Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite
Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite

Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite

Hubiese sido romántico escribir de una niña que soñaba con alturas. Hacer el relato de una pequeña inquieta que vivía trepando árboles, subiendo a tejados cual miradores, imaginando, acaso, un futuro de acróbata circense o dedicada a la aviación. También habría funcionado mencionar la vocación de electricista, cierta predilección por los circuitos, juegos con voltímetros y chispas.

Mas, esta no es una historia de sueños, sino de realidades y, como suele suceder, resulta menos poética.

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Abril de 2022. Una muchacha se presenta en la Unidad de Capacitación de la Empresa Eléctrica de La Habana, interesada en los cursos para formar operadoras del Centro de Llamada. Nada inusual hasta aquí: como ella, decenas llegan cada año para aprender esa y otras ocupaciones del sistema laboral de la Unión Nacional Eléctrica. Sin embargo, esta no es una muchacha común.

Se llama Yanelis Rodríguez Reyes, tiene 33 años y al escuchar que abrieron convocatorias para la especialidad de liniero eléctrico no duda en inscribirse. La animan la idea de trabajar en una unidad cercana a su municipio y el salario superior al de telefonista. El desconocimiento, por otra parte, la ayuda a tomar la decisión: no sabe aún que en un par de semanas su hijo pequeño, quien luego de la separación de ella y su padre ha estado viviendo con este, retornará a su casa. Tampoco tiene idea de que su solicitud es excepcional, sin precedentes exitosos en Cuba.

Se enterará de ambas situaciones más temprano que tarde; para entonces, ya estará decidida a continuar el camino empezado.

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Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite

Cinco meses después, bajo el sol del patio de entrenamientos, casi lista para presentarse al examen que puede certificarla como liniera eléctrica, Yanelis se confunde entre el resto de los compañeros. A simple vista es uno más. Una segunda mirada encuentra rasgos finos a la sombra del casco que oculta el pelo, una silueta de mujer que se insinúa a través del overol y la camisa. Mas, tal vez, solo detecta estos detalles el ojo avisado. Si no supiera que entre 11 hombres está ella, quizás, la singularidad sería imperceptible.

Sobrepasa apenas los 160 centímetros de estatura y entrena en un poste que casi cuadruplica su tamaño. Ahora realiza un ejercicio que llaman “bajar al accidentado”, en el que simula rescatar a un liniero desmayado en plena faena. Cuerdas de vida, botas, espuelas. Trepa hábil hasta lo alto mientras, abajo, el profesor vocifera indicaciones. Luce segura, cómoda en el ascenso; al rato reconocerá que desde hace algunas semanas los escalamientos le provocan un poco de miedo, pues resbaló practicando y se lastimó un pie.

“Nací en Granma y a los 12 años vine para La Habana. Después de terminar mi duodécimo grado trabajé en cafeterías, oficinas, incluso en vaquerías, porque vivía en Habana campo. Me presenté porque me dijeron que aquí ofertaban cursos; cuando entré estaban entrevistando a los muchachos para linieros. Le pregunté al profesor si aceptaban mujeres y respondió que sí. No le tengo miedo a las alturas, así que me apunté y a la semana más o menos me llamaron. Ese día no me pasó por la mente que iba a ser la única mujer, para mí era un trabajo normal”, rememora.

No fue la única sorprendida, sus compañeros tampoco esperaban encontrarse a una mujer en el curso.

“Estamos acostumbrados a eso de la igualdad de géneros, pero fue un poco raro al principio, una mujer entre tantos hombres. No te voy a decir que se integró el primer día, pero sí la primera semana, y ya es una más del grupo. Compañerismo normal, como si fuera cualquier otro, estamos atentos a lo que necesita, aunque generalmente no hace falta; se desempeña mejor que muchos hombres, mis compañeros no me dejarán mentir”, asegura Michael Macías Jiménez.

Ese “mejor que muchos hombres” se repetirá una y otra vez en las entrevistas, en boca de compañeros y profesores. Yanelis no alardea de ninguna habilidad excepcional, tampoco percibe dificultades adicionales debido a su sexo, se considera en igualdad de condiciones que el resto de los estudiantes.

