Eternal Sunshine of the Spotless Mind

Como mismo hay vidas destinadas a encontrarse también hay recuerdos resistentes al olvido. Así lo vemos en la producción cinematográfica de 2004 “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”, una historia de amor entre Joel Barish y Clementine Kruczynski. Con el paso del tiempo desearon no haberse conocido y mediante un proceder malévolo intentan borrar su propio rastro de la vida del otro. Sin embargo, cuando se cansan de luchar contra un sentimiento intachable, descubren lo que el destino les había reservado.

La acción transcurre de la misma forma confusa y altisonante como suceden los recuerdos dispersos en la memoria. Siempre apelando a la intriga que recae sobre los personajes protagónicos y sus razones claras para poner distanciamiento entre ellos.

Las referencias se sitúan a lo largo del filme, por ejemplo, escuchamos citas literarias de Friedrich Nietzsche, Alexander Pope, incluso un verso de Pope da título a la cinta. No obstante, no es un largometraje de autor cuyos diálogos posean una carga semántica extraordinaria, sino en su principio constitutivo.

Su director Michel Gondry se destaca por un innovador estilo visual y la manipulación de la puesta en escena. Proviene del mundo de los anuncios y los videos musicales, por lo que su cine es el constante rejuego con el cronotopo. La trama de “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” se articula desde la superposición temporal de los hechos, mientras que el espacio varía y se deconstruye para narrar la propia historia. Las escenas son contadas de una manera efímera puesto que cada una formula un núcleo connotativo que acaba justo cuando cambia el espacio físico.

Es útil resaltar la presencia de símbolos que se forjaron durante el filme y fueron utilizados en sucesivas producciones del director francés, como es el caso de las avionetas de juguete presentes en sus videos musicales a Björk, y además en el largometraje “La espuma de los días” (2013). También, puede ser un estilema de este director el mostrar personajes con rasgos de adultos en las dimensiones de la infancia para revelar la inmadurez o la resistencia al crecimiento y a sus implicaciones.

El tratamiento visual en la película es perfilado. Se filmó en Nueva York en 57 días. Ellen Kuras –la fotógrafa del film– usó dos cámaras en mano rodando simultáneamente, sin mayores artilugios, permitiéndole a los actores absoluta fluidez. Diríamos que la fotogenia radica en la subjetividad, en la dinámica de la acción, la dirección de arte e incluso en las diversas imágenes shock que se revelan sutilmente: como el plano cenital de Joel y Clementine acostados en el marjal helado, o una lluvia ficcionada en la sala del apartamento. De igual forma, el tratamiento sonoro a cargo de Jon Brion apoya la diégesis del relato y equilibra la música, los efectos de sonido, los ruidos y los silencios.

Por su parte, el guionista Chary Kaufman nos propone un conflicto donde la única posibilidad de vivir sea asumiendo el dolor como parte de la vida misma, sin intentar extirpar el sufrimiento y la depresión. Más aún, la posibilidad de experimentar la felicidad necesita de la existencia misma de sentimientos u estados de ánimo inalienables.

Por ello los personajes retratan la singularidad de la raza humana, sin artificios. Clementine es inestable, explosiva, arbitraria y de carácter ríspido. Es una mujer que decide, y que genera inseguridad en los hombres: Joel vive temeroso de la voracidad y la inseguridad de ella; mientras que se muestra arrepentido por todo lo que pudo herirla en nombre de un amor irracional e insensato.

Ahí radica lo trascendental del argumento que nos propone Michel Gondry. Mostrar la esencia de las relaciones humanas que escapan a la decisión, el poder y el deseo. Aunque sentencioso: quizás es cierto aquello de que el destino ya está escrito y cómo mismo hay vidas destinadas a encontrarse también hay recuerdos resistentes al olvido.


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Diseño de Portada: Félix M. Azcuy

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