

Quizás sea esta, la más prefecta, la más acabada, la que con más propiedad representa.

Perfectamente estudiada en sus menores detalles, perfectamente sentida en su más íntima psicología.

La danza “Salomé” también la interpreta justamente, tal vez sea menos comprensiva para la generalidad de los públicos: no todos conocen la obra de Oscar Wilde. En ella nos convence a cuantos conocemos el sentido de ese baile, y a cuantos le vimos interpretar a otras bailarinas.

A Norka Rouskaya, para triunfar definitivamente en sus danzas, la falta un solo detalle que no tiene que ver nada con las danzas. La falta, ser extravagante en sus trajes, extravagante en sus actos, brillar en la crónica escandalosa, al punto que cuando cruce una calle, entre en un hotel, vaya por un paseo, la gente maliciosamente asustada, la señale diciendo, ahí va la Rouskaya, como hoy dicen, ahí va la Tórtola Valencia.

(…)

Créame Norka, crea en lo que le dice un espíritu un poco observador.

Como violinista es la Rouskaya muy buena, como bailarina muy buena también, pero para triunfar ruidosamente, la falta ruido, escándalo. Su público aún es pequeño, porque son pocos los que poseen gustos y sentimientos artísticos, y en cambio son muchos los que van a ver y aplaudir a una mujer que hace cosas raras por cuantos sitios pasa, sobre todo si es una mujer bonita, y hasta en esto da la pícara casualidad que la Rouskaya está bien.

Porque hay que ver lo guapa que es Norka, y sobre todo los ojos que tiene, como para mirarse en ellos un rato muy largo, y a pensar después en todas las sublimidades de la tierra … y en Chopin.