“Siempre se le brindó apoyo por parte de los profesores y del grupo. Ella tenía disposición y nosotros queríamos que continuara. El rigor es el mismo, parejo para todo el mundo, porque cuando hay un accidente se sufre por igual, no se le puede pasar la mano”, concluye Michael.

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Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite

A sus 81 años, con una vida dedicada a la actividad de liniero y más de dos décadas a la enseñanza, el profesor Julio de Jesús Sierra Núñez no puede evitar el asombro.

“¡Yo no sé cómo esta mujer ha aguantado! Ustedes no tienen tanta fuerza. Aquí se le hace un examen médico a cada persona, hay que saber cómo están, porque hay que hacer fuerza; subir y bajar transformadores; escalar los postes; dar pisón; cargar piedras; abrir huecos a mano, a veces se rompen las barrenadoras y hay que dar servicio a la población igual”, explica en franca admiración.

Sierrita, como lo llaman de forma cariñosa en la Unidad de Capacitación, reconoce que ha tenido un trato ligeramente diferenciado con ella.

“Solo una gotica de agua. La cuido más que a todos porque tengo que cuidarla, dígame usted, la primera liniera que va a haber en esta Revolución y se me caiga de un poste. No puede ser, por eso yo le pongo la cuerda de vida y todo ese lío. Pero siempre hace sus ejercicios, porque cuando salga de aquí va para una brigada fuerte, de hombres nada más, y tiene que saber hacer todo. El liniero es una persona abnegada y estoy seguro de que ella va a ser liniera”.

Al indagar sobre otras mujeres en el oficio, recuerda:

“Hace muchos años, cuando entré en la Empresa, un liniero que vivía en el Wajay colocó un poste en el patio de su casa, le puso crucetas, aisladores, y enseñó a su esposa a subirlo. Escalaban, hacía sus ejercicios, pero en sí ella no era liniera. Después hubo un curso de nueva formación de linieras en la década de 1970, eran picolinas de la Isla de la Juventud, pero no dio resultado, ninguna se graduó.

“Yanelis todas las asignaturas teóricas las aprobó satisfactoriamente. Llevamos un mes ya en el patio y tiene más fuerza que los linieros y mejor desarrollo que algunos, honestamente”.

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Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite

En los dos años que Yusimí Peña Garcell ha estado al frente de la UEB de Capacitación de la Empresa Eléctrica de La Habana, Yanelis es la única mujer que se ha presentado interesada en prepararse como liniera, la especialidad más compleja de la academia.

“Hacía tiempo veníamos preguntándonos cuándo graduaríamos a la primera mujer. Vimos que tenía las aptitudes necesarias y se ha mantenido con nosotros. El proceso de captación incluye un psicométrico, verificación por parte de la UEB de Seguridad y Protección y una prueba de Matemática y Español. Luego inician un módulo teórico y al mes aproximadamente pasan a un proceso de familiarización en el patio. Los que aprueban esa fase comienzan la práctica”.

El curso, con un diseño de seis meses de duración, se imparte de lunes a viernes, en sesiones de ocho horas diarias. Durante el primer trimestre reciben en las aulas conocimiento de electrotecnia, seguridad y salud, metrocontadores, entre otros. Luego, realizan simulacros de trabajo.

“Empezaron 16 y, a un mes de concluir, quedan 12. Aunque a muchos les gustaba el contenido, ser linieros, físicamente no pudieron superar la parte del escalado, es un trabajo muy duro. Cuando ella llegó le pregunté: ‘¿Tú sabes lo que es ser liniero? Es la constancia arriba del poste, las medidas de seguridad, la posición…’. Desde el primer momento dijo ‘quiero llegar’ y ha puesto el empeño.

“Se vivieron momentos complejos con el transporte y ella perseveró. Además del desafío de mantenerse y mantener al niño solo con un estipendio”, detalla Yamila Aguilera Nircado, técnica de Seguridad y Salud del Trabajo de la UEB.

En este sentido, la directora del centro refiere que, mientras cursan sus especialidades, los estudiantes no se desempeñan en otras actividades, por lo que perciben un estipendio de 2 100 pesos mensuales —el salario mínimo del país—, en base a las horas clases reales. Al egresar todos tienen ubicación laboral garantizada.

