El derecho de Cuba a defenderse
Foto. / cubadebate.cu
El derecho de Cuba a defenderse
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El derecho de Cuba a defenderse

En busca de un sistema de seguridad que disuadiera al vecino del norte de sus intenciones agresivas hacia Cuba, el gobierno revolucionario aceptó en 1962 la propuesta soviética de desplegar cohetes en el territorio nacional. ¿Hoy el planeta es más seguro? No. Las crisis y los conflictos armados en el mundo tienden aumentar, con sus graves consecuencias. No ha cesado la política de las grandes potencias, especialmente de Estados Unidos, tendentes a imponer por la fuerza sus esquemas políticos y económicos. Son frecuentes las guerras de intervención y crece el peligro de un conflicto nuclear que puede poner en riesgo la sobrevivencia humana


El 22 de octubre de 1962, a la siete de la tarde, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, anunció al mundo que los soviéticos, de manera secreta, súbita y clandestina, estaban instalando ba­ses de misiles ofensivos en Cuba, cuyo objetivo, según afirmó, “no pue­de ser otro que montar una fuerza de ata­que nuclear contra el he­misferio occiden­tal”, lo que “cons­tituye una evidente ame­naza a la paz y a la se­guridad de todos los ame­rica­nos”.

Con estas palabras se iniciaba la más grave crisis de la época de la guerra fría, que presa­gió el fin de la humanidad por el uso de armas nucleares. Fue un discurso meticulosamente preparado para justificar ante la opinión pública las ilegales medidas militares que había ordenado.

¿Qué justificación había para imponer a Cuba un bloqueo naval? ¿Acaso Estados Unidos había sido agredido? No. ¿Cuba había hecho algo que violara el derecho internacional? No. ¿Acaso, la instalación de los cohetes soviéticos produjo un cambio significativo en el balance estratégico? No. ¿Por qué Estados Unidos se sentía amenazado por los cohetes instalados en la Isla? ¿Acaso la situación de la URSS con respecto a los cohetes estadounidenses instalados en Turquía y de todas las bases estadounidenses que la rodeaban no era similar o peor? Una respuesta lógica y realista diría que sí.

Entonces, ¿por qué estalló una crisis que estuvo a punto de convertirse en una guerra nuclear de consecuencias impredecibles para toda la humanidad?

Secuelas de una invasión abortada

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Para el presidente estadounidense John F. Kennedy y muchos políticos y funcionarios de su gobierno se convirtió en una obsesión destruir la Revolución cubana. / prensalatina.cu

Una coherente explicación sobre las causas de este peligroso conflicto no puede limitarse al despliegue de los soviéticos en Cuba; hay que buscarla en la derrota sufrida por el gobierno de Estados Unidos en las arenas de Playa Girón. Este fracaso no significó el abandono del derrotero político de confrontación seguido hasta entonces.

La idea de destruir la Revolución Cubana por cualquier medio se convirtió en una obsesión de muchos políticos y funcionarios de alto nivel del gobierno estadounidense, y en especial del presidente John F. Kennedy y su hermano Robert. La guerra sucia contra Cuba continuó, se elaboraron nuevos planes agresivos y se intensificaron las acciones encubiertas y subversivas.

En noviembre de 1961, la administración estadounidense aprobó un nuevo proyecto anticubano denominado Operación Mangosta, su ejecución se extendería a lo largo de todo el año 1962 e incluyó todas las formas posibles de agresión: bloqueo económico, aislamiento político-diplomático, subver­sión interna, intentos de asesinar a líderes cubanos –en especial a Fidel–, guerra psico­lógica y, finalmente, invasión militar.

Los efectos de su aplicación comenzaron a sentirse desde temprano: el 31 de enero de 1962, el gobierno revolucionario cubano fue expulsado de la OEA y el 3 de febrero siguiente Kennedy firmó el Decreto Nº 3447 que puso en vigor la 27ª  Resolución Federal Nº 1085 que oficializó el Bloqueo económico, comercial y financiero, denomina­do eufemísticamente Embargo sobre el Comercio con Cuba, el cual se ha mantenido a lo largo de 60 años.

