Violeta se fue a los cielos
Violeta se fue a los cielos

Violeta se fue como pájaro sin plan de vuelo

Escribe como quieras, usa los ritmos que te salgan, prueba instrumentos diversos, siéntate al piano, destruye la métrica, grita en vez de cantar, sopla la guitarra y toca la corneta. Odia las matemáticas y ama los remolinos.

Violeta Parra.

“La creación es un pájaro sin plan de vuelo, que jamás volará en línea recta”, y como tal, Violeta Parra vivió. Una suerte de imitación a esa elección de vida es la película Violeta se fue a los cielos: la reconstrucción sin línea cronológica del mundo interior de la artista chilena junto a las personas que compartieron sus viajes, amores, sueños, frustraciones y miedos.

Desde la carpa que construyó en Santiago de Chile, Violeta es visitada por los recuerdos e invariablemente por el arte. A partir de sus inicios como cantante de circo junto a su hermana, hasta su consagración internacional como compositora y artista en París, sus logros se muestran en un recorrido episódico.

En la película suenan muchos de los temas más famosos de la Parra. Podemos escuchar su Gracias a la vida; y, en uno de los mejores momentos, Maldigo del alto cielo. Las canciones aportan a la historia y se disfrutan de forma natural mediante un buen recurso cinematográfico. La actriz comienza a interpretar la canción en algún recital, que luego permanece de fondo durante las escenas.

Se le da importancia a una de las pasiones mayores de Violeta, crucial para la época y para la cultura de su país: la recopilación de canciones del folklore chileno. Se trasladaba sola, o con su hijo Ángel, por lugares recónditos del país. Con su simpatía lograba que la gente cantara para ella, y así registrar en su cuaderno los temas populares que debían llegar a todas las escuelas. En una labor esencial para la educación, recopiló más de 3000 canciones del acervo chileno.

El director Andrés Wood nos acerca a la poetisa, cantautora, tejedora, recopiladora y artista plástica. La película está basada en el libro homónimo del hijo de la cantante, Ángel Parra. Wood se asesoró también con otras biografías y entrevistas con personas claves. En el filme hay una dimensión que se presenta como rompecabezas hasta lograr armar un retrato de Violeta. En parte, gracias a la simbiosis con la actriz Francisca Gavilán, quien interpretó los rasgos más importantes del personaje: su carácter fuerte y determinado, la enorme capacidad de trabajo, la confianza plena en su obra artística, el canto y el amor incondicional a su tierra.

Violeta Parra en su labor de recopiladora, interpretada por la actriz Francisca Gavilán, a la derecha. / Fotograma de la película.

Sin embargo, no es este mero recuento más o menos histórico de su vida lo que fascina de toda la trama, sino el verdadero motivo del desenlace que en la realidad y en la película tuviera la “madre del folklore chileno”. ¿Por qué, a sus precoces 49 años, Violeta Parra se suicida? ¿Acaso por la partida de su amor más caótico, por sus fantasmas o reminiscencias del arte mismo, o por la soledad como una muerte onírica en vida? El suicidio, siempre una gran incógnita, casi tanto como la muerte.

Durante la película suceden diversas escenas que, a cuentagotas y con cierto esfuerzo interpretativo, revelan el núcleo de la cuestión. Quizás este también haya sido en la vida real. Por lo pronto, el espectador se conformará con una película no biográfica. Tras verla, no se sentirá en condiciones de abrumar con datos sobre la cantante; sí de decir que ha experimentado -que sigue experimentando- su subjetividad.

La partida del sueco, un amor fulminante

El amor de Violeta, Gilbert Favre, en segundo plano. / Fotograma de la película.

Tuvo un amor fulminante hacia un hombre extranjero más joven. Sintió por él ese arrebato caótico y la adoración sin límites. Esto nos lleva a varios pasajes complejos y, en algunos casos, polémicos sobre su personalidad. Su inestable y tortuosa relación con Gilbert Favre, cuyo amor u obsesión, según como se le vea, podría ser considerado el detonante de su radical y trágica decisión y que Wood refleja en diversos episodios, como la discusión de celos artísticos que sostienen en los exteriores del Louvre respecto a su rol en la exposición de las arpilleras, y los celos de Violeta con la conquista boliviana del suizo.

