Dijo un huracán que por aquí pasó…
Foto. / Periódico Granma.
Dijo un huracán que por aquí pasó…
Foto. / Periódico Granma.

Dijo un huracán que por aquí pasó…

Uno se pregunta cómo es posible que, después de tantos años enfrentándonos a los ciclones tropicales, todavía haya personas que caigan en la escaramuza de pensar en que “no viene tan fuerte”, en que “seguro se va a desviar”, en que “¡na!, no va a pasar nada”. Y ahí es cuando Ian arrasa con techos, cultivos, animales… 


Los últimos días han sido prolíficos en historias sobre los estragos ocasionados por el huracán Ian. La televisión cubana se ha llenado de imágenes desoladoras que relatan las pérdidas materiales de miles y miles de personas. Derrumbes parciales o totales, colchones mojados, equipos electrodomésticos inservibles… Terribles pérdidas.

Pero detrás de toda la destrucción, hay lecturas e interrogantes que debemos plantearnos. Porque uno se pregunta cómo es posible que, después de tantos años enfrentándonos a los ciclones tropicales, todavía haya personas que caigan en la escaramuza de pensar en que “no viene tan fuerte”, en que “seguro se va a desviar”, en que “¡na!, no va a pasar nada”. Y ahí es cuando Ian arrasa con techos, cultivos, animales… 

Llama la atención cómo, en pantalla, varios entrevistados han asegurado que no se irán nunca de la orilla del mar, aunque les propongan reubicarlos, como algunos habitantes de Playa Cajío, en Güira de Melena, Artemisa. Lo dijeron con una sonrisa en el rostro y afirmaron que solo la muerte los hará abandonar el lugar. Lo dijeron con la sencillez de quien no afirma nada más que su propia verdad, sin poses. Y uno hasta los entiende: las raíces familiares, las tradiciones del pueblo, la forma de sustento económico y los lazos que se crean entre los vecinos pueden ser muy poderosos. Pero los ciclones también.

Eso me lleva a pensar que falta mucha educación ambiental aún, y percepción de los riesgos. Lo decía en un reportaje de la televisión cubana Karel León Díaz, presidenta del Consejo de Defensa Municipal de Güira de Melena, cuando explicaba que, a pesar de que se habían creado las condiciones para preservar los bienes de la población de Playa Cajío, no todos optaron por evacuar sus pertenencias de las casas cercanas al litoral. Incluso, algunos pobladores se ocultaron de las autoridades para no trasladarse hasta los centros de evacuación. No hay mayor evidencia de la falta de información y de la escasa conciencia del peligro, que arriesgar la vida cuando existen alternativas para protegerla.

Dijo un huracán que por aquí pasó…
Playa Cajío: el huracán Ian –aunque no ha sido el único- dejó otra advertencia del peligro de vivir tan cerca del mar, sin tener una clara percepción del riesgo. Fotos. / cubadebate.cu

Y ahí, donde el poblador dice que no se va, los responsables de la llamada Tarea Vida tienen un reto durísimo por delante. Las autoridades comunitarias, las entidades de ciencia, las organizaciones y los medios de comunicación no deben desentenderse del asunto después de que Ian pase a ser apenas uno más entre tantos ciclones que han azotado al país.

Tras su paso por Cuba, este huracán nos dejó no pocos mensajes y algunas evidencias. Previsión es una de las palabras clave en este contexto. Pareció no ser suficiente, cuando tantas ramas que debieron ser podadas mucho antes del primer aviso de ciclón tropical obstaculizaron vías y afectaron la electricidad y las comunicaciones, en Pinar del Río, Artemisa, La Habana.

¿No hay todo un periodo de seis meses denominado como “temporada ciclónica”? ¿Por qué entonces Ian encontró en la floresta de las ciudades y poblados una punta de lanza para empeorar las consecuencias? Cuentan vecinos del barrio habanero donde confluyen la calzada de Palatino y la calle Agua, que venían alertando, desde hacía años, sobre el peligro que representaban las ramas de un pino para los cables eléctricos. Tuvo que pasar el meteoro y afectar un transformador (como mínimo) para que se hiciera efectiva la poda, unos cuantos días después, aunque este era ya un “planteamiento histórico” en las reuniones de rendición de cuentas del delegado a sus electores. 

Insisto en que la comunicación efectiva con suficiente antelación, al estilo de “viene un huracán: te lo repetiremos hasta el cansancio”, debió ser una fortaleza, como ha ocurrido tradicionalmente, pero más en este contexto marcado por los continuos apagones en todo el país. Una colega subrayó que, ante tales condiciones, el empleo de altoparlantes para informar al pueblo debió utilizarse como medio alternativo.

Un país como el nuestro, marcado por la escasez y la situación económica complejísima, no puede permitirse perder ni una valla, ni un cartel lumínico, ni un poste de la electricidad, si la afectación puede evitarse. ¿Cómo se le explica entonces al pueblo que en Pinar del Río se perdieron más de 16 000 gallinas ponedoras y 45 000 pollitos de un día de nacidos? ¿Cómo entender que en la ganadería bovina se reporte la muerte de 176 animales? Es cierto que la fuerza de la naturaleza embravecida supera con creces la de los seres humanos y que, como decía Gliser Blanco, habitante del municipio artemiseño de Alquízar, “con el mar no se puede”. Pero prever, sí, y usar la experiencia para evitar la mayor cantidad de daños posible. Lo demostró Ian y no nos queda otra opción que aprender de los golpes, y volver a levantarnos.

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2 comentarios

  1. Ante tantas negligencias por la no proteccion de los bienes del Estado y la poblacion ante un ciclon que hizo muchos daños que medidas administrativas se adoptaron ? magnico comentario de la periodista Liudmila.
    -No se puede retroceder ante una amenaza de intensas lluvias o ciclones ,se requiere mas exigencia y control a todos los niveles.

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