En el contexto de Mangosta, durante 1962 se registraron 45 infiltraciones de carácter relevante en el territorio cubano con el propósito de abastecer de armas y explosivos a las bandas armadas y las organizaciones contrarrevolucionarias; realizar sabotajes; buscar información de inteligencia sobre posibles zonas para futuros alzamientos y datos acerca de las instalaciones de las FAR y de la presencia militar soviética; tratar de unificar el movimiento contrarrevolucionario en el interior del país; introducir medios de comunicación; fomentar nuevas redes de espionaje; entrenar e instruir agentes en guerra de guerrilla, comunicaciones, inteligencia, sabotaje y guerra psicológica.

Desde el inicio de la Operación Man­gos­ta se intensifica­ron notable­mente las actividades de los grupos y de las bandas armadas contrarrevolucionarias en todo el país. Solo en el Escambray, estas bandas crecie­ron de 42, en el mes de marzo, a 79 en septiembre. De enero a agosto de 1962 los actos de sabotaje alcanzaron la ci­fra de 5 780; de ellos, 716 dañaron grandes objetivos económicos y socia­les.

Como parte del proyecto, el Pentágono preparó los planes de  contingencia para la invasión a Cuba. A partir de abril de 1962 se efectuó un conjunto de ejercicios y entrenamientos militares para el adiestramiento de las posibles fuerzas participantes. Entre estos se destacó el Landphibex 1/62 (Ejercicio Anfibio del Atlántico 1/62), realizado a finales de abril de 1962. La maniobra  dispuso de poderosos dispositivos, principalmen­te cuatro portaaviones, y más 50 buques de com­bate, incluidos submarinos. También participaron unos 40 000 in­fantes de marina, quienes desem­barcaron en una “isla enemiga” y to­maron una cabeza de playa. La región escogida fueron la Islas de Vieques, que forma parte del archipiélago de Puerto Rico y se ubica a su sureste.

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Mapa del alcance destructivo de los misiles desplegados por Estados Unidos en Europa occidental en el período de 1958 a 1963. / historiaparanodormiranhell.blogspot.com

A media­dos de mayo, algunas de esas uni­dades militares ejecutaron en Onslow Beach, en el Estado de Carolina del Norte, otro ejercicio de similares carac­terísticas, al cual denominaron conven­cionalmente Demolition (Demoli­ción).

En agosto la fuerza aérea participó en el ejercicio Swift Strike II (Golpe Rápido), desarrollado en Caro­lina del Norte y del Sur, con el objetivo de entrenar a las unidades en el apoyo aéreo a las tro­pas. Tomaron parte cuatro divisiones del ejér­cito, seis escuadrones de cazas tácticos, dos escuadrones de reconocimiento aéreo táctico y más de 70 000 efectivos.

En septiembre se desarrolló otro gran ejercicio militar deno­mi­nado Jupiter Spring (Primavera de Júpiter), que consistía en desem­barcos aéreos con efectivos de tres divisiones del 18º Cuerpo Aerotranspor­tado, principal unidad elite de los Estados Unidos para ese tipo de operaciones.

Nuevas tropas te­rrestres, nava­les y aéreas reforzaron en ese mismo período las fuerzas que integraban el Comando del Atlántico.

Fueron tan claras las evidencias de que Estados Unidos preparaba la agresión militar directa a Cuba, que el exsecretario de Defensa, Robert McNamara, en enero de 1989, durante la Conferencia Tripartita de Moscú sobre la Crisis de Octubre, dijo: “Si yo fuera un dirigente cubano hubiera pensado que Estados Unidos estaba preparando la invasión” y agregó, de manera justificativa, “pero no teníamos la intención, solo eran planes de contingencia”.

Precisamente a esa conclusión arribó el gobierno de Cuba y tomó medidas para elevar la capacidad defensiva del país y crear un sistema de seguridad nacional que disuadiera a Estados Unidos de sus intenciones agresivas. A la misma apreciación llegó la dirección soviética, lo cual le sirvió de argumento a la propuesta de desplegar en nuestro país  cohetes de alcance medio e intermedio, con sus correspondientes cargas nucleares; así como otros medios nucleares tácticos de combate.