No obstante, con la partida definitiva del “chinito”, como solía llamarle, algo valioso se rompió dentro de Violeta, pero no fue la primera pérdida insoportable. Antes, estando en Polonia, recibiría una carta en forma de poema, con una dolorosa noticia directamente desde Chile donde había dejado a su esposo y a sus tres hijos, la más pequeña de meses.

La pérdida de una hija

Fotograma de la película.

Una de las escenas más perturbadoras de toda la película que nos sucumbe en la incertidumbre y el suspenso pavoroso, es cuando la bebé de Violeta no despierta. Aquella pequeña dormía boca abajo en el cuarto pobrísimo, donde también había camitas para sus dos hermanos, el varón mucho más a cargo del cuidado de la criatura y de su hermana que el propio padre.

El niño de menos de 10 años corrió con la bebé en brazos surcando fangales marginados hasta llegar a la casa de la comadre sanadora. Pero ya era tarde. La fatalidad llegó a los ojos de Violeta mediante una carta, pues ella estaba trabajando en Polonia. Decidió sepultar la tragedia. Su vida continuó.

Violeta y la gente

El entrevistador, interpretado por el argentino Luis Machín, no tiene reparos en ser desagradable con Violeta. / Fotograma de la película.

El relato se apoya en una entrevista televisiva, cuyos fragmentos vemos a lo largo del film. De esta manera se comparten con el espectador algunos cuestionamientos hacia la figura pública de Violeta. Al dar también la oportunidad de respuesta, puede verse cómo la artista se defendía de esas opiniones. El entrevistador, interpretado por el argentino Luis Machín, no tiene reparos en ser desagradable con Violeta, pero ella responde con humor, inteligencia, sinceridad y mucha altura.

En el intermedio de la película, el entrevistador le pide a Violeta elegir solo uno de sus medios de expresión entre poesía, música, escultura, pintura… A lo que ella responde: “Elegiría quedarme con la gente”. Esta secuencia constituye un indicio de aquello que no podría faltar nunca en la vida de Violeta, pues su arte estuvo siempre motivado por la circunstancia social.  

La carpa vacía

Lugar que sirva de universidad del folklore. / Fotograma de la película.

En sus últimos años se encamina en un proyecto basado en la idea de establecer un lugar que sirva de universidad del folklore. Una carpa donde la gente pueda escuchar sus canciones, ver sus cuadros y tapices y comer alimentos regionales. Allí los músicos invitados aportan también al intercambio cultural. Pero, lamentablemente, su sueño no resulta como lo esperado, y con la ausencia de la gente a Violeta se le cansa el cuerpo.

En definitiva, “la creación es un pájaro sin plan de vuelo”, pero necesita un móvil para trazar las disímiles rutas por el espacio del arte. Violeta en soledad no es más que una muerte onírica. Ella podía perder seres muy amados y soportarlo. Lo que no podía faltar en su vida era la gente: el motivo de inspiración.

Ha sido uno de los objetivos de Andrés Wood mostrar a una mujer que escapa a los estereotipos del arte. Un biopic que no satisface la carga histórica y, por esto mismo, vale la pena. Con Violeta se fue a los cielos lo logró, llevándose el premio a mejor ficción internacional en Sundance 2012. No sé si la imagen que muestra Wood es la más cercana a la realidad, pero es un privilegio redescubrirla mediante una cinta tan poética, que logra interesarnos por esta artista particular y adelantada a su época.


Contenido relacionado para bohemios melómanos en el canal de Telegram de Horas Cantadas aquí: https://t.me/horascantadas/3

Diseño de Portada: Félix M. Azcuy

Comparte en redes sociales:

Un comentario

  1. Violeta Parra, cantautora chilena, ha sido la única Latinoamericana en exponer su arte en el Luvre. Adelantada para su época e incomprendida por la sociedad y las autoridades. El amor de su vida fue un músico y antropólogo francés, Gilbert Fabré, 19 años menor, quién la abandonó años después. Se suicida a la edad de 49 años, dejando 2 hijos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos