Una amenaza recurrente

La historia del dengue en Cuba es vieja. Se inició en el siglo XVIII, cuando en el poblado de Remedios, en la provincia de Santa Clara, apareció en 1782 un brote que clínicamente se notificó como de esta enfermedad. No obstante, la primera descripción documentada de una epidemia en el país data de 1828, de la que se informa en los archivos del Gobierno y la Capitanía General de La Habana. Su autor es el Dr. José Antonio Bernal Muñoz, quien la tituló “Memoria sobre la epidemia que ha sufrido esta ciudad nombrada vulgarmente Dengue”, y en la cual brinda elementos clínicos de la dolencia y enuncia la teoría miasmática para explicar las causas.

Lo anterior aparece reseñado en el libro Dengue, publicado por la Editorial Ciencias Médicas, y cuya autora principal es la doctora en Ciencias María Guadalupe Guzmán Tirado, jefa del Centro de Investigación, Diagnóstico y Referencia del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), quien recibiera recientemente el Premio Internacional LOréal-UNESCO por sus estudios sobre el dengue.En uno de los 35 capítulos de la obra se abordan los orígenes de esta infección vírica en el archipiélago cubano, así como las particularidades de las epidemias ocurridas desde entonces hasta nuestros días.

El amplio conocimiento atesorado durante décadas por los investigadores cubanos en este campo ha permitido hacer aportes sustanciales, como la Hipótesis Integral planteada por el reconocido profesor Gustavo Kourí, y publicada por él a mediados de los años 80 del siglo pasado.

Dicha hipótesis sostiene que para que ocurra una epidemia de dengue hemorrágico (dengue grave, según la nueva clasificación) es necesario que coexistan factores de riesgo dependientes del individuo, del virus, de la presencia del vector (dada por los niveles de infestación) y de su capacidad de transmisión. A esto se suman elementos epidemiológicos, o sea que haya una elevada propagación del virus y gran número de individuos susceptibles de desarrollar infección secundaria (enfermar de dengue en una segunda ocasión), entre otros.

El aumento del número de enfermos de dengue registrado en el país desde finales de mayo e inicios de junio del actual año, cuando comenzó a incrementarse la presencia del Aedes aegypti y con ello la circulación de esta arbovirosis, ha puesto nuevamente el tema en el centro de atención. En este periodo se ha activado la campaña de vigilancia y lucha antivectorial, la cual contribuye a disminuir los índices de infestación, a pesar de las deficiencias que prevalecen relacionadas sobre todo con la calidad de la labor de los operarios y este año también, con el déficit de combustible.

Es sabido que la urgencia que ha significado la pandemia de Covid-19, en un contexto nacional marcado por no pocos apremios debido a la crisis económica y al endurecimiento del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, obligó a destinar los limitados recursos financieros de la nación para la adquisición de equipos, medicamentos y otros insumos necesarios para el tratamiento de los pacientes, así como para desarrollar y producir vacunas propias que han permitido salvar la vida de millones de cubanos y cubanas.

Durante ese periodo también fueron diagnosticados casos de dengue, como explicó recientemente la doctora Carilda Peña García, viceministra de Salud Pública. Sin embargo, lo que había que hacer dentro de la vivienda no fue posible realizarlo, reconoció. “Nosotros sabemos que tenemos responsabilidad con el tema y que no salió como debía ser”.

Esa tregua forzosa fue aprovechada por el mosquito y cuando las condiciones estuvieron a punto empezaron a incrementarse las cifras de personas diagnosticadas con la arbovirosis, y también las que transitan al estado grave. Esto último debido, entre otros elementos, a la presencia en el país de los cuatro serotipos del virus (DENV-1, 2, 3 y 4), lo que hace más complejo el escenario epidemiológico.

Según explicó a inicios de septiembre la doctora María Guadalupe Guzmán, en el programa televisivo Mesa Redonda, el serotipo 3 es el que prevalece y el que “está marcando los casos grave, incluso fallecidos porque hemos tenido defunciones por esta enfermedad”. Este serotipo (que entró al país por primera vez en 2001) circuló desde el 2014 hasta el 2018, y desde entonces no había sido detectado hasta ahora, afirmó la experta. 

Por otra parte, continuó, el dengue 1 circuló en los años 1977 y 1978, prácticamente el 50 por ciento de la población cubana se puso en contacto con ese virus. Esto no quiere  decir que se haya enfermado, pero se infectó y es una evidencia de estudios serológicos que se han hecho. Ese serotipo 1, añadió la especialista, entró al país nuevamente a mediados del 2019 y desde entonces ha estado circulando e infectando personas.

Luego de recordar que existen varios factores de riesgo que explican el hecho de que una persona desarrolle dengue grave —como la edad, pues el niño tiene más riesgo en este sentido que el adulto— la investigadora precisó que el principal factor es tener una infección secundaria. Por ejemplo, si una persona tuvo en algún momento dengue 1 y luego contrae el 3, tiene más probabilidades de agravar, ya que además hay secuencias, como la 1-3, más peligrosas que otras.

Informar acerca de las peculiaridades de esta infección vírica y del vector que la transmite, entre otros aspectos, ha sido una práctica habitual por parte de los expertos de instituciones sanitarias y científicas cubanas. Sin embargo, una parte de la población todavía no percibe la dimensión del riesgo que significa vivir en un lugar con elevados índices de infestación de Aedes aegypti.

Muchos creen que el problema es del otro. Los salideros en las calles y la basura amontonada en cualquier esquina son sin duda caldo de cultivo para la proliferación del vector, y hay que eliminar esos posibles criaderos, pero usar tal situación como pretexto para no limpiar el patio de la vivienda, o botar el abate depositado en el tanque con agua, es una actitud irresponsable.

Lograr la sostenibilidad de la campaña de vigilancia y lucha antivectorial es difícil por lo costosa que resulta. La solución al dengue es la vacuna. Pero lograrla requiere tiempo, aunque esto se hace cada vez más viable, según opinan científicos de la Mayor de las Antillas. Esperanzados, anhelamos el día en que la obtención de ese inmunógeno sea una realidad y propine la estocada definitiva al dengue. Por lo pronto, cortar al mosquito cualquier posibilidad de procrear sería un buen golpe, a fin de bajar las tasas de incidencia de esta enfermedad, tan antigua como peligrosa.

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