Por estas razones se hace imposible analizar las causas de la Crisis de Octubre de 1962 sin tener en cuenta la Operación Mangosta. No obstante, para muchos —en particular en Estados Unidos— la causa de esa crisis radicaba fundamentalmente en los cohetes soviéticos desplegados en territorio cubano y no se preguntan las razones del por qué fueron instalados y al derecho de esta nación a poseer el armamento que estimara conveniente como defensa frente a las amenazas a que estaba sometida.

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Representantes de las naciones involucradas defendieron ante el Consejo de Seguridad de la ONU sus respectivas posturas. / fidelcastro.cu

Quizás una arista en el estudio de la psicología o las mentalidades de los estadistas estadounidenses que condujeron la crisis, es que para ellos estaba perfectamente establecido, y se asumía sin conflicto ético, el criterio de que la Operación Mangosta era un derecho y la no invasión a Cuba era una concesión a la URSS.

¿A qué se debe esto? La respuesta está en el irrespeto o el no reconocimiento de las grandes potencias a los principios de la igualdad jurídica, autodeterminación y soberanía de los todos los Estados. El derecho a la defensa ante las amenazas de agresión exterior no es único y exclusivo de los países ricos o poderosos, sino de todos los pueblos del planeta, recogido en la Carta de las Naciones Unidas.

Si se revisa la inmensa cantidad de documentos desclasificados de la administración estadounidense sobre la Crisis de los Misiles, no se encontrará una sola referencia a los derechos del pueblo cubano, no aparece la menor intención de considerar las razones de Cuba y jamás se analiza la moralidad de la política que siguió Estados Unidos antes y durante el transcurso de la crisis.

Algunos de los libros escritos sobre el tema por autores estadounidenses hablan sobre los “problemas de comunicación” entre las dos grandes potencias, pero pasan por alto y no examinan que Estados Unidos no hizo un solo intento por comunicarse directamente con Cuba, aun a riesgo de que un cálculo equivocado desencadenara la guerra; tampoco permitió que participara en ninguna forma de negociación, hasta el punto de que el gobierno cubano tuvo que hacer una declaración por separado ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Igualmente hubo problemas de comunicación entre la URSS y Cuba. ¿Por qué la dirección soviética no consultó a la cubana los mensajes de Jruschov a Kennedy de los días 26, 27 y 28 de octubre? ¿Por qué la URSS no propició un espacio a los diplomáticos nuestros para participar de forma directa en las negociaciones? ¿Por qué, al dar garantía de que se verificaría in situ la salida de las llamadas armas ofensivas no se respetó el derecho soberano de Cuba?

El “caso cubano” es un ejemplo de que los problemas globales que afectan a los países pobres y dependientes no pueden verse reducidos a las relaciones entre las grandes potencias. Esto sin duda fue el reflejo de una actitud que tendió a desconocer los derechos de participación de estos Estados en la solución de conflictos internacionales.

Pero más representativo aún de esa mentalidad fue la forma en que Estados Unidos asumió la participación de Cuba en el conflicto. Por suerte para la humanidad, la crisis no devino guerra nuclear, las dos superpotencias llegaron a un arreglo. Pero este, al no tener en cuenta los “cinco puntos” propuestos por Fidel, no brindaron una solución que propiciara una paz verdadera en el Caribe, ya que las agresiones de Estados Unidos contra Cuba continúan hasta el presente y se mantienen latentes las posibilidades reales de una agresión militar directa.

Problemas de ayer y hoy

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Las declaraciones públicas de Biden y su equipo, en apoyo a Ucrania, son recurrentes. / publico.es

Hace tres décadas finalizó la guerra fría. ¿Hoy el planeta es más seguro que entonces? No. Las crisis y los conflictos armados en el mundo tienden a aumentar con sus graves consecuencias humanas y ecológicas. No ha cesado la política de las grandes potencias, especialmente de Estados Unidos, tendentes a imponer por la fuerza a los países del llamado Tercer Mundo sus esquemas políticos y económicos, lo cual ha creado, como nunca antes, grandes desigualdades. La estrategia estadounidense de la guerra global contra el terrorismo no es más que la máscara para cubrir sus objetivos geopolíticos de dominación mundial y poner bajo su control los recursos energéticos e hidráulicos del planeta.