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Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite

“Al principio donde quiera que pasaba me miraba: una mujer con botas, con el uniforme. Hay hombres que han llegado a preguntarme en la calle: ‘¿Liniera? Nah, no lo puedo creer’. Todo el mundo critica: ‘¿Y ese trabajo?’ Yo no hago caso, soy de mi casa, no me importa lo que diga la gente. Es lo que me gusta y lo que quiero hacer”, afirma Yanelis.

Se ha acostumbrado a las miradas de extrañeza al salir de la escuela uniformada, pero ni siquiera en eso ha tenido un comportamiento diferente: llega y se va vestida exactamente igual que los demás. Tal vez porque siente que el trato ha sido el mismo con ella y con sus compañeros, porque ha mantenido buenas relaciones con todos, no espera nada diferente una vez se incorpore a su centro laboral.

— ¿Te preocupa la llegada a tu brigada?

—Lo que me interesa es hacer mi trabajo y que alguien me siga enseñando, guiando.

— ¿Y los viajes a otras provincias?

—Eso sí me preocupa, el trabajo fuera de La Habana, soy prácticamente sola, mi hermana me ayuda, pero el niño es mío. No me asusta albergarme con hombres, pero pienso en el niño.

—Después de dos años tendrás posibilidades de superación aquí en la escuela, como liniera energizada y especializada. ¿Has pensado en eso?

—Me gustaría seguir. ¿Hasta dónde? No sé.

— ¿Jefa de brigada?

—A lo mejor, quizás, algún día.

— ¿Y enseñar a otras mujeres?

—Tendría que superar el pánico escénico…

— ¿Qué ha sido lo más difícil hasta ahora?

—Perderle el miedo a los postes después de que me lastimé un tendón por una caída, pero ya me siento preparada. No me ha impedido continuar.

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Yanelis de las alturas o cuando el cielo es el límite

Ante la pregunta de qué diría a quienes creen que es un oficio de hombres, Yanelis responde, risueña, que “para nada, las mujeres también podemos hacerlo bien”.

No está al tanto de la polémica que, hace unos meses, transcurrió en redes sociales, a partir de unos anuncios de trabajo de la Empresa Eléctrica de La Habana en los que se sexualizaban las profesiones. No se siente una pionera ni adorna la realidad simulando que ha sido la meta de su vida. Para Yanelis, este es un trabajo que le gusta; uno en el que disfruta el aire fresco, la vista; un trabajo en el que podría seguir mucho tiempo, o no. Nada más. Y esa normalización le da el tiro de gracia a los prejuicios. 

En solo unos días se enfrentará a la comisión que evaluará de manera teórica y práctica si está en condiciones de graduarse. De superar los exámenes con el éxito esperado se convertirá, probablemente, en la primera mujer liniera en Cuba.

Ante tal logro, hubiese sido romántico decir que así termina la historia de una niña amante de las alturas, con vocación de electricista desde pequeña. Mas, esa deviene, también, una exigencia injusta, la condicionante que no le pondríamos a ninguno de los 11 hombres que se graduarán con ella. La historia de Yanelis, menos poética, es exactamente la que debe ser: la historia de quien, sin proponérselo, nos acercó un poquito a ese mañana sin asombros al ver una mujer ascendiendo por un poste; ese mañana con cada vez más mujeres haciendo “cosas de hombres”.

CRÉDITOS:

Autora: Laura Segura Lio

Fotos: Anaray Lorenzo

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8 comentarios

  1. Excelente artículo, cosas así sirven para educar y matar prejuicios. Sus compañeros estamos muy orgullosos de compartir todo este tiempo con ella y me atrevo a decir que el sentimiento es mutuo.

  2. ojalá y logré graduarse ,creo que las mujeres son capaces d hacer cualquier trabajo,cuando hice misión médica en brasil ,fui amigo de una mujer que era ponchera de todo tipo de carros ,una vez leí que un caballito fue a ponerle una multa a un chófer de un camión que cargaba cañay cuando le pidió los documentos vio que era una mujer y no le puso la multa,he visto mujeres cerrajeras ,etc ,en fin las admiro mucho

  3. Felicidades y éxitos a esa valiente mujer que no le tiene miedo a las alturas y está demostrando que la igualdad de género éxiste.
    Estamos trabajando por integrar más mujeres al sector eléctrico y esto es un ejemplo que vamos por buen camino.

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