Del reino vegetal y de nuestros hijos… un poco para todos


Beneficios terapéuticos del reino vegetal

Se cultivan y consumen en todo el mundo y debes saber cómo usarlas mejor para beneficiar la salud.

Coles: la puedes comer sin cocción, cortándolas en tiras finas; hervidas al vapor y también agregándoles papas o huevos duros. Es ideal para las palpitaciones del corazón, enfermedades de la piel, artritis, gota, asma y vías respiratorias.

Romero: en té acciona contra las debilidades del corazón (enfermedades cardíacas) y fortifica todos los órganos. Se recomienda para el insomnio, reuma y gota.

Menta: esta hierba es muy utilizada en todas las cocinas de los países del oriente; la puedes agregar a las ensaladas de verduras. El té fortifica el corazón, combate el mal aliento, alivia los nervios, facilita la digestión y también se usa contra el malestar del estómago y el dolor de cabeza.

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Para antes de que tus hijos crezcan…

Hay un período en el que los padres quedamos huérfanos de nuestros hijos. Es que ellos crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes.

Crecen sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y a veces, con alardeada arrogancia, y lo hacen de repente. Un día, se sientan cerca, ¡y con increíble naturalidad, te dicen cualquier cosa que te indica que esa criatura, hasta ayer en pañales, pasitos temblorosos e inseguros…, creció! ¿Cuándo, que no lo percibiste? ¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, los juegos en la arena, los cumpleaños con payasos? Crecieron en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia doméstica.

Ahora estas ahí, en cualquier parte, esperando ansioso, no solo que no crezca, sino que aparezca… Ahí están muchos padres, esperando que salgan zumbando sobre patines, con sus pelos largos y sueltos.

Ahí están nuestros hijos, en las esquinas, con el uniforme de su generación y sus incómodas mochilas en la espalda.

Aquí estamos nosotros, con el pelo cano…

Ellos crecieron observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos; principalmente con los errores que esperamos no repitan…

Hay un período en que los padres vamos quedando huérfanos de hijos…; ya no los buscamos en las puertas de las discotecas y los cines. Pasó el tiempo del piano, el fútbol, el ballet, la natación… Salieron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas.

Algunos, deberíamos haber ido más junto a su cama en la noche, entre las sábanas de la infancia: para oír su alma respirando conversaciones y confidencias. Cuando fueron adolescentes: a los cubrecamas de aquellas piezas cubiertas de calcomanías, agendas coloridas y discos ensordecedores.

Crecieron sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto. Al principio nos acompañaban al campo, a la playa, a piscinas y reuniones de amigos. Había peleas en el auto, por la ventanilla, los pedidos de algo que comer y la música de moda.

Después llegó el tiempo en que salir con los “viejos” se transformó en esfuerzo y sufrimiento: no podían dejar a sus amigos y a sus primeros amores.

Quedamos los padres exiliados de los hijos. Teníamos la soledad que siempre habíamos deseado… Nos llegó el momento en que solo miramos de lejos, algunos en silencio, a esperar que elijan bien en la búsqueda de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible.

El secreto es esperar… En cualquier momento nos darán nietos, y esa es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos; por eso los abuelos son tan desmesurados y distribuyen incontrolablemente el cariño. Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto.

Por eso es necesario hacer algunas cosas adicionales, antes de que nuestros hijos crezcan. Así es: las personas solo aprendemos a ser hijos, después de ser padres y solo aprendemos a ser padres, después de ser abuelos…

¡En fin, pareciera que solo aprendemos a vivir, después de que la vida se nos pasó…!

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