Hoy en día se presentan nuevas variables, como el predominio militar de una superpotencia que tiene en la producción de armamentos una de sus principales fuentes de riquezas. Baste decir que el Congreso de Estados Unidos acaba de aprobar el más grande presupuesto de defensa en la historia de esa nación.

En la actualidad son frecuentes las guerras de intervención y crece el peligro de un conflicto nuclear que puede poner en riesgo la sobrevivencia humana. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, trató de modificar el acuerdo nuclear con Irán, logrado después de un largo proceso negociador en 2015. Fue preocupante el despliegue de tropas y armamento estadounidenses en la península coreana y la reacción de Pyongyang. Un pequeño error puede llevar al estallido de un artefacto atómico.    

El orden económico mundial es cada vez más injusto y excluyente. La constitución de grandes bloques económicos tiende a dificultar la participación de los países subdesarrollados en el mercado internacional.

Violando los principios jurídicos de convivencia entre los Estados, el gobierno de Washington y sus aliados de la OTAN acuden a la desestabilización y a las políticas de cambio de régimen contra los gobiernos progresistas legítimamente constituidos que tratan de modificar el desigual orden internacional prevaleciente y desarrollar programas de justicia social para sus pueblos.

Mientras, los organismos internacionales, regulados por mecanismos antidemo­crá­ti­cos y obsoletos, en ocasiones han devenido instrumentos intervencionistas. Se hace cotidiano el empleo de sanciones económicas como forma de presión política.

El conflicto bélico entre Ucrania y Rusia es cada vez más peligroso para la paz mundial. El apoyo militar y logístico de Estados Unidos y la OTAN al régimen ultraderechista ucraniano, las sanciones de la Unión Europea y de la administración Biden contra Moscú agudizan la crisis económica internacional que afecta a todos los países del planeta –más aún a los pequeños, pobres y subdesarrollados–, por el aumento de los precios de los combustibles y los alimentos. A lo cual se suman las provocaciones estadounidenses contra la República Popular China en la isla de Taiwán.  

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El gobierno del Tío Sam se empeña en desestabilizar la situación política en Taiwán. / theepochtimes.com

 Los procesos que acontecen en América Latina son evidente expresión de los planes colonizadores. En la República Bolivariana de Venezuela, intereses políticos, económicos y pro imperialistas internos –en concordancia con los planes intervencionistas de Estados Unidos– tratan de paralizar el proceso revolucionario y popular iniciado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro en favor de la libre determinación del pueblo venezolano. El gobierno estadounidense lanza constantes amenazas y aplica injustas sanciones.

Lo que está sucediendo no nos sorprende, hemos vivido más de seis décadas enfrentando las mentiras, manipulaciones y agresiones de todo tipo de las 12 administraciones norteamericanas que se han sucedido. Hoy acuden a nuevas, burdas y mentirosas patrañas para hacer más difícil la situación económica cubana, dañada adicionalmente con las  243 medidas tomadas por la administración Trump y continuada por la de Biden.

Vivimos en un planeta cargado de contradicciones e inseguri­dades. Pero estas realidades no deben convertirse en una actitud pesimista ante el futuro. El ejemplo del pueblo cubano durante los días “luminosos y tristes” de la Crisis de los Misiles, como los calificara el Che, así lo demuestra, pues enfrentó el peligro del extermino nuclear, no se dejó amedrentar y defendió con firmeza y valor sus principios de igualdad jurídica, autodeterminación y soberanía.


Los cinco puntos propuestos por Fidel

PRIMERO: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas las partes del mundo contra Cuba.

SEGUNDO: Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, filtración de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de Estados Unidos y de algunos países cómplices.

TERCERO: Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en Estados Unidos y en Puerto Rico.

CUARTO: Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.

QUINTO: Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.


*Doctor en Ciencias. Instituto de Historia de Cuba

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